miércoles, 16 de enero de 2019

Familia

Puede que "hablar de alguien" y "hablar mal de alguien" sean expresiones sinónimas. Algo que les pasa mucho a los escritores, y así lo confiesan en sus libros, es que cuando hablan de la familia los aludidos (padres, hermanos, primos, tíos, sobrinos) se enfadan. A ver por qué tenía que ir contando eso, y que además no fue así para nada. Me parece que el comentario más inocuo puede molestar. Si alguien escribe, "el primo Juan tenía un sarpullido que le hacía rascarse continuamente el sobaco", apuesto a que el primo Juan se molesta. Y no digamos si se menciona un defecto (¡y hasta yo tengo defectos!). Si "hablar de la familia" es lo mismo que "hablar mal de la familia", es porque me temo que no existe la familia perfecta. Cada familia tiene sus propios demonios (familiares). Una familia perfecta sería la única de la que un escritor podría hablar sin que se le enfadara algún pariente, y aún así no estoy seguro del todo.

miércoles, 9 de enero de 2019

Testigo de la Historia

Ferenc Puskas, uno de los futbolistas más grandes de todos los tiempos, murió dos veces. En la película alemana "La revolución silenciosa" se cuenta cómo en 1956 durante la revolución húngara se difundió la noticia de que Puskas había muerto. No era cierto, se trataba de una fake new. La realidad era que el mítico futbolista húngaro, ídolo de la juventud socialista tras el telón de acero, había abandonado el país con el resto de su equipo, el Honved de Budapest. Días más tarde jugaría en San Mamés en partido de la Copa de Europa (el Honved fue eliminado por el Athletic). Seis años más tarde, un ya veterano Puskas jugaba de nuevo en San Mamés en partido de liga con el Real Madrid. Cerca del final, con el marcador 0 a 1, el árbitro señaló penalty a favor del Madrid en una falta que había sido un par de metros fuera del área. La lluvia de almohadillas hizo parar el encuentro durante unos minutos y el portero del Athletic, un joven Iríbar de 19 años, se acercó a Puskas, que iba a tirar el penalty y le dijo algo así: "oye, tíralo fuera que si no de aquí no salimos". La contestación fue un "sí, hijoputa, sí". Luego le explicaron al sorprendido Iríbar que lo primero que aprendió Puskas en España fueron los tacos, que usaba constantemente. Metió el penalty, claro. Otros dieciséis años después, durante el mundial de Argentina, el 7 de junio de 1978, España se enfrentaba a Brasil. En Madrid, la desaparecida emisora Radio España invitó a sus oyentes a ver el partido en sus instalaciones. No sé por qué se me ocurrió ir. Yo era un estudiante residente en un colegio mayor que solía escuchar los programas de música de la emisora. Cuando, minutos antes del kick off, entré en el auditorio todas las sillas estaban ocupadas. Ni corto ni perezoso me fui a la primera fila y me senté en el suelo debajo de la pantalla. En la tercera fila junto al pasillo estaba sentado Puskas. A los 51 años el orondo ex-futbolista era ahora entrenador. El partido acabó empate a cero, aunque España pudo haber ganado si Cardeñosa hubiese acertado a meter su no-gol. Estando en el punto de penalty le llegó una cesión de cabeza con el portero fuera de sitio y solo un defensa, Amaral, en la línea de gol. Cardeñosa avanzó unos metros mientras se cambiaba el balón a su pierna buena, la izquierda, remató voluntarioso y Amaral alargando la pierna desvió el balón hacia el lateral. Puskas y yo estábamos allí (allí en la radio). Veintiocho años después (en 2006) murió Puskas por segunda y definitiva vez, hacía quince años que había vuelto a su país de nacimiento.