jueves, 22 de octubre de 2015

Precipitevolissimevolmente

Caterina Valente, que procedía de una larga saga de artistas circenses (cirquense, me entero ahora, al parecer no está admitida en el diccionario), grabó esta canción en 1962. El título es una palabra inventada (pero ojo, ¡inventada en 1677!) por un poeta que la encajó en uno de sus versos. Bruno Brighetti fue quien puso la letra a la música de Bruno Martino. Las imágenes son prestadas de una película griega del año siguiente. El tema que sonaba en aquella cinta era otro, "Let's Go" un twist instrumental interpretado por un grupo llamado Henry's Twist Club.
https://www.youtube.com/watch?v=2yHkRO2BHDE

lunes, 19 de octubre de 2015

Cartas a Vera

Vera era (bien empezamos) la esposa de Nabokov. A lo largo de muchos años, más de cincuenta, Vera y Vladimir intercambiaron un buen montón de cartas. La última data de hace ya otros cuarenta años. Tras mucho trabajo de transcripción, traducción, anotación y edición se han publicado en forma de libro. Lo primero que sorprende es el grosor; setecientas páginas de letra pequeña. ¿Era habitual entonces escribirse tanto?. Pensando en el número de cartas que puede intercambiar un matrimonio hoy en día, la cifra que se me ocurre es cero. Bueno, son otros tiempos y la gente ahora está en contacto permanente, es cierto. Sin embargo una carta (un correo electrónico) lleva una carga expresiva de una categoría distinta a la de la comunicación verbal o la de los mensajes instantáneos del ciberespacio. En una carta se dicen, se cuentan, otras cosas. O se cuentan las mismas cosas pero de otra manera (lo que las hace distintas). Me impresiona esta colección de escritos que retratan en particular un matrimonio y en general una época, o más bien todo un mundo. Me impresiona poder leer lo que un hombre (aunque no uno cualquiera, el escritor Vladimir Nabokov) escribió, escogiendo sus palabras, para una única lectora.

domingo, 4 de octubre de 2015

Buzón de entrada

Resumiendo. Tengo cuatro mensajes de texto en el buzón de entrada del móvil. El más antiguo es un aviso de la consulta del dentista, recordándome que tenía hora al día siguiente. El siguiente la operadora de telefonía, dándome la clave para acceder a su red wifi. El tercero del seguro, para confirmarme que la grúa estaba en camino (no me arrancaba el coche). El último es una felicitación por mi cumpleaños mandada desde un país muy lejano el pasado mes de agosto. No son muchos mensajes, pero los suficientes para dejar claro que soy un ciudadano privilegiado del primer mundo. Pienso en borrarlos y decido que de momento no, ya lo haré cuando se acumulen más. Menos el último. Ese no lo voy a borrar.