domingo, 30 de septiembre de 2018

The Sound of Simon

Paul Simon se ha despedido de sus actuaciones en directo interpretando "The Sound of Silence" en un concierto en Nueva York no lejos del barrio en el que se crió. Simon compuso esta canción con 22 años (hace 55) y la grabó con el solo acompañamiento de su guitarra y la segunda voz de Garfunkel. Se incluyó en el LP  de 1964 "Wednesday Morning, 3 A. M." (con el título en plural, "The Sounds of Silence"), y pasó sin pena ni gloria. Sin embargo al cabo de unos meses la canción empezó a sonar con insistencia en algunas emisoras y el productor Tom Wilson sin consultarlo con el autor añadió más instrumentos y en septiembre de 1965 volvió a lanzarla. En enero de 1966 llegaba al número 1. Como consecuencia Simon y Garfunkel, que ya no eran dúo, volvieron a colaborar y grabaron otros tres albums juntos. En la siguiente década el título perdió la s del plural en las ediciones de grandes éxitos y recopilaciones. Así los sonidos del silencio originales pasaron a ser un único sonido del silencio, que me parece más cercano a la realidad, siendo la verdad última que el silencio no tiene ningún sonido, supongo (Miles Davis debió decir alguna vez que el silencio es el ruido más fuerte). En todo caso es bonito, sí, y el comienzo de la canción impresionante y en las condiciones adecuadas (esto es en un parque al anochecer de un cálido día de otoño) te puede emocionar y hacerte sentir algo (aunque no sepas con exactitud qué). Escucha, ya va a sonar el punteo: Dli dlo dla di, Dli dlo dla di, Hello Darkness My Old Friend... Hola oscuridad, vieja amiga... uf. Luego la letra no me parece tan sugestiva, (está bien lo de las palabras de los profetas escritas en las paredes del metro) pero ese comienzo me encanta (y me gusta más la primera versión "desnuda"). Todos vamos hacia la oscuridad y puede que ya la conozcamos un poquito de antes, tranquiliza pensarlo.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Era esto

Te mueres y te encuentras sentado en un palco de un teatro. Es la sala en la que asististe a la única representación de ópera de tu vida (for the record la ópera fue "La forza del destino"). La función está a punto de empezar, y según se abre el telón los murmullos del público (la sala está llena) se apagan rápidamente. En el escenario, envuelto en una luz suave de varios colores, está Dios. Comienza a hablar, es un monólogo, tipo el club de la comedia. Te dices a ti mismo, "así que era esto", y razonas que debes estar en el cielo, en el paraíso. Al final eres uno de los justos, ¿dónde estarán los réprobos?. Hay que reconocer que Dios habla muy bien, con mucha gracia (de la de reír, no entras en la otra). Aunque no se dirige a nadie en particular lo que dice te parece un diálogo con tus propios pensamientos. Se te ocurre que en algún punto de la sala estará San Pedro, un "justo" seguro, y que a pesar de haber muerto hace dos mil años ha comenzado a ver y oír el monólogo de Dios al mismo tiempo que tú. Puede que para él estemos en un anfiteatro romano y también se sentirá aludido. Piensas que esto debe ser algo relacionado con las almas que estarán toda la eternidad embelesadas en la presencia de Dios. Te viene ahora a la mente, o tal vez lo está contando Dios, lo que le pasó a Larry David en un episodio de su serie "Curb your enthusiasm" (modera tu entusiasmo). Su esposa Cheryl quiere renovar los votos matrimoniales y promete amarle y acompañarle por toda la eternidad. Larry se queda confuso y le responde que él creía que se habían comprometido "hasta que la muerte les separase", que después él se veía soltero (single). Dios bromea sobre esto y también se pregunta (retóricamente porque saber, sabe todas las respuestas, claro) con cual de sus maridos se reencontraría una mujer que se hubiera casado más de una vez. Si la eternidad es un monólogo de Dios, con ninguno, piensas. La eternidad acaba de empezar (pero la eternidad siempre acaba de empezar, ¿no?), y desde luego solo Dios sería capaz de seguir el monólogo hasta su no-final.