lunes, 12 de diciembre de 2011

Hola y adiós.

¡Hola!. Esto es un comienzo, un pequeño comienzo. Hola y adiós. La vida, ese gran tema de conversación, es lo que hay entre el primer "hola" y el último "adiós". Nuestro día a día es una sucesión de pequeños episodios con su "hola" y su "adiós". Cápsulas de tiempo rellenas. Comienzos y finales que van puntuando (implacablemente) mi historia, que es lo de dentro. Muchas veces, la mayoría, no llegamos a pronunciar los saludos. Por ejemplo si leo un libro, o si oigo la radio, o si soy un maleducado y no saludo antes de pedir un café. Sospecho que los ratos que pasamos fuera de estos episodios temporales sólo son intermedios de los que disponemos para reflexionar sobre lo acaecido en episodios anteriores. La duda que tengo es quien marca el ritmo. Quien decide mis holas y mis adioses. En todo caso "it takes two to tango", para bailar (el tango) hacen falta dos. Nuestra historia (la que nos comprende a los dos) es el conjunto de "cápsulas rellenas" que compartimos. Nuestra colección de episodios. Cada vida es una sucesión de holas y adioses, una colección de multitud de episodios con diferentes protagonistas. Todas las vidas son una especie de programación completa de la televisión total. ¡Adiós! (pero pequeño adiós).

viernes, 25 de noviembre de 2011

Vida y literatura

Escribir provoca la ilusión de crear. Las palabras en fila india son un producto destilado de la mente. El esbozo de idea que resulta cada vez, es sólo una de las muchas posibles formulaciones que intentan aclarar la nebulosa de nuestro pensamiento. Cuando escribo sobre la vida lo que me sale es literatura, no vida. Este blog está lleno de literatura. Buena o mala, pero nunca vida; siempre literatura. Ahora bien la literatura no es posible sin vida. Va irremediablemente unido a ella. La literatura es un trasfondo de la vida o la vida es un trasfondo de la literatura; no estoy seguro. Esa es otra cosa que tienen las palabras, que uno se acaba liando con ellas.

martes, 15 de noviembre de 2011

Lovecraft lo sabía

O ese es el recuerdo que tengo de un par de historias suyas. En ellas el protagonista se asomaba a un pozo, cueva, mazmorra o lo que fuera y quedaba tan impresionado por lo que veía que era incapaz de describirlo. La presencia, ser maléfico o diablo era tan horrible, tan espeluznante, ¡olía tan mal! que no había palabras para expresarlo. Así lo han entendido muchos autores cuando aciertan con un planteamiento sugerente, fascinante, original. Porque, por ejemplo, imaginemos una novela que empieza a medianoche cuando alquien llama a la puerta. Ya hemos plantado una inquietud, como poco, y mala novela será si éste resulta ser el momento cumbre de toda la narración que a partir de ahí va siendo cada vez menos enigmática y más aburrida a medida que vamos conociendo una historia más y más prosaica. Por eso puede ser un acierto dejar partes en sombra o un final abierto. Describir una cara o decantarse por un final implica descartar otras cuasi infinitas posibilidades. Por eso, como ya sabía Lovecraft, es mejor dejar a la imaginación del lector la descripción del horror. Cada uno acudiremos a nuestros propios fantasmas y el astuto Lovecraft conseguirá su propósito mejor que si se hubiera limitado a describir un único, limitado, inocente monstruo de cartón piedra.

lunes, 24 de octubre de 2011

Sucedió en el desayuno

Sucedió en el desayuno. Se podría considerar como un incidente de baja intensidad o un acontecimiento de perfil modesto. El caso es que desayuno habitualmente ocho galletas María, ocho; unidas de dos en dos con un poco de margarina de la que cuida mi corazón. Esta mañana quedaban cinco galletas redondas del paquete anterior. Un pequeño inconveniente ya que esas solitarias galletas, especialmente la de arriba, era muy posible que estuvieran algo reblandecidas; bueno es un detalle menor. Me faltaban pues tres galletas para completar mi ración. Y tenía la nueva caja de galletas sin abrir. Una caja de galletas María cuadradas. He procedido a la apertura y he depositado sobre la mesa las tres galletas cuadradas que necesitaba. Cinco redondas y tres cuadradas, números impares. He experimentado una cierta excitación. Ligera, no quisiera exagerar. No iba a haber más remedio que "casar" una galleta redonda con otra cuadrada. Toda una revolución de formas en la mesa. Diría que he usado el cuchillo y la margarina con ilusión. Primero las redondas. Como suele pasar a menudo una se había roto al sacarla del plástico o celofán. Afortunadamente era un corte limpio en dos trozos, así que la margarina aplicada a su pareja entera ha sellado la ruptura sin mayor problema. Mecánica y pulcramente he seguido con la segunda pareja, también redondas. Cojo la quinta galleta, emoción, y la unto de margarina. Vuelvo una cuadrada y las uno con precisión. Tomo el resultado con dos dedos, lo elevo y contemplo la silueta recortada contra la claridad que entra por la ventana de la cocina. Tengo la pareja híbrida, mixta, con sus cuatro puntas de una galleta sobresaliendo y entre ellas los arcos de circunferencia de la otra. Novedad, diseño, belleza que rompe el ayuno. Deposito las dos galletas en el pequeño montón ya preparado y termino la operación con el acople de las otras dos galletas cuadradas. Me doy cuenta, tarde, de que podía haber combinado tres veces las dos formas de galletas. Siempre hay posibilidades que a uno se le escapan. Sucedió en el desayuno.

lunes, 3 de octubre de 2011

Sucedáneo

Se me ha pasado septiembre sin escribir, será porque ha hecho tan bueno. Y hoy he recordado un sueño. La impresión que tengo es que he estado soñando lo mismo toda la noche, al menos tres veces. Hay un preámbulo confuso en el que me movía por unas ramificaciones o túneles y pensaba que tenía que recordar el camino para poder regresar con los sueños del final. Parece que lo he conseguido. El sueño era que estaba en un bar sentado en una mesa junto a la puerta de cara a la barra y entraban dos hombres, dos hombretones, y uno de ellos, de rasgos algo achinados y con una pequeña coleta, se acercaba al dueño que estaba tras la barra y le tiraba encima el contenido del vaso que llevaba en la mano. En las versiones previas del sueño lo que le tiraba era un vaso de whisky u otra bebida alcohólica, pero en el último sueño (el corte del director del sueño recurrente de esta noche) era un refresco de naranja. No zumo exactamente como se verá en seguida. Y es que los dos tipos salían del bar y el barman hacía el ademán de seguirles. Pero yo mismo u otros presentes le decíamos o le gritábamos en silencio (ya que no se pronunciaba palabra) que no fuera tras ellos, que no pidiera explicaciones, ya que intuíamos que eso sería contraproducente, que originaría más violencia, que resultaría herido. Yo estaba asustado y me daba cuenta de que tenía miedo, de que en ese momento resultaría de lo más conveniente ser invisible. Entonces el hombre del vaso entraba de nuevo y le decía al barman (que era el dueño): "Queríamos beber zumo de naranja, no esta puta mierda". Caramba, pensaba yo, si que le ha sentado mal que le dieran ese sucedáneo. Es que esos refrescos dulzones baratos, de naranja no tienen más que el color.

lunes, 22 de agosto de 2011

Opiniones en el tiempo

Me acuerdo de un disco que tenía (y sigo teniendo por ahí guardado) y que en la contraportada declaraba estar grabado en "glorioso sonido monoaural". También ponía "para ser tocado al máximo volumen". No parecía mala idea, entonces. Así, hubo un tiempo en que creía que una buena forma de estar en el mundo era tener una opinión formada sobre unos cuantos asuntos. Algunos trascendentes y otros menos. Qué menos que posicionarse de forma razonada, brillante a ratos, a poder ser, y con un toque de originalidad y buen humor. Ése podía ser yo, entonces. Ya no estoy tan seguro.
Pasa el tiempo. Antes nos cansábamos el segundo día en París. ¿Hoy también a andar?. Ahora podría pasear (andar/pasear, ¿se capta la sutileza?, es broma) hasta tres días por París. No he cambiado tanto. Tampoco me parece mala idea escuchar música en sonido estereofónico y a un nivel moderado (ya se sabe lo sordos que se han quedado algunas estrellas del rock). Bueno y ya puestos ¿has probado el dolby surround?. Se oye por todas partes. Te sientes en el medio del concierto, o de la película. Pues lo mismo con las opiniones. ¿Por qué tener una sólo, si además es casi seguro que estaré equivocado?. Hay quien está totalmente convencido de su "opinión monoaural"" y la expresa "al máximo volumen". No es que me parezca mal, no descarto que en la vorágine del paso del tiempo vuelva a pensar que es la mejor opción; pero ahora mismo me está pareciendo mejor ponderar una par de opiniones (estéreo) o buscar el máximo posible de ángulos a una situación (dolby surround). No todos los ángulos, porque va a ser que es imposible...

viernes, 5 de agosto de 2011

Respiración acompasada

¿Sabías de la existencia de los respiracionistas?. Todos respiramos (hasta que no respiramos) y también todos comemos y bebemos; aunque algunos se lo están pensando. Lo de comer y beber, digo. Los respiracionistas aspiran a vivir del aire. Artistas ha habido a lo largo de la historia que lo han intentado y conseguido en gran medida. Pero ésos son otros más metafóricos. Estos quieren literalmente vivir de la energía que absorben de... de no sé dónde. Algo relacionado con el concepto "prana", "lo vital" en sanscrito. Hay un precedente en el mundo animal: Aquel burro que cuando estaba ya casi acostumbrado a no comer, se murió. La credibilidad de los breatharians (respiracionistas angloparlantes) sufrió un duro golpe cuando su líder en California, un tal Wiley Brooks, fue sorprendido (en 1983) pidiendo un pastel de pollo (chicken pie) en un hotel. Bueno, el incidente no está nada claro. Otras versiones hablan de un perrito caliente o una hamburguesa con queso. Y es una pena. Que existan los respiracionistas me hace ilusión. Es como aquellos otros que se sienten capaces de levitar. Casi diría que cuando uno es respiracionista posee también, de un modo natural, la capacidad de elevarse en el aire (que le sirve de sustento). Aunque sólo sean unos milímetros. Lo que importa es la calidad, no la cantidad.

sábado, 16 de julio de 2011

Aquí, atisbando la Historia

Sobre mi lugar en el mundo. Suelo pensar que estoy un poco fuera de la corriente de la vida. El mundo no se preocupa especialmente por mí y yo, en justa correspondencia, no me preocupo excesivamente por el mundo. Bueno, o me preocupo pero contemplando la jugada desde una esquina. También temo que lo que soy es egoista y algo cobarde, aunque procuro no pensar mucho en ello. Y a todo esto me gustan las definiciones, las frases, la sucesión de palabras que expresan una idea brillantemente. Luego lo piensas y no brilla tanto (pero el brillo ya está hecho). Así que me he visto incluído en "los sujetos pasivos de la Historia". Esos somos casi todos. La Historia con mayúscula, en un intento de darle respetabilidad en contraposición con las historias; pequeñas, personales, apócrifas y en gran parte inventadas. Pues eso, que no hacemos (hago) nada y la Historia sigue sucediendo y uno se va quedando poco a poco rezagado, no ya como sujeto activo (ha quedado claro) sino incluso como espectador cada vez menos avisado.

martes, 5 de julio de 2011

Divagación en julio

Es verano, otra vez. Auditoria vital, resumida. ¿Soy feliz?. La pregunta no es relevante. No importa si soy feliz. Ser feliz todo el tiempo debe ser una enfermedad de la mente. Esos locos felices. Nadie en su sano juicio puede ser feliz (todo el tiempo). Ser, a secas, no está mal. De eso me siento capaz. ¿Soy infeliz?. No quiero. Puede que sea infeliz a ratos. O sea, igual que feliz. Es a ratos. Depende de varios, pocos, factores. Los afectos, la salud. ¡Qué simples y previsibles somos!. O deberíamos ser. O qué simple y previsible soy. Alguien que me quiera, ocho horas de sueño y una dieta sana. Y hacer ejercicio.

jueves, 2 de junio de 2011

¿Qué ha pasado con aquel chico que conocí?

Esta canción se editó en 1963, justo cuando los Beatles estaban a punto de revolucionar la industria musical. Hasta entonces la fórmula era sumar los distintos talentos del compositor, el letrista, el productor, los músicos y el intérprete. Aquí el compositor era John Schroeder, la letra de Robin Conrad, Frank Barber dirigía el acompañamiento, por parte de unos músicos que no sé quienes eran pero que en todo caso sabían cuándo y cómo rascar el violín, y la voz la ponía Jan Burnnette (así aparece en el disco, aunque en otras partes sólo le adjudican una ene). A pesar de todo ese esfuerzo conjunto no tuvo ningún éxito (but I like it).

The Boy I Used To Know - Jan Burnnette

domingo, 29 de mayo de 2011

Ahora mismo

Me apetece un baño de multitudes, así que saludo a los que no me leen. Son legión. Dicen de un candidato que tiene tendencia a recogerse en sí mismo y que eso no es bueno para su futuro (como candidato). Yo no es que tenga tendencia, es que llevo toda la vida recogido, recoleto, refugiado, retirado. Soy un agente en clave de re, aunque no del recontraespionaje. No me sé las respuestas, de hecho ignoro las preguntas. Se me ocurre una, tópica, típica, topológica, tontológica (en clave de te). ¿Hay alguien ahí fuera?.

jueves, 19 de mayo de 2011

Because They're Young

A propósito del movimiento ciudadano 15-M se está escribiendo y hablando mucho. Desde su remota relación con las convulsiones que han tenido lugar en algunos países árabes hasta las reminiscencias de mayo del 68 en París pasando por las más perentorias circunstancias de los elevados índices del paro, la crísis galopante que aún nos acompaña (concretamente subida sobre nuestros hombros), o el cansancio congénito causado por los partidos políticos y el sistema actual. A mí, sin tener más voz que la mía, anónima y desinformada, me parece que dicho sistema es claramente mejorable pero también claramente empeorable y que es estupendo que la gente se junte, debata, proteste, se solidarice y quiera un mundo mejor en general. También me da la impresión de que una de las razones para moverse e ilusionarse es sencillamente, evocando el tema instrumental de Duane Eddy de 1960, "because they're young".

jueves, 28 de abril de 2011

Vagando por la ciudad

Vagaba por la ciudad y pensaba "aquí estaba el cine tal" y luego "aquí había una librería", y al rato "aquí estaba el colegio". No pensaba "mi colegio", sino "el colegio". El colegio al que yo iba y que tiraron hace años. Será que he llegado a ese momento en que de casi todo hace veinte años, como escribió Gil de Biedma. En la plaza donde estaba el colegio hay una librería nueva y entré a hojear libros. Me abrumó la cantidad de novedades. Me sentí un trozo de madera en el mar. Todas las letras que jamás leeré. Y curioseé en el libro de un autor local de mi edad. Bueno, en realidad creo que es algo más joven. Sospecho que fue a otro colegio, no muy lejano del mío (ahora ya tengo que usar el posesivo). Saltando entre las páginas vi que citaba a mucha gente del mundo de las letras que debieron pisar estas mismas calles pero que yo jamás conocí. Hace también una petición curiosa, emulando a Borges cuando decía "tengo dos únicos vicios, leer la Enciclopedia Británica y no leer a Enrique Larreta". Pide, decía, que otro escritor local no haga su necrológica. Ese pobre hombre (pobre por el desprecio recibido) que indefectiblemente hace la necrológica de todo personaje (escritor, pintor, periodista, escultor, etc) que fallece en doscientos kilómetros a la redonda. Al día siguiente (éste es un mundo de casualidades) leí en el periódico que el aludido acusaba la ofensa y apuntaba que varios artistas le habían pedido expresamente lo contrario, esto es que sí escribiera su necrológica. Y seguí andando por la ciudad pensando que lo más probable es que yo no tenga necrológica (dentro de mucho, mucho tiempo).

jueves, 17 de marzo de 2011

A propósito de unas fotos

He visto unas fotos de Andy Warhol vestido de mujer. Que a Warhol le gustara hacerlo se me antoja algo totalmente natural. Recuerdo un pariente que siendo yo muy pequeño se solía disfrazar de mujer estrafalaria y mi recuerdo es que algo de gracia me hacía por estrafalario, y no por el rol femenino, y me preguntaba por qué insistía en el disfraz. También me pasa a veces que si no fuera por la ropa y el peinado no sabría distinguir si alguien es hombre o mujer. Con cierta edad tendemos a parecer seres humanos sin más. En la China comunista de hace unos años todo el mundo vestía los mismos pantalones y la misma camisa (quizás era parte del intento por contener el crecimiento demográfico) y no sé si por eso el retrato tan repetido de Mao me parecía el de una oronda matrona. Hace pocos días volvían los muchachos a disfrazarse de personajes femeninos (y algunas muchachas de masculinos). Me parece estupendo que la gente se disfrace especialmente en carnavales, aunque cada vez veo más difusa la distinción entre traje y disfraz. Vestirse de hombre o de mujer, o quedarse en terreno de nadie. No sé si hay algo que entender, puede que Andy Warhol lo supiera explicar.

viernes, 4 de marzo de 2011

Guttenberg, con dos "t"es

El barón Guttenberg ha dimitido al ser acusado de plagiar su tésis doctoral. Le han pillado copiando, cosa que suele pasar. Pero resulta que el plagio consiste en decenas de párrafos copiados de distintos autores. El fallo, tonto, ha sido no haber citado las fuentes; porque me parece a mí que si el que se ha leído esos párrafos y los ha escogido y los ha puesto en un orden que daba cierta unidad al conjunto ha sido el propio barón Guttenberg, la tésis podría haber merecido un "cum laude" con sólo haber citado a los autores originales. Dos observaciones. Una, lo de "cum laude" es un decir, ya que he oído que hoy en día conceder esa calificación es lo habitual (al menos en algunas universidades). Dos, los autores "originales" en realidad tampoco lo son; en general han expresado con palabras ligeramente diferentes lo mismo que expresó antes otro. El "quid" de la cuestión es pues si el ilustre barón se tomó el trabajo de leer, copiar, pegar y redondear el texto o no hizo nada y sólo firmó al final. Este pequeño comentario se me ha ocurrido a mí solo, aunque por supuesto es una consecuencia de lo dicho antes por otros muchos y gracias en gran parte al invento de Johannes Gutenberg, que por esas cosas del azar parece ser que no tiene nada que ver con la familia del barón.

martes, 15 de febrero de 2011

El carguero

Un recuerdo. Es de noche y tumbado en mi cama me despierta el sonido grave, persistente de la sirena de un barco. Un barco que remonta la ría, imagino, y avisa de su presencia en la niebla. No tengo ni idea de qué hora es, y prefiero no saberlo. Me aferro a la idea del marino en el puente de mando haciendo sonar la sirena en la niebla. Entonces solía venir en el periódico la información sobre las entradas y salidas del puerto. Por ejemplo, Dardanelos, carga general, a Hamburgo; o Monte Arno, carbón, de Gijón. Volvía a sonar la bocina y yo con lo ojos cerrados pensaba en el frío en la cubierta, en el marino dirigiendo el barco lentamente ría arriba. Todo un mundo ahí al lado y del que no quedaría ni rastro por la mañana.

domingo, 13 de febrero de 2011

Eternas preguntas

¿Qué soy yo?. Un hombre. ¿Qué es un hombre?. No sé. ¿Qué es el hombre?. El hombre es una pasión inútil, Jean Paul Sartre. La pasión se puede manifestar por medio de la filosofía o del fútbol. ¿Soy yo una pasión inútil?. Me inquieta la filosofía, me gusta el fútbol. ¿Podría sustituir la pasión por el entusiasmo?. Con lo de inútil, ningún problema

lunes, 24 de enero de 2011

Tres veces Aristóteles

Es curioso cuando en el mismo día te sale al paso dos veces el mismo personaje. Ayer me tropecé no dos sino tres veces con Aristóteles. Una vez decía que la vista es el sentido preponderante, otra que hay que saber volver a la infancia (sentirse niño) y la tercera, ya no me acuerdo. A saber. Me he acordado de aquello de que en opinión de Aristóteles las moscas tenían cuatro patas y como lo había dicho él, nadie le llevó la contraria durante mil años. De mi corta experiencia con moscas me ha quedado la impresión de que tienen más de cuatro patas, sin atreverme a concretar cuantas. La ciencia dice que son seis. Es más, dice que todos los insectos tienen seis patas. La disculpa de Aristóteles es que en vez de experimentarlo, lo razonó. La razón le dijo que las moscas tenían cuatro patas. Aristóteles razonó muchísimo, así que no me extraña que a veces se equivocara. Yo, razonando menos, me equivoco lo mismo o más. Y bueno, después de todo, si durante mil años nadie se dio cuenta del error, igual lo que pasaba es que a nadie le importaba cuantas patas tenían las moscas.

lunes, 17 de enero de 2011

Game Over

Estoy considerando una idea para un cuento. O para un microrrelato. El planteamiento inicial es conocido: Dejan de nacer niños en el planeta. Opcional que también dejen de nacer otras criaturas, no es relevante. El narrador puede ser alguien que ha dedicado toda su vida a investigar el por qué. A medida que han ido pasando los años el I+D+I+etc de los países más avanzados se ha ido dedicando más y más a intentar comprender y subsanar el problema. El "pequeño" problema de que la raza humana parezca condenada a extinguirse. Nuestro narrador (o narradora) escribe un último informe con sus conclusiones. Después de muchas consideraciones (unas mil páginas) sobre distintos enfoques del asunto y tras haber descartado una a una las posibles causas, aventura su última hipótesis. Los niños dejaron de nacer por la misma razón por la que habían nacido hasta entonces, por puro y simple azar. Lo único que pasó fue que se dio esa casualidad. Él mismo se hace la pregunta: ¿Pero semejante carambola no sería prácticamente imposible?. Pues sí, parece poco probable. Muy, muy, muy, infinitos muys, poco probable. Pero después de todo ya había sucedido algo de parecida improbabilidad antes, cuando nació el primer niño.

miércoles, 12 de enero de 2011

Lo realmente importante

Es lo normal. Cuando alguien pasa una enfermedad grave o la pasa un ser querido y entonces ese alguien hace la reflexión de que ahora es cuando es consciente de lo realmente importante en la vida. "Ahora" es después de verle las orejas al lobo, "antes" es cuando pensaba sólo en mí. Pero nunca acaba de decir qué es eso "realmente importante", quizás porque no se puede expresar en palabras, o porque la verdad es que todos lo sabemos (antes y ahora) y ninguno acabamos de asimilarlo. Lo realmente importante... Lo intento: Vivir cada día, saber que todo es hermoso, y sobre todo (te va a sonar la frase) amar a tu prójimo como a ti mismo. Más fácil, amar a unas cuantas personas la mitad que a ti mismo. Más sencillo, dar algo.