jueves, 28 de abril de 2011

Vagando por la ciudad

Vagaba por la ciudad y pensaba "aquí estaba el cine tal" y luego "aquí había una librería", y al rato "aquí estaba el colegio". No pensaba "mi colegio", sino "el colegio". El colegio al que yo iba y que tiraron hace años. Será que he llegado a ese momento en que de casi todo hace veinte años, como escribió Gil de Biedma. En la plaza donde estaba el colegio hay una librería nueva y entré a hojear libros. Me abrumó la cantidad de novedades. Me sentí un trozo de madera en el mar. Todas las letras que jamás leeré. Y curioseé en el libro de un autor local de mi edad. Bueno, en realidad creo que es algo más joven. Sospecho que fue a otro colegio, no muy lejano del mío (ahora ya tengo que usar el posesivo). Saltando entre las páginas vi que citaba a mucha gente del mundo de las letras que debieron pisar estas mismas calles pero que yo jamás conocí. Hace también una petición curiosa, emulando a Borges cuando decía "tengo dos únicos vicios, leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta". Pide, decía, que otro escritor local no haga su necrológica. Ese pobre hombre (pobre por el desprecio recibido) que indefectiblemente hace la necrológica de todo personaje (escritor, pintor, periodista, escultor, etc) que fallece en doscientos kilómetros a la redonda. Al día siguiente (éste es un mundo de casualidades) leí en el periódico que el aludido acusaba la ofensa y apuntaba que varios artistas le habían pedido expresamente lo contrario, esto es que sí escribiera su necrológica. Y seguí andando por la ciudad pensando que lo más probable es que yo no tenga necrológica (dentro de mucho, mucho tiempo).