lunes, 18 de enero de 2016

¿Tú ya me entiendes?

"Malentendido" no es gran cosa como palabra. Parece un apaño de última hora. Las palabras básicas, de primera necesidad, debían de estar ya inventadas cuando surgió de pronto la urgencia de poner nombre a un concepto que se había pasado por alto (lo que vendría a confirmar la sospecha de que los antiguos era más ingenuos que nosotros). Y así se recurrió a la chapuza de crear una nueva palabra por el macarrónico procedimiento de juntar dos antiguas. Y de "mal" (palabra negativa donde las haya, sólo superada por "no") y "entendido" (palabra esperanzadora, positiva) surgió este "malentendido" (que se queda en un terreno moderadamente pesimista). Y es que el concepto es imprescindible, insoslayable: se trata del resultado natural de cualquier intercambio de información entre dos (o más) seres humanos. Ese resultado es siempre, lamento decirlo, un malentendido. ¿Por qué es así?. Pues porque no podía ser de otra forma; cada mente humana tiene su experiencia previa, su visión del mundo, su sistema de conexiones neuronales y cada una entiende el mismo fenómeno de forma diferente. Luego claro, todo tiene matices y podríamos hacer una clasificación de pequeños malentendidos, malentendidos habituales (de ración) y grandes malentendidos. Cuando son pequeños los malentendidos (sutiles diferencias de apreciación del fenómeno) suelen pasar desapercibidos y son compatibles con la convivencia armoniosa. Incluso los malentendidos standard no dejan de ser simplemente molestos (he pedido un cortado y el camarero me ha sacado un descafeinado). Son los grandes malentendidos los preocupantes, el origen de muchos males (que quizás se podrían evitar si asumiéramos que el malentendido es lo habitual y no la excepción) Sin embargo es curioso el hecho de que un gran malentendido no siempre tiene efectos negativos. ¿No puede ser que un gran amor, una larga relación de pareja, sea el producto de un gran malentendido que dura y dura y dura?.

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