martes, 30 de noviembre de 2010

Homenaje

Hablando de la confianza que inspira el género humano, "ninguna" es una respuesta habitual y ciertamente comprensible. Siempre hay voluntarios para odiar, insultar o pelear. Como dice el evangelio "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra". Y el truco de la frase (inspirada como pocas) es que si hubiera alguien libre realmente de pecado nunca se le ocurriría tirar una piedra. Así que en este contexto de desesperanza quiero hacer un homenaje a la primera persona que amó. La primera persona que quiso desinteresadamente. Y yo estoy en que fue una mujer, probablemente. Aquel (hipotético) acto de amor fue el origen del género humano, lo hizo posible. A lo largo de los siglos sus ecos, los rebotes de generación en generación, han llevado (han traído) a la humanidad hasta el momento presente. Al rendir homenaje a la primera madre, esposa, hija, amiga amorosa creo que alcanzo también a todos los que ahora mismo son capaces de amar, de querer. Los que seguramente han recibido amor y lo reflejan hacia adelante casi desinteresadamente. Entre todos salvan la esencia del género humano, aunque en conjunto (la contradicción primigenia) no inspire ninguna confianza.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Redimensionando

Bien, bien, bien. Otra vez hablando solo. Escribiendo solo, pero sabiendo que alguien lo leerá. Una persona por lo menos. Una persona seguro. Estaba pensando que no tengo nada que opinar. Opinar es tan de listos como de tontos. No opinar también. Cada vez me parece más sabio estar callado. Un buen silencio persistente. Que diga otro la tontería. Que sea otro brillante, estoy abierto a la posibilidad de admirarle. Aunque a veces me apetece decir algo. Por ejemplo que el infinito, lo infinito, es un concepto difícil de manejar. Incómodo. Es como desplegar en el asiento del copiloto de un coche un mapa de carreteras de dos por tres metros. Se te dobla, se te rompe, molestas al conductor. Bueno, puede que no sea así en absoluto, pero no se me ocurre un símil mejor. Y usamos un truco. Reducimos lo infinito a unas dimensiones más asequibles. Así decimos de alguien que lo conocemos de siempre. O juramos que nunca esto o lo otro. O decimos que eso ya lo hemos hecho innumerables veces. Adaptamos el infinito a nuestras medidas sin por ello desvirtuar los significados (del todo). Es un truco de supervivencia. El mundo es infinito y nuestro pequeño yo sufre de vértigo asomándose a la ventana. Mi pequeño yo al menos. Así que pienso que el mundo llega hasta donde me alcanza la vista y aquel punto que está un pelín más alejado es el infinito. Y digo "siempre" y "nunca". Y así me siento mejor.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Que lío tengo

La lengua castellana está perdiendo las tildes. Será cosa de la edad. Me duele el caso de "solo". Es que lo tenía controlado; si es adverbio se acentúa (sic) , si es nombre no. Para asegurarse comprobar si lo podemos sustituir por "solamente" sin que cambie el significado. Sólo una vez estuve solo. Bueno, así solía ser. Ahora no debe llevar tilde nunca. Por cierto, cuando yo aprendí las reglas de ortografía no recuerdo que se utilizara la palabra tilde. Decíamos "lleva acento", "con acento en la o" o "sin acento". Sin duda confundíamos, confundo, acentuar y puntuar. Lo de "tilde" lo he aprendido de mayor, al tiempo que iba olvidando las reglas de acentuación/puntuación. Estoy casi seguro que "lío" lleva tilde (y que no se dice se acentúa).