miércoles, 28 de enero de 2015

En el sillón del dentista

Humm, me vendría bien para empezar alguna cita sobre el dolor. De Schopenhauer o así... ¡bingo!: la vida sin dolor no tiene sentido, Arthur S. (un filósofo pesimista). Mi dentista y yo nos conocemos desde hace muchos años. Una relación formal, desigual, estoica (por mi parte), de pocas palabras. El otro día acudí a su consulta porque se me había hecho un agujero en una muela. Un agujero que mi lengua decía que era un gran socavón  y mi dentista (bendito sea) aseguró que era muy pequeño y que no iba a requerir ni anestesia. Bueno, estupendo, procedamos; abrí la boca un poco más, entrecerré los ojos mientras él hurgaba del modo habitual. "Si te duele me dices", y al rato, "si te duele levantas la mano". Eso sí. La boca abierta, la lengua retraída prudentemente, las manos.. ¿crispadas en los posabrazos?. Relájate, me digo, brazos laxos, respiración acompasada, ¿no estaría bien dormirse en el sillón del dentista?, very cool. Pero no, no me duermo. Intento respirar por la nariz y que no tenga la necesidad, el reflejo, de tragar saliva (un movimiento involuntario podría tener consecuencias lamentables, quizás). "No va a ser tan sencillo" murmura mi dentista "debajo hay caries". Vuelvo a estar tenso, respiro, trago saliva aprovechando que está cambiando de instrumento (mejor no verlo). Temo que en cualquier momento me va a decir algo así como "ésto te va a doler un poquito". Pienso en el dolor, en lo poco que lo echo de menos, en lo que decía mi abuela (que no nos mande Dios todo lo que podamos soportar, o algo así), en las dos clases de dolor, el físico y el psíquico (o espiritual o la angustia, no sé el nombre exacto pero sé que existe). Mi dentista sigue a lo suyo (que es lo mío). Ya está con el "soldador" (desconozco el término técnico) sellando la muela. Relajo el cuerpo, trago saliva glups. Ha terminado. No me ha dolido nada, ¿tiene sentido mi vida?. Tal vez Schopenhauer fuera un amargado.

jueves, 15 de enero de 2015

Tanto gusta, gusta tanto.

Cuenta B que en una época iba mucho al cine. Que le gustaba mucho y que, en retrospectiva, veía incluso que se había tragado auténticos tostones sin pestañear. Hasta que un día se dio cuenta de que no le gustaba tanto, de que pudiera ser que lo que hacía era evitar coger su toro por los cuernos. Su toro era quedarse en casa a pensar y componer canciones. Y es lo que hizo en lo sucesivo, con notorio éxito. Pensar siempre está bien, las canciones ya... Pero nos podemos aplicar la idea. Eso que tanto nos gusta (el cine, leer, pasear al perro...) ¿nos gusta tanto?.