lunes, 4 de noviembre de 2013

Egoismo retrospectivo

La memoria es caprichosa, otros dicen que es mentirosa; en cualquier caso poco de fiar. Me acuerdo de pronto que mi banqueta era la roja. ¿De qué estoy hablando?. De la cocina de mi niñez, teníamos dos sillas y cuatro banquetas de formica. Cada banqueta era de un color. Rojo, verde, amarillo y azul. Las dos sillas creo que eran verdes, no estoy seguro. Una vez se rompió una pata (un tubo metálico) de una de las sillas y me mandaron a un taller cercano para soldarla. Yo tendría ocho o nueve años y fui bastante abrumado por la responsabilidad. Mi banqueta era la roja y mi sitio en la mesa en uno de los extremos. Solo recuerdo vagamente donde se sentaban los demás (mis hermanos y mis padres). Intuyo que mis padres usaban las sillas, pero no sé como se repartían las otras banquetas. Quizás la amarilla fuera la de mi hermano. Y, bueno, eramos cinco hermanos. Cuatro banquetas, cinco hermanos. ¿Mi hermana pequeña estaba en una trona?. Al principio sí, ¿pero luego?. Entre semana mi padre comía fuera, así que nos arreglaríamos con nuestro juego de cuatro más dos. Los domingos habría que juntarse en la mesa y haría falta otra banqueta, otra silla; que se traería del baño o de la sala. No lo recuerdo exactamente. Yo me sentaba en la banqueta roja en mi extremo de la mesa. El filete se me hacía bola en la boca y no podía pasarlo. Al terminar el postre (que conseguía comer esquivando hábilmente el obstáculo) iba al baño y tiraba la carne por el retrete. Mis hermanos, mi padre, son figuras borrosas en torno a la mesa. Mi madre menos, pero también. ¿Solo pensaba en mí mismo?.