miércoles, 27 de mayo de 2015

La masa total del universo a día de hoy

Con lo que yo ignoro de lo que la humanidad sabe, bien se podrían llenar tres o cuatro bibliotecas como la del congreso de los Estados Unidos (y con lo que ignora la humanidad tal vez podríamos rellenar tres o cuatro agujeros negros). Aún así me gustaría hacerme una idea del universo físico en el que existimos. El planeta Tierra, bien; el sistema solar, bueno; la Vía Láctea, ya me estoy perdiendo... Y ahora leo un artículo de divulgación y me entero de que la materia tal como la conocemos, lo más o menos sólido, es sólo un 0,4 por ciento de la masa total del universo, con otro exiguo 3,4 por ciento de gas intergaláctico. Lo demás no sabemos qué es (no saben ellos los expertos, y yo menos claro). Para que les cuadren sus cálculos los científicos han deducido que hay una materia oscura ahí fuera (o donde sea). Y resulta que esa materia oscura supone un 22 por ciento de esa masa total. O sea que aún faltan tres cuartos de universo... y los científicos también le han puesto nombre y formulado sus teorías; eso sería energía oscura. De ésta renuncio a decir nada porque ya me voy haciendo una idea, una idea de lo poquísimo que sabemos e incluso de lo poquísimo que suponemos. Pues eso.

martes, 19 de mayo de 2015

Sobre las cosas

En nuestras relaciones con el mundo, con la vida, libramos una eterna batalla con las cosas. Los objetos, nacidos del ingenio del hombre, pugnan desde nuestra edad más temprana por imponernos su ley, apoyándose casi siempre en otra ley, la de la gravedad; es una lucha que se rige más por la física que por la ética, aunque personalmente no descarto que exista algún tipo de inteligencia moviendo sus hilos en un segundo plano. La mano de un bebé blandiendo un sonajero podría representar ese primer choque, esa primera puesta a prueba, esa primera lección inflingida por un objeto sobre un ser humano, cuando al hacerlo sonar el bebé se golpea a sí mismo. A lo largo de la vida, detrás de la trama de relaciones humanas que urdamos, estará siempre esa otra trama soterrada de nuestras relaciones con las cosas. El lugar del inocente sonajero lo ocupará un ejército de objetos, desde los más simples, un vaso, un lapicero, una alfombrilla, hasta los más sofisticados, un coche, un ordenador, un teléfono móvil. La única forma de enfrentarse a este ejército es no menospreciándolo y dedicando nuestra inteligencia y nuestro tiempo a mantener el tipo dignamente frente a él. Mantener el tipo, porque la guerra nunca la ganaremos, eso por descontado. Así debemos poner exquisito cuidado en las pequeñas tareas y tratar con esmero cada objeto. Las prisas y la falta de atención nos acarrearán penosas consecuencias. Así se derrama café sobre la camisa limpia, o se nos pierde una llave o golpeamos el coche contra una columna del garaje. De nada vale achacarlo a la mala suerte, a que todo nos sale mal, a una conjura en nuestra contra; nada más lejos de la realidad, ésa que muchas veces no queremos ver. Somos nosotros y solo nosotros los que con nuestro descuido y vagancia, o dejándonos llevar por el mal genio, las (estúpidas) prisas o la arrogancia de creernos infalibles provocamos un desastre tras otro. Aunque las cosas, en principio, no sientan ni piensen, afrontemos cada tarea con mimo, tomándonos el tiempo preciso, dejando a un lado otras preocupaciones, en un estado de ánimo apropiado y, me atrevo a decir, demostrando respeto y cariño hacia cada pequeña cosa. Como si cada una fuera un preciado recuerdo familiar. Solo así conseguiremos una (nada desdeñable) armonía con los objetos que nos hará más fácil la vida.

jueves, 7 de mayo de 2015

Primavera

Ya es primavera en todas partes del hemisferio norte y malditos sean los sitios (los centros comerciales) en los que se adelantó. En medio de la globalización, la crisis interminable y remontando el cambio climático (cual salmón) aparece la primavera y nos da vida con su frescura, sus aromas y su luz. Brillan los verdes de la primavera y nadie debería mancharlos en un reclamo publicitario o en un slogan político (incluso en una canción pachanguera). Ya está aquí la primavera para hacernos borbotear (modestamente) la sangre.