martes, 20 de marzo de 2012

Caballero del zodiaco

Uno de los inventos del profesor Franz de Copenhague fue el horoscopio. Una ingeniosa máquina con la que podías ver el futuro con solo manipular unas rueditas con las que ajustabas tu situación astral. Téngase en cuenta que la palabra clave en todo lo anterior es "manipular". El caso es que soy virgo. Virgo con ascendente leo. Lo digo con satisfacción porque tengo una debilidad por los leo. Un compañero virgo me dice de vez en cuando que los virgo somos muy ordenados. Bueno, en mi caso va por rachas; aunque me parece que cada vez lo soy más (ordenado). Me tranquiliza ver los libros alineados, la mesa preparada para comer, la mesilla de noche; todo armónico y uno con mi estado de ánimo. Ahora bien, que no mire nadie en el cajón de esa mesilla, ni en el armario, ni dentro de mi alma de virgo. Aunque estoy pensando en empezar a poner un poco de orden ahí también. Todo sea por el prestigio del signo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Hoy no voy a contar nada

O quizás nunca contamos nada y hoy no lo voy a contar por escrito en este blog. Antesdeayer di un tirón sin darme cuenta a los auriculares del móvil y se dejó de oir por uno de los lados. Ayer comprobé, mientras oía los deportes en la radio por el auricular superviviente, que tampoco funcionaba el interruptor que descuelga el teléfono. Bueno, estaba preparado. Tenía, tengo, unos auriculares de repuesto porque hace tiempo creí que los había perdido y compré otros en "la casa del teléfono". Así que hoy los he utilizado para oir música camino de la biblioteca. Estaba un poco reacio, negativo, ya que estos nuevos auriculares se conectan al teléfono de modo que el cable queda justo encima de la tecla de subir el volumen (y no te deja pulsarla cómodamente). Y también porque uno de los pinganillos tiene mucho más cable que el otro (y a mí me gusta la simetría). Y, bueno, como suele pasar, ahora estoy encantado (o contento a secas). Estos auriculares también tienen una pinza para sujetar en la solapa (de ahí que luego un cable sea más largo que el otro, la solapa siempre quedará más cerca de una de las orejas), y también tiene un potenciómetro para regular el volumen. Lo que hago (lo que he empezado a hacer) es poner al máximo el volumen desde el teléfono y luego jugar con el pot citado, que va con la pinza y queda muy a mano. Además me ha parecido que se oye mejor que antes. O puede que fuera que en el silencio de la biblioteca y con el volumen bajito se escuchaba razonablemente bien. Todas las canciones que han ido sonando, aleatoriamente entre las que tengo metidas en el teléfono, me han parecido prístinas creaciones minimalistas con sus voces limpias y su acompañamiento austero pero efectivo de guitarras, violines, percusión, lo que hiciera falta; en ningún momento era excesivo. He cogido un libro de Juan José Millás (Articuentos completos), y he leído allí mismo un par de páginas; sin dejar de oír música, tan agradable me parecía. Las palabras hilvanadas de Millás me han encantado (más que contentado) y me han entrado muchas ganas de escribir algo de su estilo. Pero sólo me ha salido ésto.