miércoles, 22 de octubre de 2014

De la biblioteca infinita

Una palabra: aprensión. No me salía y me la apuntaron, pero no era esa la que estaba buscando. Yo me refería a cuando alguien, al conocer cuales son los síntomas de una enfermedad, pasa a sentir que él mismo la padece. Tenía la idea y me faltaba la palabra. Y pensaba, tranquilo, ya me vendrá. Y me vino, dos días más tarde pero me vino: hipocondríaco. ¿Obsesión por las palabras?. No, solo vanos intentos de entender. De entender algo, lo que sea. Necesitamos las palabras, y las coleccionamos. O las coleccionan unos señores. En una academia. Y publican la lista en un libro. Y en la última edición han metido nueve mil nuevas. Y aún así hay muchas más. Y estoy empezando a sospechar que nosotros no tenemos las palabras, sino que ellas nos tienen a nosotros. Que Dios es las palabras, todas las palabras de todos los idiomas. La inteligencia absoluta nos utiliza, como si cada uno de nosotros fuera una especie de neurona que contribuye al todo, a aquella biblioteca infinita de Borges,  balbuceando, o escribiendo, ristras de palabras. Combinándolas con más o menos gracia sin sospechar que la suma de todas las formulaciones, de todas las palabras, en todas sus formas y alfabetos, de todas las palabras pronunciadas y por pronunciar; esa suma es el Universo.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Hiperrealismo

El hiperrealismo es la tendencia en pintura de reproducir la realidad con la máxima fidelidad posible. O algo así, y seguro que cada artista tiene su propia definición que puede resultar bien alejada de ésta. A mí me gusta (y no me gusta la pintura abstracta), y también me pregunto, como casi todo el mundo supongo, por qué sentimos (generalizo) la necesidad de reproducir una imagen exactamente por medios artesanos (diríamos que primitivos) cuando la tecnología ya nos brinda esa posibilidad con un esfuerzo incomparablemente menor. Antonio López ha necesitado más de veinte años para dar por terminado su retrato de la familia real (hiperrealista retrato de una familia por momentos irreal, el juego de palabras estaba servido). Quizás se hubiera obtenido un resultado similar en una sesión de fotografía de un par de horas en un estudio debidamente iluminado. Y desde luego, como obra proyectada hacia el futuro, el formato digital asegura una conservación sin comparación posible con la tela impregnada de pintura (aunque no entiendo de técnica y materiales). Entonces, ¿por qué?. ¿Por qué tomarse la molestia, mejor dicho sentir la pasión, tener la energía de coger los pinceles y a base de pulso, vista y mucho talento reproducir un modelo de forma fiel, exacta, "fotográfica"?.
Hay un caso similar en el ajedrez. Es la partida del hombre contra la máquina. Los programadores, técnicos, quien fuera, han ido implementando ordenadores más y más potentes que combinan más y más movimientos y que ahora mismo, entiendo, pueden batir al mejor jugador de ajedrez. Pero... nuestra autoestima (como género humano ya que mis neuronas y no digamos mi pulso dan para poco) nos exige intentarlo. Una mente humana tiene que poder ganar al más sofisticado de los ordenadores. Por muy potente que sea éste, confiamos en que la genialidad, la intuición, el talento de un ser humano pueda darle jaque mate a la máquina. Así mismo un artista tiene que poder plasmar en un lienzo una imagen e insuflarle un alma, una luz que hagan imposible que una fotografía (o un video, o una proyección tridimensional, ya puestos) pueda comparársele.
Tiene su lógica. Lo creado no puede superar a su creador. El invento está dentro del genio del inventor. El hiperrealismo sería entonces la escuela de pintura que quiere demostrar que el ser humano es capaz de  reproducir la realidad mejor que lo que pueda hacerlo la fotografía o cualquiera de sus inventos. Nos jugamos nuestra autoestima.

miércoles, 8 de octubre de 2014

I See it All Now - Michele Lee (1963)

    Si hay una historia detrás de esta canción, lo desconozco. Lo que sí sé o puedo imaginar es lo siguiente. Michele Lee, Los Angeles 1942, es una actriz y cantante que debutó en Broadway con 18 años y a la que poco después quisieron lanzar como ídolo juvenil. El intento consistió en dos singles producidos por Sid Feller (conocido por su larga colaboración con Ray Charles). El primero, de 1962, incluía una canción de Carole King y Art Kaplan (Havin' a Party For One) y en la misma línea de lamento adolescente en 1963 grabó éste "teener" compuesto por otro par de compositores del edificio Brill, Sherman Edwards y Hal David. Este último quizás el mejor letrista de la historia del pop, aunque no es que éste sea un texto destacado sino la sencilla historia de la chica que se da cuenta, por fin, de que todas las miradas, sonrisas, bailes de ese chico eran sólo una forma de poner celosa a la otra. Ambos discos pasaron sin mayor repercusión y Michele Lee ha desarrollado posteriormente una larga carrera en películas, musicales y series de televisión.
    Sobre el video en sí, mi agradecimiento a SirBasildeBrush de cuyo canal en You Tube (que recomiendo vivamente) lo he copiado.

    PS. Para ver, y oir, el video ve a esta dirección:
    https://www.youtube.com/watch?v=ZOma7JPe1Xs