lunes, 31 de julio de 2023

El mar de la serenidad

    Según propugnaba Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos entre los derechos inalienables del hombre (del ser humano, se supone) están el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Lo último me deja perplejo. La búsqueda de la felicidad como derecho solo pudo añadirlo por estética. Es como decir que tienes derecho a pensar, ¿quién podría impedírtelo? Aún bajo la peor de las tiranías se puede hacer deporte, pensar o buscar la felicidad.
    Leyendo la frase con atención se deducen dos cosas; una, que hay otros derechos inalienables —y hubiera estado bien que hubiese aclarado cuáles son— y dos, que la felicidad no es sino un estado hipotético de la mente tal vez inalcanzable, por eso se habla de buscarla no de encontrarla. En el estado normal de las cosas no se contempla que seamos felices, lo que hay son algunos ratos buenos y otros malos.
    Más razonable que buscar la felicidad, tan huidiza, sería aspirar a la serenidad. Ese sería un objetivo más realista, labrarse un estado de vida apacible, sosegado, sin turbación física o moral. Casi diría que alcanzada la serenidad la felicidad ya no importaría demasiado. Fuera como fuese tampoco vendría a cuento mencionar la serenidad en una declaración de independencia.

viernes, 28 de julio de 2023

Diamond

    Siempre había creído que Neil Diamond era un nombre artístico, no el auténtico del cantante; pero resulta que sí, o casi: es el apellido que adoptó su familia cuando llegó a los Estados Unidos (ignoro cuál pudo ser el original, seguramente algo que sonaría parecido). Lo mismo hizo el otro Diamond que conozco; Izzy Diamond, el lugarteniente de Billy Wilder en tantos guiones y cuyo apellido real era Domnici.
    A Neil Diamond lo admiro en especial por ser el autor de “I’m a Believer”, el gran éxito de los Monkees. Me he acordado de él por esto que decía DFW: el objetivo de la lectura es combatir la soledad. Hay que estar de acuerdo con la idea, los libros acompañan, desde luego, pero uno diría que es un efecto colateral, no el principal objetivo. El principal objetivo de la lectura es enterarse de cómo ven la vida los demás; o no los demás en general (que vaya desastre) sino algunas personas cualificadas.
    DFW vale por David Foster Wallace. No lo he escrito entero antes porque la contundencia del nombre se hubiera comido la cita que va a continuación, hubiera mermado su (posible) impacto. Lo que se deduce de la cita es que fue el propio DFW —un genio atormentado— quien tuvo un problema con la soledad. Como mucha gente, por otra parte. No es lo mismo sentirse solo que ser solitario (ahí andamos muchos, entremedio).
    El primer éxito de Neil Diamond como intérprete fue “Solitary Man”. A raíz del dicho de DFW (la de letras que me estoy ahorrando con las iniciales) he vuelto a escuchar la canción y he buscado la letra. Me ha hecho gracia que se proclame solitario cuando comenta los idilios con Melinda y con Sue. Serás solitario, Neil, pero como ligas. Otra cosa que me ha sorprendido es lo eficaz que es el texto (en su sencillez) con sus rimas rápidas.

martes, 25 de julio de 2023

Somos los mismos

    Nos hacen gracia las películas de estafadores simpáticos como Robert Redford y Paul Newman en “El golpe” o Ricardo Darín en “Nueve reinas” (o John Cusak en “Los timadores”). A mí me encantan, desde luego; aunque de vez en cuando intento ponerme en el lugar de los timados, que no lo verán igual. Hay una frase repetida por estos artesanos del engaño cuando cuentan —jactándose— sus aventuras y les preguntan por la aparente dificultad de realizar timos en estos tiempos en los que todo el mundo desconfía por principio. La contestación suele ser algo así: Es muy fácil, todas las mañanas sale de casa un tonto, lo único que hay que hacer es localizarlo.
    Se quedan cortos, cada día somos muchos los tontos que salimos de casa y tiene una explicación: en esta vida, en general, se suele dar la circunstancia de que los tontos y los listos somos los mismos. Incluso ellos, los timadores, gozan de esa doble personalidad; son listos para engañar y tontos para acabar descubiertos casi siempre.
    Claro que casi nadie se cree muy tonto y casi todos nos creemos muy listos, cosa esta última improbable a poco que se cumplan las leyes de la estadística. Es curioso que por más que se nos presenten evidencias no nos caemos de ese burro. Seguramente le sucedió al mismo Chesterton que dijo alguna vez que uno se pasa la vida descubriendo que los otros tienen razón; de lo que se deduce —completo el razonamiento— que a menudo estamos equivocados y que no somos tan listos como creíamos. O sí, si como creo se cumple esa circunstancia que ya he mencionado, el hecho poco conocido de que los listos y los tontos somos los mismos.

sábado, 22 de julio de 2023

Fuera de control

    La entrada anterior del blog es paradigmática: escribo algo (siempre es ahora) y a continuación, como si se tratara de un bumerán que vuelve a por mí (y casi me tengo que agachar para que no me dé), leo lo mismo, o parecido, escrito por alguien (Borges) que lo expresa mejor (todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora). Quede claro que actúo de buena fe, sin intención de engañar a nadie. Hago mis razonamientos más o menos inspirados y luego resulta que la pólvora ya estaba inventada. A fuerza de repetirse la sensación es agridulce.
    
 Una vez nos fuimos de vacaciones y dejamos a cargo de una vecina el cuidado de una planta que nos habían regalado, una planta exuberante, plena de verdor. A la vuelta vimos que la había regado en exceso, la maceta era un pantano y en poco tiempo murió. Temo que algo similar le haya pasado a este blog, que se me haya ido de las manos y esté fuera de control a fuerza de publicar entradas con un tesón digno de mejor causa.
    El texto ha ido creciendo de forma irresponsable hasta alcanzar un tamaño desmesurado. Esa terquedad que vengo demostrando, que tiene algo de adicción y no deja de producir cierto estrés, ha acabado creando una especie de ciénaga donde los posibles hallazgos han quedado sumergidos por culpa de esa lluvia inmisericorde de palabras. Cualquier internauta sensato que se asome al blog desistirá de leerlo ante el esfuerzo titánico que supondría recorrer todas las páginas que se han ido acumulando a lo largo de los años. Pero bueno, tiene sus ventajas, me puedo seguir repitiendo sin que nadie se entere.

miércoles, 19 de julio de 2023

Ahora mismo

    Se puede decir en tres palabras: siempre es ahora. Una simpleza, de acuerdo, pero una que me da qué pensar. Por pasiva: nunca es antes ni después, nunca es mañana ni ayer; por activa de nuevo: siempre es ahora. Vivimos en un instante eterno y lo que queda fuera no tiene sentido o dicho de otro modo nada queda fuera del ahora. Para entendernos, para no volvernos locos, supongo, nos hemos inventado tanto el pasado como la aún mayor entelequia del futuro; ambas son quimeras fuera de nuestro alcance.
    Mi conciencia está firme y sólidamente instalada en el ahora y siempre lo estará porque esta conciencia mía, o sea yo, con perdón, nunca he conocido ni conoceré otra cosa que el instante presente y mi vida, para mí, nunca será pasado ni futuro. Mi conciencia se apagará, lo sé, pero no en el futuro (o solo en el futuro para que nos entendamos) porque el momento en el que se apague no podrá dejar de seguir siendo ahora mismo y cuando la Tierra dé la siguiente vuelta al Sol seguirá siendo ahora en hipótesis y será nunca para mí.
    Por la “ley de las casualidades que no lo son” me encuentro ahora (¿cuándo si no?) con esto que el maestro Borges escribió en un cuento: …reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí… Lo cita Italo Calvino, que le puso nombre a esta concepción del tiempo: absoluto presente subjetivo. Bien expresado, es lo que quería decir; además entre las tres palabras suman once sílabas (algo deben de tener los endecasílabos).

domingo, 16 de julio de 2023

Un feliz acontecimiento (y2)

    Esperé nervioso hasta que se abrieron las puertas de la zona de paritorios y asomó una camilla. Me acerqué y al inclinarme sobre la camilla vi que la parturienta, una chica de pelo corto muy negro y piel blanca, no era Ana. Hasta aquí nada raro pero resulta que reconocí a la chica porque era la vecina del segundo. Acababa de dar a luz a un niño.
    Ampliando la perspectiva, la casualidad fue aún mayor porque ese mismo día, en otro lugar, también nació la hija de otra pareja que vivía en el sexto. En una casa de siete pisos con catorce viviendas tres bebés vinieron al mundo el mismo día. La explicación (relativa) es que eran pisos nuevos habitados por gente joven. Por completar datos: nosotros vivíamos en el quinto.
    “Nuestro” parto fue bien, dentro de que cualquier parto tenga su buena ración de sangre, dolor y caos (esto lo deduzco de lo visto en películas y documentales). Pronto salió alguien que me dijo que todo había ido bien y que esperara en la habitación. Allí estaba cuando llevaron en su cuna a mi hija recién nacida, pequeña, arrugada e indefensa. Su visión me provocó un ataque de ternura que aún no se me ha pasado del todo.
    Unas horas más tarde, creo que cuando ya estábamos de vuelta en casa, me di cuenta de que había perdido el anillo de boda. En seguida supuse donde: en el sofá mientras esperaba vigilando las puertas batientes de los paritorios. Había estado jugando con él, ahora me lo quito, ahora me lo pongo. No apareció.
    Mi actuación como padre el día que nace su primera hija no fue especialmente inspiradora: me cierran el paso al paritorio por pusilánime y luego pierdo el anillo de casado. Me aferro a una visión positiva; quedó claro cuál era mi prioridad, aquella pérdida fue lo de menos.

jueves, 13 de julio de 2023

Un feliz acontecimiento (1)

    Cuando nació nuestra primera hija fuimos a la clínica con demasiada antelación. Iba a poner “mi primera hija” pero me he dado cuenta de que es bastante ridículo hablar en primera persona del singular cuando no fui yo el que parió. Por suerte no nos mandaron de vuelta a casa y pudimos esperar en una habitación bajo la supervisión del personal sanitario.
    Hubo un pequeño incidente con el goteo intravenoso que le pusieron a Ana; no recuerdo qué liquido era, algo para propiciar las contracciones. A una de estas entró en la habitación una de las pocas monjas que aún quedaban en la clínica (“una monjita” se decía, si la monja no era muy alta) y tras sonreír y comentar algo intrascendente manipuló la rueda del goteo para que fuera más rápido. Nos sentimos bien atendidos.
    Al cabo de un rato pasó una enfermera y al ver las gotas cayendo a ritmo frenético se apresuró a ralentizarlo mientras murmuraba algo como “será posible”. Le explicamos lo que había pasado (y nos preguntamos qué preparación sanitaria tendría la monja).
    Ya avanzada la tarde la frecuencia e intensidad de las contracciones indicaron que el parto era inminente y trasladaron a Ana al paritorio. Como padre de la criatura me parecía que podría presenciar el nacimiento, algo que temía y anhelaba en parecida proporción. Así que iba al lado de la camilla dispuesto a entrar si nadie decía nada pero un médico, cerrándome discretamente el paso, me escudriñó un momento y me dijo que esperara allí en la zona de descanso junto a las escaleras.
    Me senté en un sofá, solo, pensando en qué me habría visto el médico en la cara; suponiendo que sería lo mismo que vio un enfermero cuando una vez en el colegio nos pusieron una vacuna y al salir me dijo que me sentara un rato con la cabeza agachada.

lunes, 10 de julio de 2023

Vidas paralelas

    Lleva unos meses instalado en ese soportal. Instalado es una forma de verlo. Ha construido un pequeño fortín a base de cartones y lo ha rellenado con mantas y ropa de abrigo. No sé como llamarlo, las primeras palabras que se me ocurren son mendigo y vagabundo. Pero no pide dinero, que yo sepa. Es digno, eso desde luego.
    El sitio que ha encontrado es ideal para sus propósitos (si es que se puede utilizar la palabra ideal en absoluto), está resguardado del viento y de la lluvia y el tráfico rodado es mínimo. La acera es más frecuentada ya que está justo al lado de una oficina de Correos. También muy cerca hay una sede de ambulancias de la Cruz Roja, por lo que es de suponer que ante cualquier incidencia concerniente a su salud la asistencia inmediata estaría garantizada.
    Una caja de cartón le sirve de mesilla y aparador. Ahí tiene siempre un par de botellines de agua, un vaso con el cepillo de dientes (qué detalle) y algún alimento como un yogur o fruta. Alguna vez le han debido de quitar algo porque en uno de los cartones que hacen de muralla ha escrito en redondilla, con buena letra: aquí hay mucho ladrones. Así, con la a inicial en minúscula y comiéndose la s de muchos.
    Miro de reojo cuando paso, no quisiera incomodarlo. Lo he visto tumbado y sumergido en su variopinto ajuar o sentado mirando pasar la vida o ausente en lo que supongo serán expediciones de forraje. Es difícil calcularle la edad, avanzada en todo caso. Pelo y barba abundantes y blancos, daría juego en uno de esos concursos de dobles de Ernest Hemingway (que no sé si se siguen celebrando).
    Algún que otro vecino está pendiente de él, vi a una mujer hablándole que acababa diciendo, vuelvo a la tarde. Aunque ya sea verano va forrado de ropa. ¿Qué hará todo el día? Seguro que habrá rechazado cualquier oferta de acogida, o mejor dicho no habrá rechazado las ofertas sino las condiciones que le exigirían cumplir. Hace lo que le da la gana, pero qué pocas cosas puede hacer. Qué dura es la vida en la calle, hay que valer, cómo no alimentar un rencor sordo contra todo.

viernes, 7 de julio de 2023

Sin prisa y con pausa

    Le han preguntado a un diputado jubilado a qué se va a dedicar ahora y me ha gustado la contestación: se va a dedicar a leer lento. Me ha venido bien recordarlo, porque saber ya lo sabíamos, hay que leer con pausa igual que comer o beber, igual que casi todo. La tendencia es la contraria y reconozco que sin ser el más veloz en nada he sido proclive a hacerlo todo rápido y las personas lentas me han puesto siempre de los nervios (mis disculpas retrospectivas).
    Tarde o temprano acabamos tomando conciencia de que la velocidad no conduce a ninguna parte, que de hecho es contraproducente. Sabiduría popular: vísteme despacio que tengo prisa o no por mucho madrugar amanece más temprano (y este otro que viene al caso: hombre refranero, majadero). En general las horas del día son limitadas y cuanto más te aceleras más rápido pasan y a la vez menos disfrutas de las cosas. A ser posible hay que tomárselo con calma (take it easy, bro).
    En lo que se refiere en concreto a la lectura sucede lo mismo. Hay que saborear cada frase, dar tiempo al cerebro a que asimile su significado y consultar el diccionario si hace falta (y si el libro resulta soso abandonarlo). Además hay otra circunstancia significativa: leas mucho o poco nunca el número de libros leídos dejará de ser una ínfima y despreciable parte del total de las obras llamadas imprescindibles. Así que, por mi parte, me propongo leer lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo porque sé que no lo tengo y también sé que, curiosamente, leer lento es lo más parecido a tenerlo.

martes, 4 de julio de 2023

Solamente una vez

    Vas a un concierto y el grupo interpreta una canción inédita y te gusta, te gusta mucho, te enamoras de ella a primera vista (o a primera oída). Nadie la graba porque han prohibido hacerlo y a un tipo que lo intentaba con el móvil lo han sacado arrastras de muy malas maneras. Para el grupo —deduces con el tiempo— era un ensayo, una sonda que lanzaban para ver la reacción del público soberano. Al parecer la gente no la ha acogido con el suficiente entusiasmo o a los propios intérpretes no les ha acabado de convencer porque el tema no ha aparecido en ningún disco (disco, cd, mp3, you name it) y —sospechas— nunca fue grabado in the first place.
    Tal vez seas capaz de tararear la canción, o una parte de ella, y puede que te acuerdes de algo de la letra, o con mayor probabilidad solo te quede el recuerdo de que te gustó, de que te gustó tanto, pero por más que has indagado, investigado, preguntado, incluso escrito un email a la dirección que aparece en la página del grupo, no has conseguido nada y te ha quedado una especie de mal sabor de boca, un prurito virtual en la parte del cerebro que se encarga de la música, y el único e insuficiente consuelo que te queda es pensar que se trata de un caso muy poco frecuente; una canción interpretada una sola vez, un hápax legómenon musical, y tú fuiste uno de los que estaban allí para presenciarlo y pudiste escuchar y enamorarte de aquella canción que ya apenas recuerdas, o no recuerdas en absoluto solo sabes que te gustó mucho, que escucharla fue un placer, un momento mágico, aunque no descartas que lo estés idealizando todo y tampoco fuera para tanto.

sábado, 1 de julio de 2023

Cool, Cool, Corduroy Culottes (1980) - Zilch

    Zilch, una palabra inglesa que significa cero o nada, es el nombre de varios grupos musicales, entre ellos una banda californiana de vida efímera que en torno a 1980 grabó unos pocos temas que pasaron desapercibidos. Entre ellos estaba este Cool, Cool, Corduroy Culottes, cuyo título cacofónico ya avisa de que se trataba de pasarlo bien. Paul Zimmelman era el líder del grupo y contó con la colaboración de Adam Dubov y sobre todo de Rob Freeman en la composición y producción de esta canción que recupera, de modo magistral en mi opinión, el sonido que veinte años atrás habían creado los Beach Boys (o sea Brian Wilson).
    La letra habla de lo cool que estaba ella en sus corduroy culottes, cosa que por mi parte no acabo de entender porque los tales corduroy culottes no son otra cosa que una falda pantalón de pana, el tejido menos sexy conocido. La antiestética ilustración (obra de Adam Dubov) de la funda del disco (la imagen que aparece en el video) da una idea del asunto. Pero eso es lo de menos, lo que nos importa son las armonías vocales, los redobles de batería, la enérgica y supervitaminada interpretación de este chute de optimismo y alegría juvenil.