miércoles, 19 de agosto de 2015

Extraña visita

Sí, ahora sí lo oía. Tres golpes nítidos en la puerta. Me había parecido oírlo antes, pero ¿quién iba a llamar así?, ¿se había estropeado el timbre?, ¿se había ido la luz?. Miré por la mirilla. Era un hombre que esperaba con las manos enlazadas por delante, ¿asiendo un sombrero?. Abrí intrigado y esbozó una sonrisa. "¿Sí?" es lo que hubiera dicho normalmente, pero algo en su actitud, en su expresión me impulsó a decir en cambio "¿en qué puedo ayudarle?". Acentuó su sonrisa, complacido, "buenos días, J.", me dijo. Bueno, un vendedor, pensé, me llama por mi nombre tuteándome, malo. Supongo que fruncí el ceño, porque se apresuró a añadir mostrando las palmas de las manos (que no asían ningún sombrero), "no, no, mire soy del censo y vengo para trasmitirle una comunicación, digamos, oficial". Ahora me trataba de usted.. y decía ser del censo (¿no debería mostrar algo, una credencial?) y traía un mensaje, un aviso, algo que "el censo" me quería comunicar... "Pues dígame, o dime", ya no sabía como tratarle. "Mire, o mira", siguió, recuperando su expresión afable, "en unos días vas a cumplir sesenta años", pausa interrogativa que respondí con un movimiento afirmativo de cabeza (y puede que con un gesto de preocupación). "Le queríamos comunicar que está usted, o que estás tú J., amortizado". Un torbellino de sensaciones e interrogantes me aturdió. Había dicho sin ninguna duda "amortizado". ¿Cuándo está uno "amortizado"?, ¿era algo bueno o malo?, ¿qué departamento de qué institución lleva esa cuenta de las amortizaciones de la gente?, ¿había dicho "censo" pero era la seguridad social y ésto tenía algo que ver con la jubilación?, ¿me estaba diciendo que ya me tocaba morirme?, ¿estaba soñando?.

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