miércoles, 30 de agosto de 2023

Hologramas

    Despertarse en medio de un sueño aumenta las probabilidades de recordarlo. Deduzco también que ese sueño recordado debe de ser solo la punta del iceberg de todo lo demás soñado esa noche que no deja huella consciente alguna. También te habrás percatado (o pispado) de que en sueños pasan cosas que no son posibles en la vida real.
    El sueño fresco, recién pescado, de hoy ha sido que estaba sentado a una mesa y un familiar se sentaba enfrente y de alguna forma convocaba, sentados en cada una de sus rodillas, a dos imágenes en movimiento, dos hologramas, en los que reconocía inequívocamente a mi hermano y a mí mismo de niños.
    Egocéntrico como soy (y somos todos, cada uno en su medida sana o insana) me he maravillado de la luminosidad de mi imagen en blanco y negro en la que aparecía como un muchacho desenvuelto, de rostro expresivo y cabello ondulante. Me ha parecido la confirmación de una sospecha halagadora y engañosa que abrigo últimamente, la de que fui un niño, y sucesivamente un adolescente, un joven, etcétera, mucho más presentable en todos los sentidos de lo que siempre había creído ser.
    Al ver ese holograma me conmovía y se me saltaban las lágrimas de la emoción y la añoranza. Algo me impulsaba a alargar la mano y coger la suya aunque sabía que era un gesto inútil, que mi mano de carne y hueso solo atravesaría la imagen proyectada desde no sabía dónde.
    Ahora, al recordarlo despierto (creo), me doy cuenta de que el parecido del holograma con las fotos, no muy abundantes, de mi niñez es bastante remoto. Para empezar yo llevaba gafas y la imagen no. Pero el caso es que en el sueño ese chico; cuya mano he hecho, en vano, amago de tocar; ese chico luminoso, era yo.

domingo, 27 de agosto de 2023

La vida a escena

    Echarle un poco de cuento ayuda a vivir y el amor idealizado trata de eso, sospecho. Enamorarse, en el fondo, es una exageración. Hay unos cuantos hechos básicos que sustentan todo ese entramado del amor romántico. Hechos crudos y duros de los que no somos responsables, solo sujetos pasivos casi siempre y activos ocasionalmente (concederé eso). Hechos en plural o hecho en singular, me imagino a Darwin expresándolo: se trata de la continuación de la especie. A partir de ahí adórnalo como quieres, haz una cena con velitas, contrata una agencia que te organice la boda y cásate de blanco; échale un poco de cuento.
    Enamorarse es, supongo, sentir de pronto y sin mayor motivo aparente que lo justifique una atracción irresistible hacia otra persona. Intervienen la belleza física y también la belleza moral, digamos, en la medida que se manifieste si es que se manifiesta. Además, y muy importante, me temo, lo receptiva que encontremos a esa persona hacia nosotros. El amor es un motor que se para si no hay realimentación.
    Javier Marías escribió una novela que tituló “Los enamoramientos”. La leí y ya no me acuerdo de nada. Sí recuerdo, en cambio, algo que comentaba. Decía que a la hora de traducirlo al inglés había un problema con el título. Según él, en inglés no existía la palabra “enamoramiento”. La solución que adoptaron fue recurrir al término infatuation, que es al parecer lo que se usa en inglés para ilustrar el fenómeno sin los tapujos del castellano.
    Creo entender por donde va porque infatuation, volverse fatuo en traducción literal, da idea de que algo se te ha subido a la cabeza y también de que se trata de un hecho pasajero (por fortuna), algo no muy lejano a un antojo. Estar “infatuado” toda la vida se podría considerar un caso benigno de enajenación mental. En cambio seguir enamorado está bien visto y ver una pareja de ancianos paseando de la mano da paz. Sea como sea he llegado a la conclusión que tanto para el amor como para la vida en general es muy conveniente echarle un poco de cuento.

jueves, 24 de agosto de 2023

Un joven ejecutivo

    Me ha dicho que lleva dos meses aquí y le he preguntado en qué trabaja. Que es el director de la tienda de una multinacional que vende de todo para el hogar. Rondará los treinta y cinco años y está de alquiler y bastante calvo. Ha retrasado las vacaciones a septiembre, no le parecía correcto cogerlas antes, recién llegado. Le gusta esa palabra, correcto, y la emplea como señal de que ha entendido lo que has empezado a decirle y para animarte a continuar. Alguna vez pasará que después de un “correcto”, cuando el interlocutor haya terminado su exposición, se haya visto obligado a añadir un “incorrecto”; será gracioso oírlo.
    Es festivo y comenta que la mañana se le ha ido trabajando en casa, preparando algunas reuniones con la plantilla. Reuniones motivacionales, creo que ha dicho. Me lo explica, ha venido a darle una sacudida al negocio, hay mucho que mejorar. ¿Cuántos trabajadores tenéis?, le pregunto; y me contesta, cincuenta pero para cuando me marche, en tres o cuatro años, calcula, serán ochenta. Para ello, le pregunto y lo confirma, hay que aumentar el negocio en la misma o parecida proporción. Pone un ejemplo con la sección de jardinería. Se trata de ofrecer todo el servicio posible, si dejas de hacerlo, si dejas de vender algún elemento, sean cortacéspedes o enanos para el jardín, entras en una espiral que te hace perder clientes; la pescadilla que se muerde la cola: menos género, menos clientes, menos empleados, el desastre.
    Parece que me lee el pensamiento porque cuando me estaba preguntando por su situación familiar dice que mañana viene su chica. Es una forma de decirlo, “mi chica”. Ella por su parte dirá “mi chico”. Para septiembre puede que vayan a California a hacer una ruta en moto o a Madeira, aún no sabe seguro. A él le apetece más Madeira pero a ella le hace ilusión lo otro y él está dispuesto a complacerla. Cuando se aleja, tras despedirse, me los imagino en moto levantando una gran polvareda perdiéndose por el desierto de Mojave.

lunes, 21 de agosto de 2023

El decreto

    El tamaño de mi esperanza es pequeño; el de mi ignorancia, por contra, enorme, colosal, estratosférico. Lo ignoro todo de casi todo y de ello, como es lógico, no puedo hablar. Por eso quiero —y no tengo más remedio que— referirme a algo que sí sabía. Es un hecho que forma parte de eso que se conoce como cultura general, que ahora que lo pienso es una denominación plena de optimismo (e incluso de esperanza); culturilla sería un término más adecuado, quitándole importancia. Pero me estoy enrollando, ese algo que sí sabía es que los Reyes Católicos expulsaron de España a los judíos.
    Amplío ahora la noticia, en realidad los judíos ya habían sido expulsados de casi todos los reinos de Europa (solo Portugal anduvo más lenta). Dejo a los historiadores la explicación de las causas y las consecuencias de dichas expulsiones. Que fue una injusticia se da por descontado. Lo que quiero apuntar aquí es algo que oí por la radio y me llamó la atención.
    En el texto del llamado decreto de la Alhambra donde se daba cuenta de la expulsión, al final de un largo párrafo sin puntos ni comas en el que se desgranan unos confusos argumentos que no he logrado entender por más veces que lo he leído y releído dice así: después de muchísima deliberación se acordó en dictar que todos los Judíos y Judías deben abandonar nuestros reinados y que no sea permitido nunca regresar. Ojo, decreto de los Reyes Católicos, 1492, después de muchísima deliberación, qué considerados, expulsamos de nuestros reinados (sic) a todos los Judíos y Judías. Ellos y ellas, ¿igualdad de género avant la lettre? Habría que consultar a Nebrija.

viernes, 18 de agosto de 2023

No es que importe

    Dice un empresario de la industria del cine, sector distribución, el apellido empieza por… , ja, es broma, dice que tiene amigos que no saben quién fue Humphrey Bogart. ¿Por qué iban a saberlo? Bogart fue un actor de cine que murió en 1957; fue un buen actor, vale, ¿y? A los premios Nobel de Química, por decir algo, no los conoce nadie aparte de la familia, ¿tienen los actores más méritos que ellos?
    A Bogart lo recuerdo con barba de varios días, una colilla entre los labios, duro y descreído, aunque un tic facial le traicionaba de vez en cuando (sería un recurso de interpretación). Conocerlo es irrelevante; son muchos más los que no conozco, incluso en el gremio de los actores de Hollywood.
    Bogart se casó con Lauren Bacall, mucho más joven, y casi le admiro más por ello que por su carrera artística. Bacall, nacida Perske, fue una belleza deslumbrante y una mujer de carácter aunque no tanto como Katharine Hepburn, que hizo con Bogart La Reina de África. Hepburn era más atractiva que guapa, una atlética pelirroja de pómulos salientes y ojos chispeantes. Lauren Bacall y Katharine Hepburn, no me cansaría nunca de verlas moverse en una pantalla.
    Katharine se pasó la vida aclarando que su nombre no se escribía con e (Katherine). Un caso curioso; hace unos días vi una de sus películas, El estado de la unión. El título alude tanto al estado del país como al del matrimonio encarnado por la pareja Hepburn/Tracy. No me convenció del todo (la película) me pareció confusa y deslavazada. Supongo que parte del gancho del film en su momento era que reflejaba, con los papeles cambiados, la situación de los protagonistas en la vida real. Por cierto que la actriz que interpreta a la tercera en discordia es Angela Lansbury que está, con 23 años, de lo más glamurosa. Pues, a lo que iba, la “a” de Katharine: en los créditos del principio se lee Katherine Hepburn con letras bien grandes, le tuvo que molestar; sin embargo al final, en la lista en letra pequeña de personajes y sus correspondientes intérpretes, el nombre aparece de forma correcta, Katharine. Yo ya me lo he aprendido, no es que importe pero es Katharine.

martes, 15 de agosto de 2023

Lehengo lepotik burua

    Durante años confundí a Petrarca con Plutarco. Petrarca era el poeta toscano y latino que amaba a Laura; Plutarco, lo supe mucho más tarde, fue, según wikipedia, un historiador, biógrafo y filósofo moralista griego (le daba a todo).
    Me ha pasado, como creo que a la mayoría de los lectores, que he desdeñado por sistema a los autores clásicos. Los veía muy lejanos y deducía que no me podía gustar ni su visión del mundo, tan distinto al nuestro, ni su encorsetada, suponía, forma de expresarse.
    Bueno, pues me equivocaba en todo. Aquellos antiguos, entre los que se encuentra Plutarco, eran igual de humanos que nosotros y entre lo que queda de sus escritos hay un buen número de obras que no desmerecen de otras posteriores.
    Plutarco escribió, en griego, Vidas Paralelas, las biografías comparadas de un montón de personajes de la Antigüedad; y lo hizo, por lo que se ve, francamente bien. Curioseando en esas páginas me he topado con esta anécdota. Cuenta, en su introducción a la vida de Pericles, que una vez en Roma Julio César viendo a extranjeros adinerados llevando en brazos y acariciando a perros y monos (sic) preguntó si es que en sus países de origen las mujeres no parían niños.
    Creemos que todo es novedoso y resulta que pocas cosas lo son, y aquella pregunta retórica que se hacía César es la misma que se puede hacer hoy cualquiera al ver esos videos de perros en los que los dueños ponen una y otra vez en boca, o en mente, de sus mascotas los epítetos daddy y mommy en referencia a ellos mismos, los dueños. Han pasado más de dos mil años y estamos igual que entonces; salvando el detalle menor de que hoy en día en lo que se refiere a animales de compañía hay una clara preponderancia de los perros sobre los monos.

sábado, 12 de agosto de 2023

A lo loco

    Ahora que vuelve la liga me acuerdo del “Loco” Bielsa. No parece aventurado decir que padecía una especie de trastorno obsesivo-compulsivo; algo frecuente en la profesión pero que en su caso era especialmente exagerado. Hay muchas anécdotas al respecto. Recuerdo, por ejemplo, las imágenes de un entrenamiento en las que corregía la colocación de un banderín para que quedase milimétricamente en línea con los demás. La importancia del detalle llevaba al extremo.
    He escrito que Bielsa padecía un trastorno y no me he quedado tranquilo. Padecía no es la palabra, ni sufría, porque si se tiene un trastorno, y todos tenemos uno, dicho trastorno a veces nos empeora la vida, otras nos la mejora y aún otras no tiene efecto alguno. Es así. Ninguna característica de la personalidad es mala per se. Bielsa era así, tenía esa forma de ser obsesivo-compulsiva. Y la sigue teniendo, supongo.
    Me gustaba escuchar a Bielsa en las ruedas de prensa. Cómo contestaba mirando para abajo y tomándose su tiempo para hilar las respuestas, titubeando a veces antes de dar con la frase adecuada. No le importaba la imagen que pudiera dar, se concentraba en lo que quería decir. Otro aliciente eran sus giros lingüísticos argentinos. Así se refería de vez en cuando al “trámite”. Costó mucho imponernos en el trámite o supimos equiparar el trámite que estaba descompensado. No es por aquí un uso habitual de la palabra pero se acaba entendiendo que lo importante en un partido es el trámite. En un partido y en la vida, claro.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Sucedió

    Tres años y medio hace del confinamiento; lockdown, en inglés, en la novela de Elizabeth Strout (Lucy by the sea). Petros Márkaris también ha escrito un libro de cuentos que suceden durante de la pandemia. Muñoz Molina publicó el suyo (Volver a dónde) sobre aquellos días en su piso de Madrid. Dos cosas me llamaron la atención en este último. Por una parte la actitud desabrida de los de siempre que se hacía evidente en tantos balcones de su barrio al norte del Parque del Retiro. Por otra, el momento de debilidad personal que aparece por sorpresa (estoy contigo, Antonio).
    Habrá muchos más libros al respecto. Normal, ya que durante, digamos, dos años todo sucedió durante la pandemia. Y hemos cambiado, sí, pero hubiéramos cambiado también sin ella. Quién sabe si para bien o para mal. O para las dos cosas a la vez, seguramente.
    Hace tres años y medio estábamos confinados y las calles estaban desiertas. Me lo cuentan y no me lo creo. Bah, fantasías, mundos apocalípticos, formas de evadir el aburrimiento. Pero pasó, y en todo el mundo, más o menos. Un poco más más que menos. Dicen que 4500 millones de seres humanos fuimos expresamente conminados a recluirnos en nuestras casas. La construcción de la frase anterior me ha salido anglosajona, creo, Influencias de la cultura global.
    Si andamos por los 8000 millones de residentes en la Tierra me salen otros 3500 millones a los que no les fue solicitada la reclusión (otra vez construcción anglosajona; they were not required, aventuro). No lo sé pero supongo que en todos esos países —casi la mitad de la humanidad— la pandemia fue el menor de los problemas, o uno más en todo caso. Allí a nadie se le ocurrió elaborar teorías conspiranoicas ni hubo movimientos antivacunas.

domingo, 6 de agosto de 2023

You are welcome

    Reader friendly es como debe ser un libro si se pretende sacarle rendimiento (en opinión de algunos). Lo habitual es que un lector se acerque al autor y le diga que su libro le ha ayudado mucho porque él ha pasado por una situación similar. Es lo normal, a todos nos pasan las mismas cosas (y a todos se nos ocurren las mismas ideas). Como lectores nos gusta lo que nos reivindica, lo que nos deja en buen lugar ante nosotros mismos, que somos lo único que nos importa, o casi. El lector no se acerca al autor para hablarle de su libro sino para utilizarlo como excusa para hablar de sí mismo.
    No sé en qué medida he sido (soy) amistoso para el lector en este blog. Anteponer ese deseo de agradar a cualquier otro no es una prioridad en sí misma aunque lo sea de una manera indirecta. Si me pongo en el lugar del escritor, si pienso en lo de ser amistoso para el lector, me doy cuenta de que no es algo que me haya propuesto nunca. De hecho, hacerlo así, escribir algo para que guste a mucha gente, puede ser legítimo y comprensible si es para ganarse el pan, pero a la vez es una especie de traición a uno mismo, es comportarse como un sibilino tramposo.
    Lo que escribo es lo que siento, lo que me gusta. No por eso dejo de ser reader friendly, sigo siendo un hombre corriente y si soy amistoso para mí mismo lo seré también para los demás. Escribiendo de mí escribo de ti. Lo que no quita para que haya muchos, muchísimos, la mayoría, a los que no les guste; por suerte siempre habrá otros (otras), una inmensa minoría (JRJ), a los que sí; espero.

jueves, 3 de agosto de 2023

Las reglas del juego

    Carson McCullers, Colleen McCullough, no me digas que no. Como escritoras están en las antípodas (una de otra). Por Colleen me enteré de esto que voy a contar. Cayo Mario —siete veces cónsul— fue quien introdujo las reformas que hicieron de la legión romana el mejor ejército de su tiempo. Ya metido en el ajo también se le ocurrió una mejora curiosa en el tema del armamento. En concreto algo referido a la lanza, al pilum romano.
    Había un problema con la lanza. Los legionarios las lanzaban (lanza, lanzar, tiene lógica) al enemigo y estos, a veces, las recogían y las enviaban de vuelta con mala intención. A Cayo Mario, o a algún otro que andaba cerca, se le ocurrió una solución: dividir la lanza en dos partes unidas por un mecanismo de sujeción que con el golpe contra cuerpo, escudo o terreno enemigo se desmontara dejando el arma inservible para un nuevo lanzamiento. Al acabar la batalla se recogerían los pedazos para volver a montarlas y listo.
    La idea, a la larga, no cuajó, demasiado lío tal vez. Bueno, ¿y cuál es la pregunta? La pregunta no es una pregunta, es más bien una observación a propósito del hombre y de la guerra (y de la mujer, que también se apunta a la pelea). La paradoja del armamento, el intento vano de matarse de forma ordenada. Quiero decir, matémonos, no hay problema con eso, pero pongamos un límite a la capacidad de destrucción. Nada de bombas nucleares, ni tan siquiera una pequeñita con uranio sin enriquecer. O nada de armas químicas, gas mostaza o lo que haya ahora. Tampoco bombas de racimo, que matan mucho. Que sea una guerra de caballeros, dispare usted primero por favor. Absurdo, claro. No sé en el amor pero en la guerra no hay reglas y la pistola es un invento lamentable porque parece obvio que el único propósito para fabricarla ha sido siempre poder meterle una bala en el cuerpo a otro ser humano.