lunes, 10 de julio de 2023

Vidas paralelas

    Lleva unos meses instalado en ese soportal. Instalado es una forma de verlo. Ha construido un pequeño fortín a base de cartones y lo ha rellenado con mantas y ropa de abrigo. No sé como llamarlo, las primeras palabras que se me ocurren son mendigo y vagabundo. Pero no pide dinero, que yo sepa. Es digno, eso desde luego.
    El sitio que ha encontrado es ideal para sus propósitos (si es que se puede utilizar la palabra ideal en absoluto), está resguardado del viento y de la lluvia y el tráfico rodado es mínimo. La acera es más frecuentada ya que está justo al lado de una oficina de Correos. También muy cerca hay una sede de ambulancias de la Cruz Roja, por lo que es de suponer que ante cualquier incidencia concerniente a su salud la asistencia inmediata estaría garantizada.
    Una caja de cartón le sirve de mesilla y aparador. Ahí tiene siempre un par de botellines de agua, un vaso con el cepillo de dientes (qué detalle) y algún alimento como un yogur o fruta. Alguna vez le han debido de quitar algo porque en uno de los cartones que hacen de muralla ha escrito en redondilla, con buena letra: aquí hay mucho ladrones. Así, con la a inicial en minúscula y comiéndose la s de muchos.
    Miro de reojo cuando paso, no quisiera incomodarlo. Lo he visto tumbado y sumergido en su variopinto ajuar o sentado mirando pasar la vida o ausente en lo que supongo serán expediciones de forraje. Es difícil calcularle la edad, avanzada en todo caso. Pelo y barba abundantes y blancos, daría juego en uno de esos concursos de dobles de Ernest Hemingway (que no sé si se siguen celebrando).
    Algún que otro vecino está pendiente de él, vi a una mujer hablándole que acababa diciendo, vuelvo a la tarde. Aunque ya sea verano va forrado de ropa. ¿Qué hará todo el día? Seguro que habrá rechazado cualquier oferta de acogida, o mejor dicho no habrá rechazado las ofertas sino las condiciones que le exigirían cumplir. Hace lo que le da la gana, pero qué pocas cosas puede hacer. Qué dura es la vida en la calle, hay que valer, cómo no alimentar un rencor sordo contra todo.

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