jueves, 30 de septiembre de 2021

El hombre que mató a Bin Laden

    El hombre que mató a Bin Laden era un vaquero de Montana. La película ya se ha hecho pero con otro título: “La hora más oscura”. La he visto y la protagonista es la agente de la CIA que lo encuentra, no el soldado que lo mata. Aunque era un secreto, ese soldado (soldado especializado, supersoldado) o este otro soldado que se hace pasar por aquel, se dio a conocer y ahora es un personaje público que más o menos vive de ello y que tiene una respuesta ingeniosa para cada pregunta.
    Y es de Montana, aunque no me consta que haya sido vaquero; eso era broma, por John Wayne. Debía ser bueno en lo suyo de antes y es bueno en lo suyo de ahora. Dice: “me alisté porque una chica me había dejado”. No está orgulloso de matar a Bin Laden (eso está muy bien), tampoco arrepentido: “hicimos nuestro trabajo, nada más”, y apunta filosófico, “sigo sin saber si es lo mejor o lo peor que he hecho en mi vida”.
    Habla como un personaje de Clint Eastwood. Con su discurso se escribe solo el guión de una película que podría ser la continuación de “Sin perdón”. Por ejemplo: “teníamos el plan perfecto, pero los planes perfectos nunca salen”. Otra: “cuando ya no te pones nervioso en una operación, es cuando tienes que empezar a preocuparte”.
    Y esta, que es la que más me ha gustado, “si eres la persona más lista en una habitación, es que estás en la habitación equivocada”. La idea, un clásico de la motivación, no es nueva pero sigue siendo buena. La clave es la humildad que yace al fondo de la frase. Sí, debemos felicitarnos cuando hay personas más inteligentes que nosotros en la sala. En cuanto a lo contrario, por suerte o por desgracia, apenas me ha pasado.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Adriano y las esdrújulas

    El lenguaje secreto de las esdrújulas. Tienen algo las esdrújulas, llevan el ritmo metido en el cuerpo. Mágico plástico artístico mundo esdrújulo. Cada x tiempo, la tentación es irresistible y contagiosa, un músico o un poeta escribe una canción que ataca los tímpanos con rimas esdrújulas. Serrat tiene alguna, o varias. Es que las esdrújulas no necesitan ni rimar, ese acento en la antepenúltima sílaba es más que suficiente.
    Desde que leí “Memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar, cada vez que se juntan más de dos esdrújulas me acuerdo del poema latino que empieza: anímula, vágula, blándula. Se dice que Adriano, el emperador romano, lo escribió en su lecho de muerte; en él se dirige a su propia alma. El poema tiene cinco líneas y en la cuarta repite el truco: Pallídula rígida núdula. Ese "ula" de las terminaciones es un diminutivo.
    Hay muchas traducciones, hay tantas que por deducción lógica el poema debe ser intraducible, insuperable en su versión original. Si hubiese estado junto a Adriano en ese momento le hubiera sugerido una pequeña variación, en vez de anímula lo hubiera dejado en ánima, tres sílabas, así quedaría, me parece, más armónico: ánima vágula blándula. Pero igual así en latín es incorrecto, eso no lo sé.
    Después de mirar por aquí y por allá propongo una posible traducción. Por desgracia, de seis esdrújulas latinas pasamos a solo dos, pero el poema sigue siendo bello. Nos situamos, Adriano habla al alma que pronto abandonará su cuerpo:

    Pequeña alma dulce y fugitiva
    huésped y compañera de mi cuerpo
    a dónde irás ahora
    pálida, rígida, desnuda,
    ya no jugarás como solías.

viernes, 24 de septiembre de 2021

La novela de mi vida

    Un día de invierno, al volver a casa, su madre vio que tenía frío y le propuso, en contra de su costumbre, que tomara una taza de té con una magdalena. Muchos años después Marcel Proust lo recuerda y escribe millón y medio de palabras en su búsqueda del tiempo perdido.
    El tiempo, de forma análoga a la energía, ni se gana ni se pierde, sencillamente pasa; pero el título y la idea son buenos. Proust fue un precursor de la autoficción. Lo de la magdalena le pasó a él y nos pasa a todos. Por ejemplo, a mí me ha pasado con el olor penetrante de unas plantas silvestres junto al río.
    Cada ser humano es el privilegiado protagonista absoluto de una vida, y cada vida es la posibilidad de una novela. Como somos muchos sobre la tierra se agradece que no haya tantas novelas como personas. La novela de mi vida si no la escribo yo no la va a escribir nadie; y lo que es yo no la pienso escribir. No como narrativa tradicional, con su cronología al principio (o al final).
    Pero el caso es que ya la estoy escribiendo en forma fragmentaria a base de pequeños entregas en este mismo blog (in this very blog). Cada entrada sería una tesela del mosaico o una de las mil piezas del rompecabezas. En un futuro inventado un biógrafo observador podría atar cabos y acabar liando un fantástico nudo gordiano. Eso estaría bien.

martes, 21 de septiembre de 2021

Atropello

    He atropellado a un perro. A un perro negro, el color no ayuda, un perro negro puede ser la encarnación del mal. No es que este perro fuera malo, no lo creo. Ahora que ha pasado me da lástima. Lamento haberle hecho daño. El perro está más o menos bien, supongo, no me paré a comprobarlo. Aclaraciones: lo atropellé con la bici y, lo más importante, tuve la suerte de no caerme. Entre un perro, de cualquier color, y yo mismo, no dudaría, no dudo.
    Más detalles, erré el camino. Cogí la desviación anterior y acabé en un pueblo pequeño, minúsculo, no más de veinte casas y una iglesia. Al llegar ya oí ladridos, a mi derecha, sin llegar a ver al perro. Cuando me cercioré de que la carretera no continuaba di la vuelta pensando en que tenía que pasar otra vez por donde el perro. Me pareció muy posible que ladrara de nuevo y bastante probable que esta vez lo viera. Y lo vi, un perro negro tirando a grande que me salió al camino ladrando amenazador.
    Yendo en bici me ha pasado otras veces y todo suele quedar en una breve carrera del perro mientras esprinto con más miedo que vergüenza. Pero esta vez el muy tonto se me cruzó por delante. Ese es el momento de dudar y no lo hice, ya lo avisaba antes. Agarré fuerte el manillar, seguí recto y confié en que él lograra esquivarme. No pudo. Un perro negro que me ladraba, no se olvide, a ver si voy a ser yo el malo.
    La rueda delantera impactó en su costado, en blando para mi percepción. Ya me veía en el suelo, con algún rasponazo en el brazo o en la pierna, pero no, la bici hizo una ese y se salió del camino pero pude mantener el equilibrio y volver al asfalto. Cuando miré hacia atrás de reojo no vi ni rastro del perro. No me paré, por si acaso.
    
Ahora van los diálogos, no he tenido la habilidad de meterlos en su sitio mientras lo contaba. Son cuatro oraciones:
    1- Ciclista, al irrumpir el perro: ¡Geldi! (¡quieto!)
    2- Voz en off: ¡Te he dicho que vengas!
    3- Ciclista: #ºÇ{*@¬ª*# (juramento)
    4- Voz en off: —frase de disculpa— (las palabras exactas se me han ido)

sábado, 18 de septiembre de 2021

Declaración (II)

—Ha citado a Tolstói…
—Sí, claro, casi es el único al que he leído.
—¿Algún detalle que le llamara la atención?
—Bueno en “Anna Karenina”, lo primero que leí, lo que más me gustó fue como contaba la comunión con la naturaleza de un personaje, no era la protagonista, cuando iba a pasar una temporada al campo. De “Guerra y paz” me sorprendió la especie de epílogo final donde Tolstói se despacha a gusto y da sus propias opiniones, en especial lo que dice de la campaña militar. Dice que allí nadie controlaba nada, Napoleón el primero, que las cosas pasaban sin más. Y de “La muerte de Iván Ilich” me quedé con el incidente original que lleva a esa muerte, un golpe que se da el tal Ilich en un costado mientras coloca una cortina, así es la vida. A Tolstói todo el mundo le pone por las nubes y tengo entendido que se convirtió en una especie de santón en vida. Y era conde, por cierto.
—Falta alguien, no todo es novela.
—Sí, sí, me estaba acordando. Anton Chéjov. Yo pronunciaba Antón Chejov pero ahora mismo estoy en que ambos nombres s
on palabras llanas. Leí una antología de sus cuentos que hizo un escritor americano, Richard Ford. Esos cuentos tienen para mí una curiosa cualidad, al poco tiempo de leerlos ya se me ha olvidado la trama. Por ejemplo, “La dama del perrito”, estoy seguro de que hay una dama y hay un perrito, pero no me preguntes más. ¡Ah!, y también he leído una pequeña biografía de Chéjov que escribió Natalia Ginzburg, unas cien páginas. Era médico, Chéjov, y murió de tuberculosis con poco más de cuarenta años..
—Bueno, creo que puede valer. Se harán las transcripciones y le llamaremos para que las firme.
¿Quiere añadir algo?
—Sí, que quede claro que no sé ruso y que no conozco a nadie que lo hable. Lo poco que he leído han sido traducciones. Se me hace raro saber que todos estos escritores utilizaban el alfabeto cirílico, se diría que más que un traductor lo que han requerido ha sido un criptógrafo.


viernes, 17 de septiembre de 2021

Declaración (I)

—Tranquilo, no se le acusa de nada, está aquí en calidad de testigo, ¿un café?, ¿un botellín de agua? Bien, cuando quiera, díganos lo que sepa.
—¿Yo?, ¿saber?, vamos, sé que hay rusos y sé que han escrito, poco más.
—Estamos grabando, no hay prisa pero que no haya tampoco pausa. ¿Le suena el nombre de Dostoyevski?
—Lo conozco, lo dimos en el colegio; pero, es curioso, me he pasado media vida creyendo que el nombre era Doctoyevski. Si era tan ilustre, que menos que docto, ¿no? Y eso incluso después de haber leído una novela suya, “Crimen y castigo”, la leí, sí, y me gustó. Tendría unos veinte años y eso, que me gustara, me elevó la autoestima, tenía mis dudas.
—¿De qué va?
—La historia es muy conocida, es un estudiante, Raskólnikov, que por motivos económicos, creo, mata a una anciana, aunque encaja más con el libro decir que mata a una vieja. El tema principal serían los remordimientos.
—¿Algo más de Doctoyevski?
—Nada concreto, rumores. Coetzee escribió una novela sobre él, “El maestro de Petersburgo”, y la he leído, pero no entendí mucho y lo que entendí se me ha olvidado. Luego, casualidad, le he oído decir a Joaquín Reyes que Dostoievski pedía siempre dinero prestado y luego no lo devolvía, y que en concreto se lo hizo a Turguéniev y encima le dijo que no le gustaban sus libros. Tendría sus razones para decirlo, seguro; por mi parte, otra casualidad, leí hace poco una novela de Turguéniev, “Padres e hijos”, y me gustó. Pero bueno, esto que contaba Joaquín Reyes igual era broma, no sé.
—¿Qué otros nombres puede dar?
—Siempre se habla de los grandes novelistas rusos del XIX. Además de Dostoievski están Tolstói, Turguéniev, Gogol, Puskhin... De Puskhin no he leído nada pero he oído hablar muy bien de él, Dovlatov era muy fan. Ahora, tengo idea de que escribió una novela en verso, eso me echa para atrás. No sé si siendo en verso puede ser a la vez novela, además luego quién la traduce.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Lotería

    El otro día, el sábado, puse la radio mientras trajinaba en la cocina (que no suelo) y coincidió que, a falta de otra cosa, estaba sintonizada Radio Cinco. Iban a dar la una y esperaba oír el boletín informativo (Radio Cinco, todo noticias), pero no, lo que siguió a las señales horarias fue la retransmisión del sorteo de la lotería.
    Nunca lo había oído en la radio (y por la tele si aparece cambio de canal). La sorpresa fue que la narración me resultó amena. No sé quien es ese comentarista, ni controlo el mundo de los juegos de azar, ese lío de bonoloto, euromillón, primitiva, quinielas, pero tengo que reconocer su elegante faena radiofónica a partir de ese material tan crudo de declamar números premiados. Me he acordado del lenguaje taurino (de ahí lo de faena) y las crónicas que se elevan sobre los sórdidos sucesos de la plaza. Ese buen quehacer en la radio consiguió que escuchara con agrado un programa que de otra forma, y si no estás con tus boletos en la mano, sería una especie de suplicio.
    No juego a la lotería. La razón es muy sencilla, no juego porque no toca. Más exacto sería decir que con la lotería pasa como con aquel personaje de los tebeos, Cuervo loco, cuyo lema decía: Cuervo loco, pica pero pica poco. De modo similar la lotería toca pero toca poco. Al que sí le toca siempre es al que la organiza.
    En la pequeña tienda donde compro el periódico también se despachan billetes y se sellan boletos de lotería. A veces tengo que esperar mi turno mientras alguien tramita sus apuestas como quien cumple con un rito religioso. Me llama la atención que esos clientes son, en general, de apariencia humilde, muchos de ellos inmigrantes, precisamente aquellos a los que más falta hace ese dinero que ponen, generosos, en
manos del Estado.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Iris

    Los ojos, segunda parte; el problema con los iris. No, no hay ningún problema con los iris (plural de iris, iris). El iris, la parte bonita del globo ocular, la que rodea a la pupila o niña del ojo. Resulta que pupila y niña son lo mismo en su origen (pupila y pupilo también). Cuando nos asomamos a un ojo vemos en su pupila nuestra propia cabeza reflejada; a alguien que hablaba latín le pareció que era una (misteriosa) niña. La niña del ojo, como si fuera la chica de la curva, parece más inventado por un inocente que otra cosa.
    Hace unos años se estrenó una película que empezaba con imágenes de iris a toda pantalla. “Orígenes” se titulaba, de ciencia ficción. Era hermoso ese comienzo. Hasta ahora no he dado mucha importancia a mis iris, y creo que he acertado porque nunca nadie me ha dicho nada sobre ellos (nunca, nadie, nada; exagero, sin duda). Una vez sí se interesaron, pero por motivos científicos (o pseudocientíficos). Una doctora estaba haciendo un estudio y me pidió fotografiar uno de mis iris, no recuerdo cual. Pensaba que pasados unos días me diría algo, no sé, que le parecía un iris muy expresivo o que emanaba un extraño poder de atracción, pero no me dijo nada.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Esos ojos

    Dicen que en Nueva York la gente anda por la calle ignorando al prójimo, eludiendo el contacto visual. Es algo defensivo, pocas cosas hay más íntimas que mirarse a los ojos. Porque los ojos hablan. “Eyes Talk”, silently, en silencio, era una melodramática canción de Gene Pitney de los años sesenta. Aún anterior es un tema jazzístico del que me encanta el título: “Them There Eyes”, que es una forma rítmica y dislocada de decir “esos ojos” (me enamoré de ti la primera vez que miré en esos ojos).
    No soy un gran intérprete de ese lenguaje de los ojos, aunque hay que precisar que es todo el rostro el que habla, no solo los ojos, así que cuando los músculos de la cara, labios, boca, mandíbulas, aletas de la nariz, cejas, frente, no sé si orejas, cuando toda la cara dice lo mismo, la tarea de los ojos pasa algo desapercibida. No así cuando se intenta una expresión hermética y los ojos son los únicos que delatan los sentimientos reales. Porque de eso se trata, de expresar sentimientos.
    Esto se sabe de antiguo, claro. No sé si la primera cita conocida al respecto será esta de Cicerón: “La cara es la imagen de la mente y los ojos son sus intérpretes” (dice mente, no alma). Hay gente perspicaz que se fija y distingue a las personas por la luz de sus ojos o por su forma de mirar a los demás; por mi parte, como torpe emocional que soy (casi siempre), no llego mucho más allá de percibir unos ojos húmedos brillantes (cosa que por cierto, esos ojos delatores, es bastante contagiosa).

sábado, 4 de septiembre de 2021

Precursora

    Harka, movimiento en árabe, es el nombre que se les dio a unas unidades del ejército español en Marruecos. Estaban compuestas por tropas autóctonas a las órdenes de oficiales españoles. Es también el título (¡Harka!) de una película de 1941 que mencionaba Arturo Pérez-Reverte. Como le tengo mucha ley a Arturo he visto la película y estoy de acuerdo en que, al margen del transfondo político y teniendo en cuenta los medios de que disponían, está bien hecha.
    En aquellos tiempos los créditos iban al principio y la película terminaba de sopetón con la palabra FIN. Si era de habla inglesa ese final escueto y definitivo era sustituido por un (entonces) enigmático THE END que de alguna forma reconocía la inferioridad del idioma inglés, necesitado de dos palabras para decir lo mismo. Más tarde, yo creo que en la tele y merced al poderío en aquella época del cine de animación de Europa del Este, aprendí otra forma de dar carpetazo a una película: KONIEC.
    Lo que me ha sorprendido, y divertido, de los créditos de ¡Harka! es leer entre la docena de nombres, todos varones, una línea que decía: MONTAJE...SRA DE OCHOA. He visualizado a la Sra de Ochoa haciendo punto y a la vez, atisbando a ratos, por encima de las gafas, los fotogramas de un rollo de celuloide. Signo de los tiempos, supongo. Aquello de “Sra de” se tomaba como un título honorífico. Seguro que a la portera no le llamaban Sra de González; sería más bien Patro, de Patrocinio.
    ¿Y quién era Ochoa? Por lógica no podía andar lejos, y no andaba. Ochoa era Arcadio Ochoa, el responsable de maquillaje y peluquería en la película. La historia: Arcadio Ochoa de Zabalegui era un peluquero de Abárzuza que emigró a París y allí se casó con una Margot. Cuando se vinieron a España, Margot adoptó el nombre de Margarita Ochoa. Los dos tuvieron una fructífera carrera en el cine en sus respectivos campos. La “Sra de Ochoa” no ejerció de tal en absoluto; al revés, se la puede considerar toda una adelantada a su tiempo (claro que era francesa).

miércoles, 1 de septiembre de 2021

El Gran Rebote explicado a los niños

    Hoyo negro; este debe ser un americanismo por agujero negro, "black hole" en inglés. Pensándolo bien es más exacto hablar de hoyos. Agujero sería solo la figura que forma la boca del hoyo, digo yo. Vamos, que no es lo mismo un agujero que un hoyo. El primero es bidimensional, el segundo tridimensional. Un agujero también puede manifestarse en un calcetín o en una pared, dos sitios donde no encajaría el hoyo. “Hole” debe valer para los dos significados. “Pozo negro” es una alternativa (más corta que agujero).
    Estoy hablando de astrofísica, con perdón y sin saber, porque he oído a una entendida en la radio. Un agujero negro, un hoyo negro, me gusta lo de hoyo, es la evolución natural de una estrella que va cogiendo peso (es su metabolismo) y acaba involucionando (sic), estalla hacia dentro y absorbe todo lo que se le acerca; y no deja escapar nada, ni la luz. Me hago esta idea, los átomos que se comprimen y se les escapa todo el aire; o no el aire sino que se achica el espacio entre los núcleos y los electrones, y las subpartículas, qué agobio. Conclusión, los hoyos negros cuanto más lejos mejor.
    Las galaxias, no sé si todas o solo las normales (risas), tienen un hoyo negro en el centro. La nuestra, la Vía Láctea, también. Aun siendo algo duro de mollera uno hace sus deducciones y concluye que el destino, con el tiempo, de esta galaxia de nuestros amores es colapsarse y desaparecer en ese hoyo negro insaciable que todo se lo va tragando. Con más tiempo, que tiempo sobra, todo el Universo se concentrará en un gran hoyo más negro que el betún y que sin embargo no ocupará nada de espacio, o poniéndonos en plan estricto, ocupará muy, muy, muy poquito sitio. El resto será solo vacío, vacío puro y duro. Que, por cierto, y esta es una cuestión lateral, ¿cómo medir ese vacío? Vaya paradoja, que la nada pueda ocupar tanto.
    El hoyo negro definitivo, por pura lógica, alcanzará tal concentración de materia que llegará un momento en el que, sin solución de continuidad, estallará hacia afuera en lo que será el enésimo Big Bang (el segundo como mínimo); y luego, con un poco de suerte hasta puede que surja de nuevo la vida; y si no es esa vez será la siguiente.