miércoles, 15 de septiembre de 2021

Lotería

    El otro día, el sábado, puse la radio mientras trajinaba en la cocina (que no suelo) y coincidió que, a falta de otra cosa, estaba sintonizada Radio Cinco. Iban a dar la una y esperaba oír el boletín informativo (Radio Cinco, todo noticias), pero no, lo que siguió a las señales horarias fue la retransmisión del sorteo de la lotería.
    Nunca lo había oído en la radio (y por la tele si aparece cambio de canal). La sorpresa fue que la narración me resultó amena. No sé quien es ese comentarista, ni controlo el mundo de los juegos de azar, ese lío de bonoloto, euromillón, primitiva, quinielas, pero tengo que reconocer su elegante faena radiofónica a partir de ese material tan crudo de declamar números premiados. Me he acordado del lenguaje taurino (de ahí lo de faena) y las crónicas que se elevan sobre los sórdidos sucesos de la plaza. Ese buen quehacer en la radio consiguió que escuchara con agrado un programa que de otra forma, y si no estás con tus boletos en la mano, sería una especie de suplicio.
    No juego a la lotería. La razón es muy sencilla, no juego porque no toca. Más exacto sería decir que con la lotería pasa como con aquel personaje de los tebeos, Cuervo loco, cuyo lema decía: Cuervo loco, pica pero pica poco. De modo similar la lotería toca pero toca poco. Al que sí le toca siempre es al que la organiza.
    En la pequeña tienda donde compro el periódico también se despachan billetes y se sellan boletos de lotería. A veces tengo que esperar mi turno mientras alguien tramita sus apuestas como quien cumple con un rito religioso. Me llama la atención que esos clientes son, en general, de apariencia humilde, muchos de ellos inmigrantes, precisamente aquellos a los que más falta hace ese dinero que ponen, generosos, en
manos del Estado.

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