lunes, 23 de marzo de 2015

Ese mismo día en la Montaña Amarilla


El mismo día, la misma mañana de hecho, nos dejan a todo el grupo en una playa que está unos pocos kilómetros al oeste del pueblecito. Una playa desierta (hasta que llegamos nosotros) en una isla casi desierta. Una pequeña isla hecha de arena y antiguos volcanes. Una isla sin ninguna fuente. El plan de la excursión es pasar dos horas en esa playa antes de volver a bordo. Mi plan, trotar hacia el volcán más cercano. Acercarme lo más que pueda en, digamos, media hora y luego volver a la playa y bañarme. La sorpresa es que en apenas diez minutos ya estoy subiendo por la ladera, siguiendo un sinuoso sendero, y en apenas otros diez llego al borde del cráter.

La desnudez absoluta del, al fin y a cabo, pequeño volcán, el desacostumbrado paisaje lunar, me había engañado en mi cálculo de las distancias. Tengo la impresión de estar en otro mundo. Hacia el norte la bruma envuelve otro volcán en el centro de la isla. A falta de una cima, avanzo pausadamente por la circunferencia del cráter hasta el punto más alto (175 metros de altitud, luego lo averiguaré). Un camino fácil pero con el ligero vértigo de los pequeños abismos a los lados.
Tan cerca y tan lejos de todo en el borde del cráter de un extinto volcán que surgió del mar hace cientos de miles de año. Solo se oye el murmullo de la rompiente allí abajo. Me parece sentir muchas cosas; libertad, soledad, temor a la altura y al espacio abierto, belleza del paisaje, vértigo de viaje en el tiempo, mi insignificancia, emoción de estar vivo. Veo al grupo como puntos perezosos al borde del mar. Mi tiempo se acaba. Desando el cuarto de circunferencia hasta el comienzo (o el final) del sendero. Bajo en zig zag con precaución para no resbalar. Salgo poco a poco de ese otro mundo y me reintegro en éste. Hora de bañarse.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Sentimiento en entredicho

Nuestro devenir está condicionado por dos factores, lo exterior y lo interior. Paul Auster adoptaba también este criterio en sus dos (o en dos de sus) libros autobiográficos. En "Diario de invierno" se refería a lo de fuera y en "Informe del interior" a lo de dentro. Más o menos. Y lo de dentro, digo yo, está gobernado a su vez por otros dos factores, el sentimiento y la razón. Misteriosamente estos dos nebulosos principios a veces van de la mano (las más me parece) y otras veces disienten (disiente el sentimiento, la razón hace lo que puede). Lo razonable es la historia de mi vida, "no problem" con la razón. Otra cosa es el sentimiento. Hay algo que me preocupa. Sin entrar en los porqués de sentir esto o lo otro (libros se han escrito), mi problema con los sentimientos es la intensidad. Uno puede sentir alegría, pena, sosiego, envidia, compasión, mil cosas puede sentir y siente, pero ¿siente bastante?. ¿Siento bastante o soy más bien un poquito descafeinado, un poquito desalmado?.