tag:blogger.com,1999:blog-46968733861238337932024-03-28T20:56:21.198+01:00Duroderroer...with no particular place to go.
Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.comBlogger1451125tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-48881767098250564422024-03-27T06:05:00.001+01:002024-03-27T11:42:15.605+01:00Carta al director<div style="text-align: left;"> <span style="font-family: inherit;"> </span><span style="font-family: inherit;">“Qué mal funciona la Sanidad”, nos cansamos de oírlo, y de decirlo, y se nos olvidan unas cuantas cosas. Les voy a poner número.<br /></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>La primera: todo en la vida, en general, tiende a ser gris. Es una pena porque en cualquier tema, una vez admitida la grisura, queda poco margen para la polémica y la diversión, pero es así. Asumido esto, hay que reconocer que el sistema sanitario funciona regular; como debe ser.<br /></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Segunda cosa que se nos olvida: este sistema sanitario al que nos referimos es la sanidad pública y a poco que ampliemos la perspectiva nos daremos cuenta de que el problema real lo tienen los ciudadanos de los países que <i>no</i> tienen sanidad pública.<br /></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Tercera cosa: nunca la calidad de la sanidad (tecnología, formación, investigación) ha sido tan alta como ahora mismo, nunca hubo opciones de curar mayores que las actuales.<br /></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Cuarta cosa: los médicos pueden retrasar la fecha de vencimiento pero no indefinidamente. Tarde o temprano nos llega la hora, ningún médico ni ningún sistema sanitario, público o privado, puede garantizar la vida eterna (para eso preguntar en la otra ventanilla).<br /></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Quinta y última cosa que se nos olvida y que voy a intentar explicar con preámbulo y todo: De vez en cuando me acuerdo de algo que oí o leí hace muchos años referente a la sanidad en un país que no voy a especificar por las dudas (no sé hasta que punto era cierto). Aseguraba la noticia que el servicio público de salud en aquel país cubría todo hasta los cincuenta años. A partir de ese momento el Estado se desentendía. Era ni más ni menos lo que daba de sí el presupuesto.<br /></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Al final, lo que se considera un problema sanitario puede que sea más bien un tema de logística o de estadística; la gente vive más, el número de ancianos crece y los medios para atenderlos no aumentan en la misma proporción. Además, a veces hay pandemias. La vida mata, el ser humano colabora y el sistema sanitario hace lo que puede; es la economía, querida.</span></div><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-33876070036198681902024-03-24T06:13:00.000+01:002024-03-24T06:13:08.254+01:00Retrato a vuelapluma<span style="font-family: inherit;"><span> </span>No sé como se llama; no había reparado nunca en él hasta que empecé a verlo en el gimnasio. Casi siempre se paraba al lado de alguien que hacía ejercicio y le daba conversación. Parecía conocer a todo el mundo. Por su parte no le veía esforzarse gran cosa en las máquinas. <br /> <span> </span>Luego me lo he ido encontrando en otros sitios. Varias veces por la calle acompañado de un perro de esos muy delgados, una especie de galgo o de afgano, no distingo las razas. O leyendo el periódico en un bar con un café con leche; alguna vez vestido con el pantalón corto del gimnasio, enseñando las pantorrillas. En otra ocasión fui a comprar el pan y estaba él allí, contándole a la panadera que se había levantado por la noche y había tenido que sentarse en la taza del váter porque tenía la tensión baja y se estaba mareando; un tipo de confidencia que a mí no se me ocurriría hacer, por lo menos no en la panadería.<br /> <span> </span>No sé, imagino que vive solo, que necesita hablar con alguien y que lo hace a la menor oportunidad. Pero mi impresión es que no es bueno socializando. La gente conversa con él amablemente pero los lazos nunca se estrechan. Me produce una vaga sensación de tristeza, de desamparo.</span><div><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Por otra parte, a poco que lo piense me doy cuenta del buen número de coincidencias entre él y yo (aunque no tengo perro). No lo conozco (nadie conoce a nadie) y mi sistema inmunitario me hace creer que mi tristeza y mi propio desamparo son menores que los suyos; incluso que en mi caso están en valores negativos (y se trata por tanto de alegría y amparo). En fin, adapto el dicho: todo el mundo tiene lo suyo; menos yo, que tengo lo mío.</span>
</div><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-24339703046955381152024-03-21T08:19:00.001+01:002024-03-28T11:29:27.262+01:00Raíces<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Tener raíces, echar raíces; parecemos vegetales. ¿Se sentirán los árboles de algún sitio?, ¿sufre un árbol si lo trasplantan al Jardín Botánico? Margaret Atwood (la autora de “El cuento de la criada”) comentaba que su familia provenía de Nueva Escocia, en la costa atlántica de Canadá. En los años treinta, durante la Gran Depresión, sus padres dejaron esa provincia y Margaret nació en Ottawa, Ontario. Su infancia itinerante transcurrió entre Ontario y Quebec. Su madre, que era una gran narradora, siempre volvía en sus historias a Nueva Escocia, a su hogar, a sus orígenes. Esto le causaba cierta confusión a Margaret; si la tierra de su madre, de su familia, era Nueva Escocia, ¿ella, de dónde era?<br /> <span> </span>Si dos nativos de Nueva Escocia —añadía Atwood— entablan una conversación irán atando cabos hasta encontrar algo en común, una costumbre, un acontecimiento, un antepasado; algo en lo que reconocerse y consolidar así esa pertenencia a la misma tierra, esa tierra única y sin parangón en el mundo entero —esto lo he añadido yo— que es Nueva Escocia.<br /> <span> </span>Naces por azar en donde sea, digamos que en un país verde; verdes valles, montes arbolados, mar inmenso azul oscuro. Te gusta el verde y que llueva con moderación. Luego viajas y el paisaje cambia, conoces las llanuras y los campos de cereales, el color amarillo. Ah, amo el verde, qué tristeza el amarillo, quién en sus cabales lo va a preferir. Hasta que descubres el factor Van Gogh. Sus cuadros son muy coloridos pero destaca el amarillo, ¿será ese su color preferido? Se lo pregunto al algoritmo y lo confirma: el color favorito de Van Gogh es el amarillo. ¿Dónde me deja eso a mí, con mi verde, que ya me está pareciendo un poco triste? Si lo pienso bien, si lo pienso a la luz de Van Gogh el amarillo tampoco está tan mal.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-80324616803812234382024-03-18T06:40:00.000+01:002024-03-18T06:40:49.788+01:00Tarde de lluvia<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Sábado a la tarde y llueve. Me he echado un rato después de comer y de vez en cuando una racha de viento arrastra gotas de lluvia que chocan con la ventana provocando un pequeño redoble de tambor. Se está bien en casa con este tiempo. Me levanto y aparto la cortina para echar un vistazo. Veo el cielo nublado, bajo y gris. A lo lejos jirones de nubes enganchadas en la ladera del monte.<br /> <span> </span>En la calle hay una figura detenida en la acera bajo un paraguas negro. Me recuerda un cuadro que he visto en algún sitio, o un estilo de dibujos, figuras algo inclinadas en las que un paraguas abierto tapa la cabeza y los hombros, siluetas oscuras. Siempre he tenido la sospecha malévola de que si alguien oculta los rostros en sus obras es porque no le salen bien.<br /> <span> Tras unos instantes de inmovilidad, l</span>a sombra que contemplo desde un quinto piso echa a andar y desaparece por mi lado izquierdo. Brillan, recién pintadas, las rayas azules de la OTA y ha quedado un hueco libre para aparcar justo enfrente de mi ventana.<br /> <span> </span>La lluvia cae fina y mansa. Por momentos no sé si sigue lloviendo o si ha parado, a duras penas distingo la lluvia, seguramente el doble acristalamiento de la ventana y mis propias gafas me hacen verlo todo un poco más borroso. Se impone la visión en primer plano, a un metro escaso de la ventana, de las gotas más gruesas e intermitentes que caen como balas de plata del alero del tejado.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-35475591188520025462024-03-15T06:18:00.000+01:002024-03-15T06:18:26.427+01:00Una separación<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Una separación es una huida y también es una película iraní muy recomendable. La vieron juntos y les inquietó, pero no comentaron nada. En otra película argentina un profesor siempre acababa sus peroratas con el latiguillo “es complicado”. Esto lo es, aquí hay muchos más puntos de vista que personas implicadas, que personajes en escena. ¿Cuantos matices hay en una separación? Todos más uno. Es la historia de un desencanto. Maduramos, pero seguimos siendo imperfectos. Está el desgaste de la convivencia y luego el de la no convivencia, el alejamiento emocional.<br /> <span> </span>Acordaron ir a un terapeuta, un mediador, un psicólogo, un sabio, un sabelotodo, un tontolaba; duraron tres sesiones, pero sirvió para hablar sin interrumpirse, para desahogarse, para intentar ser sinceros. ¿Amor?, ella echa un bufido; amor, amor, eso es mucho decir; se gustaban, se querían sin aspavientos, ¿no es suficiente?, ¿es que hace falta amarse para formar una familia? La palabra matrimonio ahora le suena horrible. Tampoco entiende que nadie hable de su “proyecto vital”, ni que fuera un arquitecto. O lo de “rehacer tu vida”, ¿cómo se puede rehacer algo que nunca ha estado hecho?<br /> <span> </span>Una se engaña a sí misma con el amor, la engaña el ambiente, el cine y sus tontas películas de bodas. Ya en el brindis de la suya sintió que se estaba equivocando. <i>La parte buena</i>, decía el terapeuta, aha, claro que sí, la había habido, eran jóvenes, se divertían, había sexo satisfactorio, más o menos, tampoco es que batieran ninguna marca.<br /> <span> </span>Luego fueron cayendo en todos los tópicos. Al darse la vuelta en la cama él arrastraba la manta hacia su lado; así se fue quedando ella, con el culo al aire en todo. También él tenía sus quejas y ella sus manías; esas pequeñas discusiones interminables. Incompatibilidad de caracteres, se dice, pero ¿existen los caracteres compatibles? Otra cosa, ¿es el hombre un animal monógamo, como el pingüino? Y los hijos, no han querido nombrarlos, no quieren meter a los niños, es un pacto. Él le ha pedido: no nos odiemos, hagámoslo por ellos. Al oírlo, ella casi le vuelve a querer.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-45168959936474616952024-03-12T07:08:00.000+01:002024-03-12T07:08:25.255+01:00Terrible<span style="font-family: inherit;"><span> </span><i>Todo ángel es terrible</i>, escribió Rilke, y la frase ha pasado a la Historia de la Literatura. Suena bien; pero así, descontextualizada, son muy pocas palabras para tener nada claro. Al oírla mi primera impresión, más que interpretación, es entender que todo lo bueno también esconde el germen de lo malo. Pero me he mojado los pies en el comienzo del poema y dice Rilke que la belleza es lo máximo de terrible que podemos soportar, que no nos da para más terribilidad, y ahora ya no estoy seguro de nada.<br /> <span> </span>Claro que debería leerme las “Elegías de Duino”, todas ellas; pero no va a ser posible, por los símbolos. El símbolo, ¿para qué sirve?, ¿es imprescindible?, ¿podemos vivir sin símbolos? Lo mismo no. La mitología debe de estar llena de ellos. Supongo que hay ahí un juego poético, una especie de adivina adivinanza para adultos, o solo para gente con tendencias poéticas. Puede que no sea mi caso, igual me falta imaginación o espíritu lúdico. Asumo sin problemas mis carencias, en esto como en tantas cosas, también tengo mis puntos fuertes. Respeto los símbolos pero me confunden, prefiero que me digan de qué se trata directamente.<br /> <span> </span>En prosa se recomienda la claridad, que sea diáfana y transparente. ¿Por qué no en poesía? <i>No problem</i> con la poesía oscura, para gustos, por supuesto; pero también se puede hacer clara, por ejemplo: <i>y yo me iré, y se quedaran los pájaros cantando</i>, Juan Ramón Jiménez.<br /> Otra cosa, Rilke escribió en alemán. Dice uno que la musicalidad del alemán es difícil de traducir, ¿musicalidad? ¿como en <i>subanestrujenbajen</i>? Lo he mirado y la frase original es algo así como <i>Ein jeder Engel ist schrecklich</i>. ¿No es terrible la palabra terrible en alemán? Pero bueno, <i>ich spreche kein Deutsch</i>, no hablo alemán. Volviendo a la terrible frase, no descarto que algún día algo o alguien me ilumine y la entienda. Entonces podré comentar, cuando sea oportuno, que, como decía Rilke, <i>todo ángel es terrible</i>.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-3383078728857576182024-03-09T06:40:00.000+01:002024-03-09T06:40:38.823+01:00El siglo de la marmota<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Hace más de cien años, en los comienzos del siglo XX; del que, por cierto, soy nativo, como muchos; algo que tiene remedio porque cada vez seremos, o serán, menos sin remedio. Me he perdido en la frase, como un río que se adentra en el desierto y desaparece en la arena; como el Colorado, campeón mundial de la erosión, que no llega al Golfo de México —qué sorpresa me llevé al saberlo— pero no es porque se ahogue en ningún sitio sino por la mano del hombre y de la mujer.<br /> <span> </span>Retomo la primera frase (decía uno que retomar estaba mal dicho, no sé): hace cien años, más o menos, el momento que vivía la humanidad era muy parecido al actual. No me estoy expresando bien. Tercer intento, el último que me queda: hace algo más de cien años las sensaciones que tenía el ser humano eran muy parecidas a las que tenemos ahora. O parecidas a secas. Está en los libros, en la literatura.<br /> <span> </span>Como ahora, sentían que la vorágine se había apoderado del presente. Vorágine en su tercera acepción: <i>Aglomeración confusa de sucesos, de gente o de cosas en movimiento</i>. Creían que el programa de la lavadora del progreso había entrado en la fase de centrifugado, que el ser humano había conseguido hacer realidad lo que hasta entonces solo habían sido fantasías imposibles.<br /> <span> </span>¿Ejemplos? Ahí va uno: volar, ¿te parece poco? O la radio, el cine, el automóvil, la electricidad, la teoría de la relatividad. Los avances científicos y tecnológicos le parecían magia a la gente normal; como los de ahora me lo parecen a mí, que también soy normal, creo. El mismo Nueva York, por ejemplo, puede incluso que no sea en nuestros días tan efervescente como era entonces.<br /> <span> </span>Lo preocupante es que se podría suponer que los próximos cien años guardarán un parecido razonable con lo que se les vino encima a aquellos tatarabuelos nuestros: un desastre absoluto, con dos guerras mundiales incluidas. Así que aquí estamos, en la cresta de la ola, a punto de que rompa con estruendo.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-26470962988446314872024-03-06T06:30:00.000+01:002024-03-06T06:30:21.927+01:00Nuestros hermanos Coen<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Les vengo siguiendo hace tiempo. Son dos hermanos, se llevan ocho años, y se dedican al cine, o se dedicaban. He visto una entrevista que le hacían al mayor, Alberto (he cambiado los nombres, entre otras cosas). Contaba su historia. La familia tenía una tienda de ropa de caballero, aunque supongo que admitían cualquier tipo de cliente (chiste). Curiosamente fue el menor, Carlos, el que, sin haber cumplido los veinte, se lanzó a hacer el primer corto.<br /> <span> </span>Alberto, que para entonces llevaba ya un buen número de años trabajando en la tienda, se apuntó a colaborar. Hicieron un par de cortos más y luego su primer largo. Los hermanos Coen, les llamaban los amigos. Su segunda película, con más presupuesto, más trabajada y más de todo, fue un éxito. Ganaron premios y hasta estuvieron en el festival Sundance.<br /> <span> </span>Se complementaban bien, el mayor más técnico, el menor más creativo. Quizá fuera esa sensibilidad artística de Carlos unido al decreciente éxito de sus películas el origen de cierta inestabilidad emocional que provocó que, después de más de dos décadas de carrera, decidiera abandonar el mundo del cine. Todo quedó envuelto en un cierto halo de misterio.<br /> <span> </span>Alberto siguió con un par de proyectos que tuvieron poca repercusión. Al llegar la pandemia </span>—<span style="font-family: inherit;">decía en la entrevista</span>—<span style="font-family: inherit;"> todo se paró. Así seguía, un poco a la espera, barajando ideas. Contaba esta historia y aludía a su hermano Carlos con naturalidad, al parecer seguían muy unidos.<br /> <span> </span>Al acabar, el entrevistador le regaló una camiseta del programa. Alberto la extendió ante sí haciendo ese gesto de ver como le quedaba y luego procedió, mientras agradecía el regalo, a plegarla en uno, dos, tres, cuatro movimientos, a la vez meticulosos y expeditivos, hasta dejarla hecha un rectángulo perfecto, lista para ponerla en un estante o guardarla en un cajón.<br /> <span> </span>El periodista, sorprendido y divertido, le hizo un comentario y él, entre risas, reconoció que era algo que le quedaba de cuando trabajaba en la tienda familiar, que desde entonces doblar la ropa era un acto reflejo que no podía evitar.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-92001926458111158612024-03-03T06:22:00.000+01:002024-03-03T06:22:54.766+01:00Corazón<span style="font-family: inherit;"><span> </span>El otro día vi una película italiana titulada “El sol del futuro”. Es una comedia dramática dirigida y protagonizada por Nanni Moretti. Aunque a ratos flaquea, me gustó; entre otras cosas porque Moretti es casi de mi edad, me lleva dos años y quieras que no hemos compartido el mismo mundo, siquiera en la distancia (él allí arriba y yo aquí abajo).<br /> <span> </span>En un momento de la película aluden a un libro que debió de ser lectura obligatoria en Italia durante décadas. El tono del comentario era condescendiente, como diciendo: por eso también tuvimos que pasar. Bien, el caso es que ese libro, “Corazón” de Edmundo de Amicis, es, por esas casualidades de la vida, el libro de mi infancia.<br /> <span> </span>No sé como llegó a mis manos, me encantó desde la primera línea: <i>¡Primer día de clase! ¡Se fueron como un sueño los tres meses de vacaciones!</i> Es el diario de Enrico que cuenta las vicisitudes de un año escolar. Desde el punto de vista actual, la novela apesta a buenos sentimientos, es una sucesión sin tregua de tristes verdades de la vida y buenas enseñanzas, de alegrías y penas impregnadas de melancolía. Cada mes, además, el maestro cuenta una historia. Son cuentos tremebundos. En “El tamborcillo sardo”, el susodicho pierde una pierna distrayendo al ejército austríaco. En “Sangre romañola”, el niño-héroe recibe la puñalada destinada a su madre y muere. La narración de mayo, por cierto, es “De los Apeninos a los Andes” en la que Marco va a buscar a su madre a Argentina.<br /> <span> </span>Me cautivaba leer lo que contaba un niño de mi edad en una escuela que no era muy diferente de la mía. Lo curioso, y asombroso, es que el libro se publicó en Italia en 1886, hace ya cerca de siglo y medio. Importaba también, creo, que todo pasara en otro país, en un mundo de ficción al fin y al cabo.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-72570917931399937322024-02-29T06:17:00.004+01:002024-02-29T06:17:48.171+01:00Iboprufeno<span style="font-family: inherit;"><span> </span>No, si lo he puesto así adrede. El Ibuprofeno es un semidesconocido para mí, no sé si he llegado a tomarlo alguna vez. Como no lo había visto nunca escrito no entendía bien la palabra, <i>Iboprufeno</i> me parecía, ¿no suena mejor? Pero no, es ibu, ibu. Ahí va la noticia, leída el otro día en el periódico —que es ese hilo que aún me une, tenuemente, con el mundo, con la hipotética realidad—: en este país, en este estado que contiene varios países, en esta península ibérica menos Portugal —ya te estarás situando—, en este bendito/maldito territorio europeo, hay ocho millones de personas, ocho, que consumen dosis diarias superiores a lo recomendado de Ibuprofeno.<br /> <span> </span>Ocho de cuarenta y siete millones de habitantes, la sexta parte, espera que haga la cuenta, diecisiete por ciento, más o menos. Claro que no estás seguro, quién lo ha dicho, cómo han hecho la cuenta. La mitad de las noticias cuando profundizas se vienen abajo, suele haber muchos matices por aclarar. Pero bueno, algo habrá.<br /> <span> </span>Ahora, atención, esto no incluye a la gente que también toma ibuprofeno pero <i>en las dosis recomendadas</i>. Pensemos que al menos la mitad de los pacientes hace caso y sigue el consejo facultativo. Esto supondría que hay en total unos dieciséis millones de consumidores de ibuprofeno. Quedo atónito, uno de cada tres.<br /> <span> </span>Detrás del dato frío, desnudo, discutible, hay malestar, dolor, males físicos. O también psicológicos, líos que nos armamos en la cabeza, a veces con razón, otras por no se sabe qué. Sea como sea, mucho <i>Iboprufeno</i> me parece. Peor es el fentanilo, sí, claro, pero aún así.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-7087377783331526682024-02-26T06:07:00.000+01:002024-02-26T06:07:53.618+01:00Últimos ecos<span style="font-family: inherit;"><span> </span>El escenario perfecto del romanticismo (Walter Scott, Becquer) es una abadía en ruinas invadida por la vegetación. Aquí se trata de un molino, de lo que queda de un molino de río junto al viejo puente de tres ojos que en su día sirvió de punto de cobro, de tributo (pontazgo) a los viajeros que cruzaban camino de la villa próxima. Se intuye también, igual lo he leído en algún sitio, la existencia de una casa torre que defendía el puente y aseguraba con su sombra amenazante que nadie eludiera el pago. En tiempos remotos hubo en este mismo lugar un encuentro entre banderizos. Nos podemos imaginar el pequeño barrio de aire idílico: la casa torre en una orilla, el puente y al otro lado el molino hidráulico, algunas casas más y el trinar de los pájaros. Lo que no se puede asegurar es que los lugareños fueran felices.<br /> <span> </span>De la torre no hay rastro. Especulo que pueda quedar un muro maestro escondido en la estructura de las dos hermosas casas adosadas, pegadas por uno de los lados, que se alzan en su lugar. Hoy todo es paz y silencio pero de tanto en tanto bullen de vida con media docena de coches aparcados y gente que celebra algo en el amplio jardín, detrás de las casas, donde hay un pabellón o una pérgola, no sé como llamarlo.<br /> <span> </span>En la otra orilla yace un conjunto de muros semiderruidos con los ojos abiertos de antiguas ventanas y la vegetación cegándolo todo. Respecto al molino haría falta un experto para aclarar entre las piedras la disposición exacta de sus elementos. A la izquierda del camino queda en pie una casa que lleva tiempo tapiada y abandonada. Hasta hace unos años alguien cuidaba la huerta y el gallinero; un perro encadenado ladraba al paseante. Un día de fiesta vi un grupo reunido en torno a una mesa bajo la parra. Era una estampa chocante, y más comparándola con las fiestas mundanas del otro lado del río: aquella alegre y humilde familia apuraba una nostalgia que se desvanecía junto a la casa decrépita en la que se habían criado.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-2105907489164674242024-02-23T06:06:00.000+01:002024-02-23T06:06:36.417+01:00Reproducción<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Si paternidad es la cualidad de ser padre, la palabra para referirse a la condición de hijo debería ser filialidad, pero no está admitida. Esto me recuerda la vez que me encontré, hace ya muchos años, con un antiguo compañero del colegio mayor. Después de los saludos, va y me dice: <i>Y tú, ¿qué?, ¿ya te has reproducido y eso?</i><br /> <span> </span>La pregunta me sorprendió, aunque se podía esperar; por dos razones, por su desparpajo natural para decir cualquier cosa y por la circunstancia determinante de que tras estudiar Medicina se había especializado en Ginecología; tenía un interés personal en el asunto.<br /> <span> </span>Le pude contestar que sí, que ya me había reproducido. Te sientes un poco raro diciéndolo: <i>me he reproducido</i>; te sientes como una ameba que se hubiera dividido en dos; te sientes vivo de una manera básica, elemental. Y sí, me he reproducido dos veces, con la colaboración inestimable e imprescindible de mi mujer, que se encargó además de la parte más penosa; mi agradecimiento y un beso desde aquí.<br /><span> </span>La tasa de fecundidad para mantener la población es de dos con uno; no llego pero bueno, no es posible reproducirse dos coma una veces; peor será pasarse, y no miro a nadie. Es broma. En mi caso, considero que, como decían los republicanos irlandeses, <i>he hecho mi parte</i>.<br /> <span> </span>No tener hijos es una opción aceptada socialmente pero también es, de alguna manera, una modalidad benigna de suicidio, o maligna si se generaliza. Por otra parte hay que reconocer que la alternativa de adoptar una mascota tiene la ventaja de que, hasta ahora, ningún perro ha querido ir a la universidad.<br /> <span> </span>Lo natural es reproducirse, igual que un león o que un ratón. La especie debe continuar, es el punto de vista de la madre naturaleza. Todo lo demás que hagamos es de regalo, es redundante e innecesario, aunque no lo queramos asumir porque tenemos el ego inflamado y muy sensible y queremos ser algo más que un eslabón de la cadena. Igual exagero. La realidad práctica es la que es; estamos aquí, vivos y en posesión de un superpoder: el de la reproducción.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-74107371633140969192024-02-20T06:48:00.000+01:002024-02-20T06:48:47.569+01:00Literatura en las esquelas<span style="font-family: inherit;"><span> </span>En las esquelas también hay literatura. Pasa cuando alguien se rebela contra la fría uniformidad de la prosa necrológica. He aquí tres ejemplos reales de las últimas semanas.<br /> <span> </span>El primero. Tras el nombre del fallecido la esquela comenzaba: <i>Muy a su pesar nos dejó…</i> Con todo el respeto al redactor me hace gracia esa constatación de las ganas de vivir del difunto que, seguramente sin querer, también deja translucir un toque irónico.<br /> <span> </span>Segundo caso. Después de los datos habituales dice: <i>Te extraño, tanto que si lo supieran ahí arriba te dejarían venir a visitarme</i>. Extrañar a alguien que ha muerto entra dentro de lo normal, la continuación ya pertenece al terreno de la literatura religiosa o fantástica. Para el autor el fallecido sigue existiendo y está “ahí arriba” (una convención geográfica muy extendida por otra parte). Además ya metidos en cuestiones teológicas aventura que son más de uno los entes que “ahí arriba” dirigen el cotarro. No puede ser Dios; porque Dios, por definición, sí sabe cuanto lo extraña. En fin, que la parrafada es sugerente y divertida, además de emocionante.<br /> <span> </span>La tercera, y última por hoy, es esta doble frase que cierra una esquela de hace un par de días: <i>Oyó, vio y calló. E hizo bien</i>. Da qué pensar. Mi primera reacción fue negativa, se diría que al callar quiso evitarse problemas, que se escabulló, que igual debería haber denunciado lo que sea que vio y oyó. Pero luego he pensado que no, que el mensaje es una reivindicación de la prudencia. Simpatizo con ese criterio de no hablar demasiado, de medir las palabras y acogerse siempre que sea posible al comodín del silencio.<br /> <span> </span>Pero hay más posibilidades. Tal vez la explicación es más sencilla: era algo que el muerto repetía con asiduidad y los familiares lo recuerdan como detalle entrañable. También he pensado, y puede que ya sea mucho suponer, que teniendo en cuenta su edad el hombre sufriría de niño la guerra y luego la posguerra y toda la dictadura, y en aquellos tiempos sobrevivir podía depender de cumplir a rajatabla con la norma de estar bien atento a todo lo que pasaba y guardarte tus opiniones.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-721143610146464562024-02-17T06:18:00.000+01:002024-02-17T06:18:30.418+01:00Me gustas tú<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Me gustan los higos; y para comer, por abreviar, me gusta casi todo, más o menos; tampoco es tan difícil, solo hay que tener hambre. En general, mejor que te guste algo que que no te guste. Me gusta la playa sin gente, no me gusta la oscuridad; me gusta arrebujarme en la colcha, no me gusta esperar; me gustan las historias familiares, no me gusta la enfermedad; me gusta leer, me gusta escribir, me gusta vivir, me gusta y no me gusta llorar.<br /> <span> </span>Qué más; me gusta la canción de Manu Chao: <i>me gusta correr, me gustas tú; me gusta la lluvia, me gustas tú</i>; me gustan muchas cosas y me gustas tú, y tú, y tú. Me gustan todos los tú de mi vida que me gustan (tautología). No confundir con la gama de estados del alma o del cuerpo que componen una misma personalidad. Los tú a los que me refiero son los distintos seres humanos especiales para mí del pasado, presente y futuro; las personas a las que les he dicho en uno u otro momento que me gustan; que no es que sean muchas, pero, bueno, son las que son y no me voy a quejar y se lo voy a decir otra vez: me gustas tú.<br /> <span> </span>Entre ellas quisiera hacer mención de dos en particular; de ti y de ti; lo digo como el oyente que llamaba a la radio y dedicaba una canción <i>para quien ya sabe</i>, y tú lo sabes, y tú también; y yo sé bien lo que sois, lo que seréis siempre para mí.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-27516852888626175382024-02-14T06:51:00.000+01:002024-02-14T06:51:53.263+01:00Futuro indubitable<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Tenemos idealizado el fin del mundo, supongo que por culpa de la Biblia y su Apocalipsis. Aunque en el griego original “apocalipsis” quiere decir “revelación”, en castellano ha pasado a significar “catástrofe” en general o, directamente, “fin del mundo”.<br /> <span> </span>Uno espera que sea algo digno de verse </span>(el fin del mundo)<span style="font-family: inherit;">, que no habrá fuegos artificiales, que los fuegos van a ser <i>naturales</i>. Será digno de verse y difícil de contemplar, somos tan pequeños que con retransmisión televisiva por mundovisión incluida no vamos a poder abarcar algo que va a ser a escala galáctica.<br /> <span> </span>No sé cómo de repente me encuentro especulando en primera persona (del plural, eso sí) sobre el fin del mundo que se aproxima. Se aproxima, desde luego que se aproxima, mientras el tiempo no meta la marcha atrás. Cada vez está más cerca pero sigue estando lejos, lo siento y no lo siento a la vez.<br /> <span> </span>Hablo por hablar, no lo vamos a ver ni a oír ni a sentir ni a nada de nada. No nos va a tocar el Apocalipsis, que más (no) quisiéramos. Y luego, además, pensándolo con más detenimiento, sacudiéndonos el lastre de la tradición cristiana —tampoco es que esté muy enterado de como lo cuenta la Biblia— puede que no vayamos a perdernos gran cosa.<br /> <span> </span>Como todo lo que genera grandes expectativas, no me extrañaría que el fin del mundo se vaya a quedar en nada, en los minutos de la basura del universo, en los créditos de una superproducción de Hollywood que nadie lee porque la sala se ha quedado vacía.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-44211672340275406252024-02-11T06:11:00.000+01:002024-02-11T06:11:56.451+01:00Tiempos inciertos pero no tanto<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Creyeron en el año mil que el mundo se acababa; la única razón fue lo redondo de la cifra, sin más. Ahora, pasado sin novedad el hito, igualmente arbitrario, del dos mil, nos va pareciendo que el fin de los tiempos está al caer, que si no es pasado mañana será al otro. Esta vez las razones son más contundentes: sobrepoblación, cambio climático, guerras, contaminación.<br /> <span> </span>Bien no vamos, desde luego, pero caemos en un error, el de creernos el centro de la Historia —con el atenuante de que es un error en el que, sospecho, han caído los que nos han precedido y caerán los que vengan detrás—. A la larga, lo más probable es que esta época nuestra acabe ocupando unas pocas líneas en el relato del mundo.<br /> <span> </span>La paradoja es que en cierto sentido sí que somos el ombligo de la Historia, por la sencilla razón de que habitamos el presente. Tú, concretamente, eres el ombligo absoluto de tu mundo; esto es, de tu vida, y también cargas con una de las ocho mil millones de partes que forman ahora mismo ese huidizo epicentro. Por lo demás, desengáñate, no te va a tocar el fin del mundo.<br /> <span> </span>Ya sé que no es que lo desees exactamente, se da por supuesto que no, pero en el fondo de tu corazón te atrae esa posibilidad: ya que no estuviste en el principio crees que al menos te merecerías estar en el final. El caso es que, te lo merezcas o no —que no te lo mereces— el fin del mundo no te va a tocar, no va a suceder contigo presente.<br /> <span> </span>Aventurando probabilidades, calculo que antes te tocará un millón de veces el gordo de la lotería que el fin del mundo. Claro que juego con ventaja: si me equivoco y el mundo se acaba mañana nadie me lo va a poder recriminar.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-59445703937889264512024-02-08T06:30:00.000+01:002024-02-08T06:30:12.194+01:00Mi texto antibélico del año<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Hay temas que no pasan de moda. Había un periodista que todos los años escribía un artículo antitaurino. Puede que lo siga haciendo, no sé. No es por comparar pero qué es una corrida de toros al lado de una guerra; nada, un mero entretenimiento sangriento en el que apenas muere nadie (aparte de los toros). Si quieres víctimas en abundancia nada mejor que una guerra. La gente va a la guerra a hacerse matar. Los que van voluntarios, digo, no los pobres que van obligados directa o indirectamente (porque hay miradas que matan en diferido).<br /> <span> </span>La guerra es el mayor de los horrores pero, por lo que sea, por razones históricas o psicológicas o antropológicas o vaya usted a saber por qué, la guerra, a pesar de los pesares, también genera fascinación. La guerra como institución, como tradición, como fenómeno que nos acompaña desde siempre. El hombre (ese idiota) pronto inventó excusas para hacer pasar por honorable el acto de matar. Por eso había dioses de la guerra, Marte y compañía (no recuerdo ningún otro, Marte, punto).<br /> <span> </span>Causar la muerte de alguien ha estado castigado por la ley al menos desde Hammurabi, sin embargo puestos todos de acuerdo no ha habido problema para matar a discreción en el nombre de un dios, del derecho a defenderse o del derecho a agredir, que igual son el mismo derecho del revés.<br /> <span> </span>A lo que iba, la fascinación que nos causa lo bélico. Nos las hemos arreglado para hacer la guerra romántica y glamurosa: el caballo de Troya, la carga de la Brigada Ligera, el desembarco de Normandía; qué puede haber más emocionante que una operación de comandos en territorio enemigo.<br /> <span> </span>Llevamos la guerra en la sangre y celebramos sus efemérides en las fiestas patronales. Nos disfrazamos divertidos de soldados romanos, samurais, húsares napoleónicos o lo que sea y hacemos desfilar a los niños tocando el tambor. Se lo pasan bien y además se empapan en el espíritu. El espíritu de la guerra, la solución a todos los problemas.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-25085522801913192024-02-05T06:29:00.000+01:002024-02-05T06:29:47.604+01:00Por no callar<span style="font-family: inherit;"><span> </span>No he leído el artículo pero me he fijado en la foto. Son dos jóvenes matemáticos posando para la cámara. Jóvenes no tan jóvenes, quiero decir. Sobre el que está de pie, sonriente, bastante calvo, nada que decir. El otro, que está sentado, con gafas e inexpresivo, la verdad, tiene cara de tonto.<br /> <span> </span>Lo digo sin ánimo de ofender; yo mismo, lo reconozco, soy bastante tonto. Además la apariencia es lo de menos, como lo demuestra este caso, porque tonto, tonto, no debe de ser. O no tonto para todo, que por otra parte es lo normal, ser listo para algunas cosas y tonto para otras (y mediocre en general).<br /> <span> </span>No sé de que va el artículo, uno no puede leerlo todo, pero bueno, me hago una idea: irá de lo importante que son las matemáticas, más para la vida moderna (qué expresión, la vida moderna). Puede que detrás estén los intereses de alguien, de una universidad que vea peligrar su cátedra de ciencias exactas por falta de alumnos o del mismísimo Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades que vela por el futuro del país.<br /> <span> </span>Me encantaría entender las matemáticas, visualizar ecuaciones, resolver integrales, sopesar conjeturas, no sé, que me llamaran de la NASA para consultarme algo. Pero no, soy un negado, soy tonto perdido para las matemáticas (las de verdad, no las de andar por casa). Me consuelo pensando que puede que el de la foto (no sería justo llamarle el tonto de la foto) tendrá sus carencias en otros campos. Pero bueno.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-41928909580729306592024-02-02T06:22:00.000+01:002024-02-02T06:22:38.837+01:00El cuarto hombre<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Llevaba (él) dos años en Londres trabajando de conserje en un edificio de apartamentos. Estaba advertido: un conocido personaje era residente eventual. No lo había visto nunca, hasta hoy.<br /> <span> </span>Es media mañana y está sentado en su puesto, aburrido; no está bien visto que lea el periódico o —dios no lo quiera— un libro. Contempla el vestíbulo y de reojo las imágenes de las cámaras de vigilancia. En uno de los sillones un hombre teclea en su portátil; se ha instalado ahí para tener acceso a la wifi que renquea arriba, en su apartamento.<br /> <span> </span>Se abre la puerta del ascensor y sale una mujer con un portafolio. Detrás, le sigue Ringo Starr. No tiene nada de particular que llame la atención; vestido de negro, con gafas oscuras, barba recortada y pelo corto peinado hacia adelante; más bien bajo o bastante bajo; para pasar de los ochenta años se le ve airoso. El vecino que trabajaba en el rincón ha levantado la mirada y pega un pequeño respingo, también lo ha reconocido. Pausados, mujer y hombre, asistente y Mr Starr, desfilan hacia la puerta de servicio y desaparecen sin decir palabra.<br /> <span> </span>Ringo es el mayor de los Beatles, de los cuatro que fueron y de los dos que quedan. Llamarle Ringo me parece un poco faltarle al respeto. Mr Starr tampoco me convence; sería algo así como llamarle el Sr Estrrella en español, un nombre artístico que vale para aparecer en un escenario tocando el tambor —es broma— pero no para la vida civil. Además a estas alturas debe de estar hasta el gorro del pseudónimo.<br /> <span> </span>Lo correcto sería llamarle Mister Starkey, su verdadero apellido. Que recurriera a un alias ya previene un poco o sugiere que su talento requería un refuerzo, que siendo brillante no lo era tanto como los otros tres Beatles que no han necesitado de más escudo ante el mundo que sus nombres y apellidos de cuna. Richard Starkey no tiene nada de malo, supongo; tal vez el apellido suene poco <i>british</i>, suene algo ruso, como Gorki, o polaco, como Kowalski; no sé.</span><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-5125539505267201842024-01-30T06:10:00.001+01:002024-01-30T11:39:36.625+01:00Movie Quiz<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Hay quien dice que hay que exagerar, que de por sí la vida es aburrida. Oigo lo mismo, con una pequeña variante, en una película: <i>me encantan los chismes, mejoran la anodina realidad</i>. No estoy de acuerdo. La realidad es demasiado etérea, inaprensible, errática, para poder decir que es aburrida (el aburrimiento no existe, lo que hay es aburridos).<br /> <span> </span>Exagerar puede estar bien; incluso puede que sea obligatorio, pero en la ficción. Hasta el gran Henry James exageraba a veces. En un cuento suyo un personaje femenino confirmaba la avanzada edad de su tía asegurando que tenía ciento cincuenta años; y no queda claro si lo dice medio en broma o totalmente en serio. Si lees una novela sabes que no se trata de la realidad; aunque suele pasar, paradoja, que la ficción a menudo se mueve a niveles de sorpresa por debajo de lo real; no por encima como se podría suponer.<br /> <span> </span>En el cine, como ficción que es, también se exagera. Un caso paradigmático es el del cine clásico, aquellas películas en blanco y negro. El público era más inocente y había que subrayarle las cosas para que quedaran claras. Era frecuente entonces insertar en una escena primeros planos de los personajes poniendo cara de lo que fuera pertinente: asombro, alegría, astucia, codicia, desolación. Viendo ahora esas películas te das cuenta al momento: ese primer plano lo han metido con calzador.<br /> <span> </span>Por ejemplo, este fotograma de una película de los años treinta (¿quién es esa chica?, ¿ves la chispa en su mirada?). El director le ha dicho: recuerda, no le amas pero le has cogido cariño y no quieres herirle, le miras con compasión y simpatía enigmática, un poco como Monalisa; sí, ¡lo tienes!; aguanta, ¡claqueta!, ¡rodando!</span><div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEih0qH1K7Y6HLHljXhcPW82VBhVDzYIlJjCamLNUaCAK6wL61mO-lO6pG7n4PdI4FQ8nNxuSGdDByjcGNkdSnVNVCmLnCKPKpeXI3E51Ow83w5NroGMZSLWYWjyVBYnSCXccJh49sdrOBgUNit_xwWtE2Q-BLwS5DNYP3pReARUe5eX66asUa30MnZF/s708/vlcsnap-2024-01-29-18h00m13s491.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="525" data-original-width="708" height="237" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEih0qH1K7Y6HLHljXhcPW82VBhVDzYIlJjCamLNUaCAK6wL61mO-lO6pG7n4PdI4FQ8nNxuSGdDByjcGNkdSnVNVCmLnCKPKpeXI3E51Ow83w5NroGMZSLWYWjyVBYnSCXccJh49sdrOBgUNit_xwWtE2Q-BLwS5DNYP3pReARUe5eX66asUa30MnZF/s320/vlcsnap-2024-01-29-18h00m13s491.png" width="320" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div></div><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-45446229065687515522024-01-27T07:07:00.000+01:002024-01-27T07:07:08.783+01:00Genji (y2)<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Genji, primera novela de la historia / El Quijote, primera novela moderna. Comparemos ambos comienzos.<br /> <span> </span>Inicio: <i>En un lugar de la Mancha</i> / <i>En cierto reinado</i>.<br /> <span> </span>Acotación: <i>de cuyo nombre no quiero acordarme</i> / <i>(¿de quién podría haber sido?)</i>.<br /> <span> </span>Reanudación: <i>no ha mucho tiempo vivía un hidalgo</i>... / <i>alguien de no muy alto rango</i>…<br /> <span> </span>Cierto que Cervantes se mueve en el espacio (donde) y Murasaki en el tiempo (cuando), pero en ambos casos se mantiene esa contraposición de ida y vuelta, de amagar y luego negar, te sitúo en el escenario en general (<i>La Mancha</i> / <i>un cierto reinado</i>) pero seguido te oculto los detalles (el nombre concreto del lugar / la identidad del emperador). A continuación en ambas obras se presenta al personaje (<i>un hidalgo</i> / <i>alguien de no muy alto rango</i>). </span><span style="font-family: inherit;">Por desgracia no me es posible consultar la versión en japonés y mucho menos la original en japonés medieval.</span><div><span style="font-family: inherit;"></span><span style="font-family: inherit;"><span> </span>Es prácticamente imposible que Cervantes conociera la novela de Genji (la primera traducción que apareció en Europa es de 1933). Lo que no es tan inverosímil y hasta se podría considerar probable es que Royall Tyler optara por esa forma específica de comenzar su traducción bien fuera como reflejo inconsciente de su cultura occidental o como homenaje consciente a Cervantes. El resultado, en todo caso, ha sido esta discordancia temporal de que el comienzo de la primera novela de la historia (o su traducción al inglés) plagie, de alguna forma, a la primera novela moderna, escrita seiscientos años después.</span></div><div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-40618160801473123352024-01-24T06:43:00.000+01:002024-01-24T06:43:52.301+01:00Genji (1)<span style="font-family: inherit;"><span> </span>“Genji Monogatari”, la historia, la novela, el romance o el relato de Genji, es un clásico japonés del siglo XI y en opinión de muchos la primera novela de la historia. Si ya impresiona hablar de una novela de hace mil años (y de más de mil páginas) más sorprendente aún es que la autora fuese una mujer, Murasaki Shikibu, dama de la corte imperial.<br /> <span> </span>Todo en aquella sociedad era diferente empezando por el idioma y su forma de construir las oraciones. Pasar del japonés a cualquier lengua occidental es complicado, una traducción literal es prácticamente incomprensible para nosotros (dicen). Tal empresa ha sido y sigue siendo un desafío.<br /> <span> </span>Por lo que he podido ver solo hay una traducción directa de “La historia de Genji” al español (hecha en el Perú hace bien poco, no he podido consultarla). Hay otras dos indirectas que traducen del inglés, idioma en el que existen varias versiones. Estas pueden diferir en casi todo unas de otras y, sospecho, también del original.<br /> <span> </span>Investigando, he llegado a la del académico inglés Royall Tyler, de 2001, una de las más apreciadas y, por lo que dicen, la más fiel. He curioseado el principio, que dice: <i>In a certain reign (whose can it have been?) someone of not very great rank</i>... que traducido podría ser algo así: <i>En cierto reinado (¿de quién podría haber sido?) alguien de rango no muy elevado</i>... Mi sorpresa ha sido mayúscula, ¿no recuerda al comienzo de “El Quijote”?</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-16827869762567817242024-01-21T06:59:00.000+01:002024-01-21T06:59:05.769+01:00La edad de oro de la carta manuscrita<span style="font-family: inherit;"><span> </span>“Carta de una desconocida” es el título de una novela corta de Stefan Zweig. Se publicó en 1922, en plena edad de oro de la carta manuscrita. Hoy en día ese bonito título sería anacrónico, ya apenas se escriben cartas. Uno siente la tentación de añadir “por desgracia” pero lo piensas un poco y te callas, o casi. Por cierto, el primer sello postal es de 1840, anteayer.<br /> <span> </span>Antes de eso, sin sellos y todo, a Voltaire le adjudican unas 20.000 cartas. Hay casos peores, de George Bernard Shaw se dice que llegó a escribir un total de un cuarto de millón entre cartas y postales. El atenuante es que en gran parte fueron respuestas —acuses de recibo— a las que el recibía a cuenta de su fama. Culpable sin posible redención, a no ser que lo sea su obvio trastorno psicológico, fue Lovecraft del que se estima que pudo escribir unas 75.000. Otro campeón fue Henry James que ronda las 15.000 (bien es cierto que nunca se casó).<br /> <span> </span>Ya descendiendo a terrenos casi humanos, Gustave Flaubert escribió cerca de 5000 a lo largo de su vida. Podría pensarse que con este entrenamiento los libros le saldrían solos, pero fue al contrario. A Hemingway se le adjudican 6.000; de R L Stevenson sobreviven 3.000; de Kafka alguien cuenta hasta 1742, de ellas más de 500 a Felice Bauer.<br /> <span> </span>Tampoco hacía falta ser escritor, llaman la atención las 3500 que intercambiaron a lo largo de treinta años Eleanor Roosevelt y su amiga más que íntima la periodista Lorena Hickok. 820 le escribió Vincent Van Gogh a su hermano Theo. Hace poco ha salido un libro sobre las 865 que cruzaron en quince años Albert Camus y María Casares, actriz. Etcétera, etcétera. Sorprende que nadie, que se sepa, haya muerto a causa de los vapores tóxicos de la tinta.<br /> <span> </span>La razón obvia para esta fiebre epistolar es la necesidad humana de comunicarse. Durante gran parte de esa edad de oro de la carta manuscrita no había ninguna otra forma de relacionarse a distancia. Tras la invención del teléfono los acontecimientos se precipitaron y para finales del siglo XX ya se podía ir uno a las antípodas sin perder el contacto. <i>A veces llegan cartas</i>, cantaba Raphael, qué tiempos.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-83901851088607736562024-01-18T07:02:00.000+01:002024-01-18T07:02:39.015+01:00A tumba abierta<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Tenía un compañero que de vez en cuando se ensimismaba escribiendo listas de nombres y fechas. Se había licenciado en Historia, aunque ya no tenía ninguna conexión con el mundo académico ni con la enseñanza. Un día le pregunté qué hacía y confesó que era un ejercicio de memoria que repetía de vez en cuando. Aquellas listas que repasaba una y otra vez eran las de los reyes de los distintos reinos peninsulares o, la lista madre de todas las listas, el desafío final a la memoria, la de los papas de Roma; cada uno con los años de inicio y final de su pontificado. Julio II, 1503-1513</span> —por ejemplo—<span style="font-family: inherit;">.<br /> <span> </span>He intentado un par de veces cosas parecidas —aunque infinitamente más modestas— sin éxito. Así, una vez me propuse aprender los nombres de las nueve musas y sus respectivas artes. Ahora mismo solo me vienen dos, Talía, musa del teatro, y Clío, de la Historia; las dos que, sospecho, ya me sabía de antes. Bueno, y Terpsícore, pero no me preguntes de qué es musa. Lo puedo mirar, claro; igual esa es una de las razones por las que se nos está encogiendo la memoria: porque ahora ya se pueda mirar todo y por instinto renunciamos a hacer el esfuerzo de retener un dato.<br /> <span> </span>La memoria nace y muere con uno. Desde muy pronto vamos acumulando recuerdos —y modificándolos, para decirlo todo— y al mismo tiempo vamos olvidando parte de lo aprendido —la mayor parte, para seguir siendo sinceros—. Durante años el balance es positivo, se incorporan más recuerdos de los que olvidamos y la memoria va creciendo, hasta que llega un día —que nos pasa desapercibido por completo— en el que empezamos a olvidar más de lo que memorizamos. Ese día debería sonar una campana en nuestro cerebro, o algo, que nos avisara. A partir de ese momento la memoria es como un coche que está bajando un puerto y que poco a poco va perdiendo los frenos. Lo malo, o lo bueno </span>—<span style="font-family: inherit;">no sé</span>—<span style="font-family: inherit;">, es que a menudo el conductor ni se da cuenta.</span>
<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4696873386123833793.post-5590359380683444222024-01-15T06:25:00.001+01:002024-01-15T11:41:02.158+01:00Memoria de libro<span style="font-family: inherit;"><span> </span>Escribió Amos Oz, en su novela autobiográfica <i>Una historia de amor y oscuridad</i>, que de niño no quería ser escritor sino libro; razonaba que un escritor muere y desaparece como cualquiera, en cambio un libro perdura, aunque sea en un rincón olvidado de alguna librería.<br /> <span> </span>Desde ese punto de vista, el de la supervivencia, un libro es superior a un ser humano —admitido— pero no tanto; sigue siendo un objeto frágil, que acabará sucumbiendo al paso del tiempo. Pero hay otra cualidad que poseen los libros tan digna o más de ser envidiada que esa de la perdurabilidad; me refiero a la memoria.<br /> <span> </span>Mientras exista, un libro posee la memoria total de lo que contiene. Lo escrito en cada renglón de cada página se mantendrá íntegro hasta el final. Un final que —insisto— llegará algún día; como es lógico, sano y natural. Ser inmortal debe de ser una de las penas —si no la única— que acarrea ir al infierno. Para mí quisiera esa memoria del libro que estoy muy lejos de poseer.<br /> <span> </span>Pensando en ello me he dado cuenta de que es en este tema de la memoria en el que debo de estar más alejado de Borges. Más alejado, digo, porque en todo lo demás también estoy lejos, claro. Al parecer Borges tenía una memoria excepcional, era capaz de evocar líneas o poemas completos de casi cualquier autor de mérito, fuese este contemporáneo o de siglos pasados. Muchas veces, además, en su idioma original. Por mi parte he desarrollado la habilidad de una vez leído un libro olvidarlo completamente en el plazo de unos pocos meses. </span>Lo único que suele quedar es una difusa impresión de si la lectura
resultó agradable o no.<div class="blogger-post-footer">...with no particular place to go.</div>Javierhttp://www.blogger.com/profile/00121495298838452893noreply@blogger.com0