Morigerado. Quería meter
la palabra en el texto así que he pensado que lo más fácil, si no
lo mejor, era soltarla de entrada. Ya está, hecho. La soñé el otro
día (a veces sueño palabras) como quien sueña con un tren de
mercancías que traquetea polisilábico. Morigerado significa
moderado, sensato, prudente. Si lo pensamos son cualidades que hoy en
día no tienen buena prensa, algunos interpretan aburrido, segurola,
pusilánime. Si te lo llaman se puede pensar que te están faltando.
No es así. De todas formas nadie te lo va a llamar, supongo que está
en desuso. En inglés (he mirado) la traducen con dos palabras
compuestas “well-behaved” y “law-abiding”. O sea, “que se
comporta” y “acatador de la ley” en traducción libre y
farragosa. ¿Cómo puedo haber soñado con semejante palabra? La
única explicación que se me ocurre es que ha sido por haber vivido
ya demasiado. Morigeración, con perdón, es mi deseo para el nuevo
año, que por cierto empieza mañana. Bienaventurados los pacíficos
(los morigerados), no los pacifistas, ya que los hay belicosos, como
aquel que dijo que no soportaba la violencia, que cuando veía un
violento le daban ganas de retorcerle el pescuezo (como a un pollo).
martes, 31 de diciembre de 2019
viernes, 20 de diciembre de 2019
Bonjour Tristesse
Nunca me ha cuadrado que
en el evangelio Jesús se mosqueara en el templo y arremetiera contra
aquellos comerciantes. La ira divina, dicen, pero al fin y al cabo
solo se estaban ganando el pan cambiando moneda y vendiendo ganado a
precio de mercado. ¿Tan fácil se faltaba entonces al respeto a
Dios? La verdad, me vienen a la cabeza muchas situaciones en las que
vería más disculpable una reacción airada. No sé si hay algún
otro pasaje de ese cariz en el Nuevo Testamento. Como
contrapartida dicen que hay tres momentos en los que Jesús llora.
Eso sí lo puedo entender. Las mentalidades cambian, las opiniones
son de todos los colores (recuerda que hay tantas como culos) y dos
mil años después la ira sigue teniendo partidarios. ¿No es un
disparate? Enfadarse es humano, pero no es práctico, no resuelve
nada. Enfadarse es volver a la infancia, ser niño otra vez y
recurrir a la pataleta. Algunos parece que mantendrán ese espíritu
hasta la misma hora de la muerte. Espero que no me pase. He creído
ver en mí una (lenta) evolución. Ante los dramas de la vida cada
vez siento menos ira y más tristeza. Reivindico la tristeza como un
refugio para el alma. La pacífica, compasiva, solidaria tristeza que
me acompaña cada día (y a la que saludo al despertarme, bonjour
tristesse). Tanto derecho tenemos a buscar la felicidad como a
refugiarnos en la tristeza. Quiero despojar a la ira de su disfraz de
santa, cubrir con él a la tristeza y nombrarla sagrada. Que sea la tristeza sagrada y no la ira ni el deseo de venganza la que nos guíe.
Ante la crueldad del mundo me propongo contar hasta diez antes de nada,
guardar un minuto de silencio, acogerme a sagrado, a la sagrada
tristeza.
miércoles, 11 de diciembre de 2019
No-poema del escritor desconocido
Voy a la feria del libro,
donde, he leído,
van a estar
escritores desconocidos,
ezezagunak
Está bien,
es una oportunidad.
Desconocidos pero
publicados,
se entiende,
una aparente paradoja.
Pero espera, he leído
mal,
los que van a estar
son escritores conocidos,
ezagunak
El subconsciente quería
que me viera reflejado
en ese espejo.
Puedo llamarme desconocido
pero no escritor
aunque escriba pequeños
textos sin importancia.
Había tecleado escrutor,
estos torpes defos
haciendo también de subconsciente.
Lo que soy es un diletante
que cree
que apilando palabras
en una columna de
equilibrio precario
tal vez sea posible
construir un poema.
miércoles, 4 de diciembre de 2019
Michel y Virginia
Montaigne, mon amour,
precursor del autoexamen y del arte de andarse por las ramas. Si te
gustó “Michel y los indios tupinambá”, te encantará “Michel
y el monólogo interior”. Todo empezó con el accidente ecuestre,
cuando Asuntos Internos le encargó un informe. Se le fue de las
manos. Cada monólogo vital empieza en el útero, con los primeros
chispazos de consciencia transmitiendo en morse: “floto”. Y
seguiría Descartes racional: “Floto, siento, pienso, existo,
muero”, en presente de indicativo, el tiempo favorito de la
conciencia, tuya, mía y de Michel, y de Virginia. Vadeo el río de
mi conciencia y sueño con rescatar a Virginia que se nos ahoga en el
suyo con piedras en los bolsillos. Yo decía “Virjinia” hasta
toparme con Virginia (virllinia), la segunda del tándem Masters y Johnson.
Toparme y enamorarme de su voz, serena, más grave que aguda, que se
hace ronca al susurrar. Una voz llena de calma y buen juicio, con una
cadencia armoniosa que me convence con sus inflexiones más que con
sus razones. En realidad, me he informado, esa Virginia es tres
mujeres a la vez. El físico es de Lizzy, la personalidad de Johnson
y la voz de María, actriz de doblaje. Cada vez que la escucho salto
con una sonrisa, ¡Virginia! La otra Virginia, Woolf, leyó a
Montaigne y se vio a sí misma. Si aquel hablaba de su gata, Woolf
escribió de Flush, un perro spaniel. Si Montaigne se perdía por el
delta del Nilo en sus divagaciones, Virginia llevaba el caudal del
Mississippi en su flujo de conciencia. Trenzamos el monólogo
interior y algunos, debidamente motivados, lo han transcrito. Si el
señor Williams les puso una raqueta en la mano a sus hijas Venus y
Serena a los cuatro años, Virginia a los cinco le contaba un cuento
cada noche a su padre y Pierre quiso que el latín fuera la lengua
natural de su hijo Michel. Este avisó a Virginia que Tasso, el
poeta, se arrebató con la épica y se volvió loco. Michel le dijo,
Virginia, aprende de Tasso, no seas tan intensa, suspende el juicio o
acabarás ahogándote en tu río Mississippi. O eso pienso que le
podría haber dicho, aunque no lo sé.
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