lunes, 31 de diciembre de 2012

En positivo, sin uvas, con sonrisa.

Parece ser que no se puede demostrar que la vida tenga sentido, y tampoco que no lo tenga; así que el sentimiento general podría ser de zozobra. El futuro desde luego es incierto (e la vita difficile) y no hay objetivamente muchas razones para sentirse optimistas, y no me refiero a la coyuntura económica en especial. Todo esto cuando vamos a sumar un año más al calendario y se nos puede ocurrir, animados por el ambiente, reflexionar al respecto. Y pensando (deslavazadamente) se me ocurre que de los tres verbos más útiles (o esenciales o filosóficos) del castellano, ser, estar y tener, a dos les afecta la crisis y al tercero, que es el primero, no. Nada ni nadie nos impide ser, y aquí que ponga cada uno el contenido. En cuanto al sentido de la vida me gusta esta definición: Es no hacérsela más difícil a los demás. Así que el nuevo año lo veo con optimismo o por lo menos con una sonrisa (el lenguaje universal de los inteligentes, Victor Ruiz Iriarte) porque quiero y porque así será más fácil ser feliz (de un modo razonable, claro).

martes, 4 de diciembre de 2012

Ocurrencias

Mis morbosas inclinaciones me llevan a pensar de cuando en cuando en todos los seres humanos que han pasado por la tierra y a compararlos con los que ahora mismo estamos pasando. Una teoría dice que los vivos en este momento superamos en número a los muertos de toda la historia y si fuera así concluyo que la probabilidad de estar vivo es mayor que la de estar muerto, lo que resulta esperanzador. Un problema derivado sería el de los ángeles de la guarda: El mío, ¿se está estrenando con mi caso o tiene experiencia previa?. Por desgracia parece que en realidad los difuntos nos ganan en proporción de siete a uno. Visto así la estadística resulta desmoralizadora, aunque nos queda el consuelo de que nuestros ángeles de la guarda estarían avalados por una larga experiencia.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La pasarela

Han añadido un carril a la autopista y la pasarela que pasaba por encima se quedó corta. Y han puesto una nueva. Ayer, aprovechando el sol de la tarde, crucé por la pasarela nueva. Semeja un túnel con sus paneles redondeados de metacrilato (o algo parecido) que protegen del viento y del ruido. Al ir caminando por ella los reflejos van cambiando en esos paneles originando un efecto hipnótico. Cuando alcancé el otro lado de la autopista estaba bajo una impresión extraña, como que entraba en otro mundo. Atrás quedaban los edificios, las calles, la gente, el tráfico; y me internaba en el campo, la soledad, el silencio. Pasé junto a una casa conocida, con su nombre tallado en la entrada: "Dos Sitios". Me sorprendió ver que estaba rodeada por un andamiaje; se diría que la estaban construyendo, algo ilógico a no ser que estuviéramos en el pasado. La sensación experimentada en el túnel (en la pasarela-túnel), el mundo que parecía más joven de este lado de la autopista; todo cobraba sentido si lo que había sucedido era que la pasarela actuaba como un túnel del tiempo. Según me alejaba de la autopista, más plausible me parecía el aparente desatino. Llegué a un centro de adiestramiento de perros, donde el silencio fue roto por una explosión de ladridos. Estaban en medios de una clase y el instructor iba dando indicaciones a una decena de dueños que llevaban a sus perros de la correa. La escena me pareció irreal, de película americana de los cincuenta. O mejor dicho de película americana hecha ahora mismo, con sus vivos colores, pero ambientada en los cincuenta. Sentí el impulso de ver mi cara reflejada en un espejo, No sé por qué pensé que me vería más joven. Me estaba liando y el sol iba bajando por el oeste (como suele). Quedarme en el pasado de noche no me pareció buena idea. Volví a la autopista. "Dos Sitios" seguía rodeada de andamios y un par de albañiles trajinaban aún. Se me pasó por la cabeza preguntarles algo, ¿pero qué?. ¿Qué año era?. Crucé de nuevo la pasarela de vuelta. Parecidos juegos de luces y sombras oscilaron sobre las paredes curvas y semitransparentes. Volvía a imponerse el ruido del tráfico. Me pareció que caminaba más cómodo que a la ida. Bien pudiera ser que para viajar al pasado sea necesario vencer una cierta resistencia que ahora al volver se convertía en ventaja, una especie de viento a favor que me empujaba hacia el presente.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Nada es para siempre

Me molestó cuando titularon así aquella serie de televisión. Me parecía una falta de consideración filosófica, una banalización, una especie de timo a toda una generación. Bobadas mías claro, pues pocas frases habrán sido más veces pronunciadas a propósito de casi cualquier tema. Cuando me paro a entender su significado (sin ningún bagaje filosófico o lingüístico por mi parte) me entra algo de vértigo porque la frase se me da la vuelta y me dice que "nada", ese vacío, ese frío absoluto, es para "siempre". Y me pregunto ¿puede haber "siempre" si no hay "nada"?. Me agarro a la barandilla de mi mente, para no caer en ese agujero negro, y vuelvo a poner la frase del derecho, "nada es para siempre, amigos". No sé quien lo pensaría primero, alguien anónimo sin duda; pero es bonita esta versión mejorada de Séneca: "Nihil perpetuum, pauca diuturna sunt", o sea "nada es perpetuo y pocas son las cosas duraderas".

viernes, 12 de octubre de 2012

Gramática ficción

Hay idiomas que no tienen futuro. La frase anterior es ambigua (todas las frases son ambiguas); ninguna lengua tiene futuro, a largo plazo. Pero no me refería a eso, me refería al tiempo verbal. En el desarrollo de los idiomas introducir el futuro debió ser uno de los últimos pasos y hay lenguas que no dieron ese paso. Leo en la prensa que el premio Nobel de Física de este año ha sido para unos pioneros en óptica cuántica y que con sus hallazgos permitirán aumentar la velocidad de procesamiento de datos de los ordenadores del orden de millones de veces (y me da la impresión de que yo voy a ser demasiado lento para esos ordenadores). Se me ocurre que, siendo este cuántico un gran avance, podría ser aún mayor otro en el ámbito del lenguaje. Me refiero al descubrimiento (o invención) de un nuevo tiempo verbal. Un tiempo que se hiciera su hueco entre indicativo, subjuntivo e imperativo y que cambiaría nuestra comprensión del mundo. Un tiempo que nos permitiera expresar ideas que ahora mismo no podemos concebir  precisamente por la falta de ese instrumento. Quizás también nos ayudara a resolver esas hipótesis matemáticas que andan pendientes por ahí. Y lo mismo traería la paz al mundo, ¿quién sabe?.

martes, 9 de octubre de 2012

Cerca de la orilla

Casi siempre escribo desde lo que ha dicho otro. O a partir de una situación, una noticia, un suceso trascendente o intrascendente. No plagio en el sentido literal, creo, pero plagio en cierto sentido. En cierto sentido la vida es plagio. No sé profundizar en una idea. Una vez que la he expresado en unas pocas frases ya no entiendo el concepto "profundizar". En mi nivel intelectual no cubre. No puedo profundizar porque no pierdo pie. Si hay materias en las que nadar o bucear, me parece que se me escapan. No las abarco, no las entiendo. Lo más que puedo hacer es trazar un esquema y agarrarme a lo simple, básico y seguramente equivocado.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Calcetines

Empezamos por los gatos. "Gato con guantes no caza ratones", sea blanco o negro. Pero si el gato tiene patas, cuatro, lo menos ilógico sería ponerle calcetines, no guantes. Así que "gato con calcetines no caza ratones". Hemos conseguido un cambio sutil sustituyendo una palabra en el refrán. Tengo otro ejemplo, mejor, con otro refrán (y de paso ofrezco la idea a quien pueda y quiera aprovecharla: Refranes que cambian de sentido con un pequeño cambio de vocabulario, acentuación o sintaxis). Se dice "piensa mal y acertarás" y seguramente es más inspirador y positivo esta variante: "Piensa más y acertarás". Pero volvamos  a los gatos con calcetines. Concretamente a los calcetines (que es nombre de gato, por eso hemos empezado por ahí). Los calcetines tienen su vida secreta, es sabido. Es esa que llevan a nuestras espaldas en los cajones, en la lavadora, en la cuerda de tender la ropa. Es ahí donde se desparejan, algunos. Eso les ha sucedido a los que llevo ahora mismo puestos. Como en un primer vistazo en el cajón no he encontrado a sus respectivas parejas me los he puesto e incluso he salido de casa con ellos.. ¡con pantalones cortos!. Prefiero la comodidad a la elegancia, aunque supongo que son compatibles. Así que iba por la calle esperando que alguien me dijera que los calcetines no eran pareja y ya tenía la respuesta preparada: "No, no son pareja, pero se llevan muy bien". Pero nadie me ha dicho nada.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Enemigos para siempre

Atendiendo a los medios me parece apreciar que una explicación, bastante extendida, para los conflictos humanos es la de ver distintas ideologías, distintas visiones políticas. Se diría que lo que nos guía es la justicia, el derecho, las ideas. Y me está pareciendo que no. En realidad lo que hay siempre son dos grupos: Los nuestros y los otros. O mejor dicho muchos grupos distintos: Los cristianos, los chinos, los chiíes, los suníes, los indígenas, los ingleses, los kurdos, etc. Y las razones éticas brillan por su ausencia. De lo que se trata es de que mi facción sea la que prevalezca, independientemente de cualquier otra consideración. Propongo un experimento práctico. Mira en la página de internacional del periódico y fíjate en cualquiera de los follones de actualidad. El analista de turno seguirá hablando de geopolítica, de derechas y de izquierdas, pero si te fijas un poco descubrirás que casi siempre los bandos se perfilan nítidamente en términos de raza y religión. Me temo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Martini

En mi falta de sofisticación no he tomado nunca un dry martini. Tampoco sabía que un dry martini consiste sobre todo en ginebra y lleva poco de vermouth (Martini) o incluso nada, si se sustituye por vodka (y el nombre pasa a ser un misterio). La aceituna es opcional. Bajando a la tierra o, quizás mejor, quedándonos a medio camino entre la tierra y el cielo, el cardenal Martini prefería distinguir entre pensantes y no pensantes antes que entre creyentes y no creyentes. Expreso aquí mi deseo de encontrarme entre los primeros (los pensantes), aunque eso no me garantice la felicidad asegurada a los no pensantes que además cumplan otros dos requisitos: Gozar de una buena salud y tener el estómago lleno.

lunes, 27 de agosto de 2012

El otoño que viene

Vengo apreciando un aumento significativo del número de hojas secas que yacen sobre la tierra. La tierra entendida no como el planeta mismo, sino como el manto vegetal que lo cubre (incluyendo, y no se menciona por simplificar, las amplias zonas asfaltadas o pavimentadas); y refiriéndome en extensión al suelo sobre el que camino, las calles, parques, caminos, campos y bosques próximos a mi domicilio, ya que ignoro la extensión geográfica del fenómeno (la proliferación de hojas muertas), aunque doy por seguro de que se trata de algo general y extensivo, tarde o temprano, a todo el hemisferio norte, o a gran parte de él (¿hasta que punto existe el otoño en los trópicos?). Quizás en lugar de mencionar "el número" fuera más conveniente hablar de "la cantidad", ya que se trata de una cifra lo suficientemente alta como para considerar tal magnitud como innumerable. Nadie, en su sano juicio, contaría nunca el número de hojas caídas, y si lo hiciera no tardaría en perderlo (su antiguo sano juicio). Quiero decir que, aunque aún estamos en agosto, aunque hace un día estupendo de verano; la naturaleza, sabia y asesina, por razones que sólo ella conoce ha comenzado a desnudar a los árboles (a algunos árboles, con un orden de preferencia del que se me escapan las causas) y las hojas muertas ya caen cada día, ya crujen al pisarlas, ya anuncian el cambio de estación. Ya viene el otoño.

domingo, 12 de agosto de 2012

El dudoso destino.

Un razonamiento puesto en boca de Margaret Thatcher en la película "La Dama de Hierro": "Cuida tus pensamientos porque pueden convertirse en palabras, cuida tus palabras porque pueden convertirse en hechos, cuida tus hechos porque pueden convertirse en hábitos, cuida tus hábitos porque pueden convertirse en tu destino". No sé si el "pueden" es mío o suyo. Suyo de Margaret o suyo de Gandhi o nuestro de todos. Lo que viene a decir, me lo explico a mí mismo, es que el destino es una falacia. A veces. Es como aquello otro de que a partir de cierta edad cada uno es responsable de su rostro.O dicho de otra forma nadie nace feo o guapo (o sí nace, pero luego hay un tiempo para tener la cara, la expresión, que nos merezcamos cada uno). O dicho de otra forma, la cara es el espejo del alma. O dicho de otra forma, el destino es para quien se lo trabaja. O, resumiendo otra vez, tus pensamientos labrarán tu destino. Dentro de lo que cabe, claro.

miércoles, 11 de julio de 2012

Yoga

Me entero que un conocido personaje lleva treinta años haciendo yoga. No sé si se le nota en su vida corriente, aunque desde luego no le ha evitado meterse en unos líos muy gordos. Pero la pregunta que me viene a la mente es: ¿Para qué hace uno yoga?. Y me respondo: Supongo que para intentar la serenidad. Para intentar sentirse en paz. Ya se me adivina el escepticismo en ese "intentar", y no, soy más bien de la opinión de que si esa busqueda es sincera lo más probable es que se consiga. O que se haga uno la ilusión de que se consigue. Por amortizar el esfuerzo. Alcanzar la serenidad es un objetivo muy comprensible. A mí también me gustaría, pero no he hecho nunca yoga, y por lo que sé me parece que hacer yoga es hacer unos estiramientos (en ningún caso desdeñables como actividad benéfica). La parte de la concentración es la que no entiendo. O la entiendo como decirse a uno mismo muchas veces "quiero estar sereno", "nada me ha de afectar", "estoy en paz y alegre, aunque no sonría ni bajo tortura". Así que estoy pensando en tomar una resolución. Voy a imaginar que llevo muchos años haciendo yoga. Treinta o más. Y que ahora mismo estoy recogiendo los frutos. Estoy alcanzando la paz interior. La verdad es que me siento mucho mejor. Me siento en condiciones de afrontar la vida con otra actitud, más positiva, más serena. Soy otro.

viernes, 15 de junio de 2012

Sintonizador personal

Sobre nuestra percepción del mundo. Hay una analogía que me parece bastante acertada. Es la de que somos como un receptor de televisión en el que se pueden ver una serie de canales situados en una banda de frecuencias determinada. Este ancho de banda es personal, cada uno tenemos el nuestro. El mundo que podemos ver es el que sucede en esos canales; y el mundo que no vemos todo lo demás, todo lo que sucede fuera de nuestra gama de frecuencias. Un ejemplo tonto: En un partido de baloncesto que están dando por la tele (no mezclar conceptos, ir a la idea) en medio de una jugada aparece un (tío disfrazado de) gorila que cruza la pista corriendo. Hecha la encuesta pertinente resulta que una buena fracción de los telespectadores no han visto al gorila (o sí lo han visto pero no son conscientes de ello). La explicación de acuerdo a nuestra analogía es que ese suceso no entraba en los esquemas mentales de esas personas. Es un suceso emitido en una frecuencia fuera del alcance de mi sintonizador vital. Otro ejemplo; la impresión que nos causan las personas, nuestros prójimos, el peligroso ejercicio de juzgar. Decidimos que éste o áquel o ésa es así de listo o de tonto, de valiente o de temeroso, de soberbio o de humilde. ¿No puede ser que eso sea así sólo en nuestra pequeña parte del espectro?. Conclusión, sería interesante poder acceder a más canales; aunque en todo caso nunca podremos verlos todos a la vez.

viernes, 1 de junio de 2012

Buenas intenciones

Apuesto a que has fantaseado alguna vez con volver a vivir tu vida con la "pequeña" ventaja de ver venir el futuro y así poder cambiar un par de decisiones estratégicas. Y ya puestos, cambiar también algunos comportamientos, como no haberte enfadado aquella vez por aquella tontería (porque visto desde la distancia, ¿hay algo que no sea una tontería?), o haber sabido disfrutar de tantos momentos desaprovechados, etcétera. Esa tentación de inventar otra vida me asalta a menudo. Será porque no estoy contento con ésta. Pero me resisto a la fantasía. Por dos razones. Porque no es posible la vuelta atrás y porque aunque lo fuera no creo que yo pudiera ser distinto. Cometería los mismos errores; o no exactamente los mismos pero sí otros muy parecidos. Así que me digo que si me parece que lo hecho hasta hoy es mejorable, lo mejor que puedo hacer es tomar nota para el futuro. ¿Para el futuro?. No, no hay más futuro que ahora mismo. No enfadarme hoy por ninguna tontería,  disfrutar hoy de estos momentos. Pero claro, hay un inconveniente; sigo siendo yo. Dejémoslo en que hay que intentarlo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Satisfacciones

Las cuatro cosas más satisfactorias en la vida. Lo que nos hace felices. Leído por ahí, atención, el orden no es significativo, comer, practicar sexo, recibir dinero y hablar de uno mismo. ¿Tiene alguna algo que ver con "el alma"?. Bien puede ser que éstas sean las cosas que nos hacen felices como animales que somos. Comentando una a una, comer es una satisfacción primaria, natural e imprescindible. Un conocido suele decir que si se queda sin comer, muerde. Practicar sexo es obviamente placentero e igual de imprescindible como especie. Ser especie, y dando un paso más, ser parte de "la vida en la Tierra" es la primera y más simple y tal vez única manera de trascender. Recibir dinero, ésta si es inquietante. Pero sí, da placer; estoy de acuerdo. Y la cuarta, la que me ha llamado la atención, hablar de uno mismo. Mi vaga opinión al respecto era que es de mala educación, así en general. Hablar de uno mismo es inevitable. Es uno de los pocos temas en los que podemos explayarnos, aunque no lo dominemos en absoluto. Y es un tema con el que inevitablemente aburriremos a nuestro interlocutor que, seguramente, lo que desea es hablar de sí mismo. Así que matizo y apunto que hablar de uno mismo es un gran placer cuando alguien está de veras interesado en oírlo. Y concluyo ampliando el concepto y diciendo que expresar opiniones (por ejemplo aquí) produce también satisfacción (y más si alguien lo lee con interés), aunque tenga uno la íntima convicción de que mis opiniones no van más allá de... no sé cómo decirlo.. más allá de... mis narices.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Decir o callar

He visto una pequeña película titulada "Little Manhattan", valga la redundancia políglota. La darán cualquier día por la tarde en algún canal de la tele. Habla de no dejar las cosas sin decir. "The unsaid", en inglés. "Lo no dicho". Y, sí, es mejor decirle a la chica que te gusta antes de que se vaya al campamento de verano. Así ella te dice que no te había contemplado desde esa perspectiva y tú ya puedes empezar a añorar a tu primer amor y tener un verano mucho más tranquilo. Bueno, a mí nunca me pasó nada parecido, y además si me hubiera pasado todo indica que hubiera quedado "unsaid". Y digo yo que hablar en negativo no deja de ser enrevesado. Aunque claro no es lo mismo "lo no dicho" que "lo callado". "Lo no dicho" suena a algo que se debiera haber dicho y "lo callado" a lo que con buen criterio dejamos sin apuntar. Ya se sabe que más vale callar y pasar por tonto que hablar y confirmarlo. Al final, como casi siempre, la virtud está en el equilibrio. Por desgracia un equilibrio digno de un artista cirquense. Callar es de sabios y hablar en los momentos y en los términos oportunos es de superhéroes del conocimiento.

sábado, 21 de abril de 2012

Sepan, vean, crean

Ha dicho Manuel Rivas, escritor, que "es importante que los jovenes vean la literatura como el centro de la existencia". Así, al leerlo, suena exagerado. Para empezar,¿tiene la existencia un centro?. Y luego, ¿tan importante es la literatura?. Después de pensarlo un rato (sin verlo claro) reconsidero la frase y la posibilidad, grande, de que Rivas no dijera exactamente eso. Los matices. No es lo mismo "vean" que "sepan" o "crean". Ni es lo mismo "como el centro" que "en el centro". Caigo en la cuenta de que literatura es manejar las palabras y destilar frases que nos expliquen algo. Y de que la suma de todos los algos posibles es el mundo, es el conjunto de todas las vidas, es "la existencia". Cosa a la vez plural (todos los seres) y singular (tú, yo). Y que (intentar) entender nuestra existencia (más comúnmente llamada "vida") es una de las cosas más importantes a las que dedicarnos (ya que estamos aquí, existiendo). Y que, después de todo, no es tan disparatado pensar (o creer, o ver, o saber) que traducir a palabras nuestros sentimientos, nuestras historias, nuestras vidas, o sea hacer literatura, es importante en la existencia. Incluso puede que sea, o esté, o parezca el centro mismo.

martes, 20 de marzo de 2012

Caballero del zodiaco

Uno de los inventos del profesor Franz de Copenhague fue el horoscopio. Una ingeniosa máquina con la que podías ver el futuro con solo manipular unas rueditas con las que ajustabas tu situación astral. Téngase en cuenta que la palabra clave en todo lo anterior es "manipular". El caso es que soy virgo. Virgo con ascendente leo. Lo digo con satisfacción porque tengo una debilidad por los leo. Un compañero virgo me dice de vez en cuando que los virgo somos muy ordenados. Bueno, en mi caso va por rachas; aunque me parece que cada vez lo soy más (ordenado). Me tranquiliza ver los libros alineados, la mesa preparada para comer, la mesilla de noche; todo armónico y uno con mi estado de ánimo. Ahora bien, que no mire nadie en el cajón de esa mesilla, ni en el armario, ni dentro de mi alma de virgo. Aunque estoy pensando en empezar a poner un poco de orden ahí también. Todo sea por el prestigio del signo.

viernes, 2 de marzo de 2012

Hoy no voy a contar nada

O quizás nunca contamos nada y hoy no lo voy a contar por escrito en este blog. Antesdeayer di un tirón sin darme cuenta a los auriculares del móvil y se dejó de oir por uno de los lados. Ayer comprobé, mientras oía los deportes en la radio por el auricular superviviente, que tampoco funcionaba el interruptor que descuelga el teléfono. Bueno, estaba preparado. Tenía, tengo, unos auriculares de repuesto porque hace tiempo creí que los había perdido y compré otros en "la casa del teléfono". Así que hoy los he utilizado para oir música camino de la biblioteca. Estaba un poco reacio, negativo, ya que estos nuevos auriculares se conectan al teléfono de modo que el cable queda justo encima de la tecla de subir el volumen (y no te deja pulsarla cómodamente). Y también porque uno de los pinganillos tiene mucho más cable que el otro (y a mí me gusta la simetría). Y, bueno, como suele pasar, ahora estoy encantado (o contento a secas). Estos auriculares también tienen una pinza para sujetar en la solapa (de ahí que luego un cable sea más largo que el otro, la solapa siempre quedará más cerca de una de las orejas), y también tiene un potenciómetro para regular el volumen. Lo que hago (lo que he empezado a hacer) es poner al máximo el volumen desde el teléfono y luego jugar con el pot citado, que va con la pinza y queda muy a mano. Además me ha parecido que se oye mejor que antes. O puede que fuera que en el silencio de la biblioteca y con el volumen bajito se escuchaba razonablemente bien. Todas las canciones que han ido sonando, aleatoriamente entre las que tengo metidas en el teléfono, me han parecido prístinas creaciones minimalistas con sus voces limpias y su acompañamiento austero pero efectivo de guitarras, violines, percusión, lo que hiciera falta; en ningún momento era excesivo. He cogido un libro de Juan José Millás (Articuentos completos), y he leído allí mismo un par de páginas; sin dejar de oír música, tan agradable me parecía. Las palabras hilvanadas de Millás me han encantado (más que contentado) y me han entrado muchas ganas de escribir algo de su estilo. Pero sólo me ha salido ésto.

jueves, 19 de enero de 2012

Visita al cuartelillo

Una vez me llevaron al cuartelillo. Fue en mis tiempos de estudiante. Nunca fui un estudiante tunante. Más bien fui un estudiante que por regla general no estudiaba. Vamos que era algo vago. Volviendo a mi detención; fue un día en el que a media mañana en vez de coger el autobús de vuelta de clase, decidí volver andando. Era un paseo de una hora, unos cinco kilómetros, yendo derecho; esto es, por el camino más corto, por una carretera nacional. Mucho tráfico, así que me metí por una desviación, hasta que a la vuelta de una curva topé con un guardia civil de guardia en la puerta de una finca. Una finca que era la residencia de un alto cargo del gobierno. No doy más detalles porque no me gusta alardear. O por lo menos no me gusta alardear de merodeador de residencias oficiales. Sorprendido por la presencia del guardia me quedé indeciso y medio escondido tras la curva. El guardia civil me vio y me dio el alto. No me preguntó nada, sólo me dijo que me quedara en el borde del camino, a su vista. Al rato llegó un landrover. Era el relevo del puesto de guardia. Me hicieron subir y me llevaron al cuartel, a unos pocos kilómetros. Hasta entonces no había podido decir nada. Me llevaron al despacho del capitán. Intenté explicarle que era un estudiante que volvía de clase. No me dejó acabar y me soltó una reprimenda extendiendo sus quejas a toda la juventud actual (bueno, a la de entonces). Me pidió ver los apuntes que llevaba. Eran de matemáticas, unos folios llenos de integrales. Me los devolvió sin decir nada. Mandó tomarme los datos y luego hicieron una llamada de comprobación. Esto ya el sargento o lo que fuera. Viendo que era efectivamente un inofensivo estudiante me acompañó a la puerta del cuartel y me indicó dónde podría coger el autobús. Sería ya la una, hora de comer, ya no tenía ganas de andar y tampoco dinero en el bolsillo. "¡Perdone!" le dije al sargento que ya volvía a entrar al cuartel. "Es que no tengo nada de dinero...". El sargento me miró, echó mano al bolsillo y me dio una moneda de veinticinco pesetas para pagar el autobús.
Moralejas. Como decía Pascal todos los problemas del hombre vienen de no saber quedarse en casa. Algunos capitanes de la guardia civil no entienden ni papa de integrales. Algunos sargentos de la guardia civil pueden llegar a dar dinero para el autobús a un detenido. El precio del billete de autobús ha subido un montón.

lunes, 2 de enero de 2012

Pesadilla libresca

¿Cuándo es la feria de Frankfurt?. O Francfort, o como sea. Debe ser en primavera, intuyo (y casi siempre intuyo mal). Como rebeldía contra la dictadura del dato preciso via internet, no lo miro. Sueño despierto que visito la feria del libro de esa ciudad alemana. Abrumado por adelantado por los miles de stands. Y comienzo a andar desapasionadamente a lo largo de un pasillo sin final aparente. Allá en la distancia se vislumbra un ventanal con la luz gris del exterior. Me acerco al azar a un puesto y repaso nombres de autores. Thomas Mann y Heinrich Bohl, pero sobre todo otros muchos nombres desconocidos. Sigo adelante y voy pescando aquí y allí apellidos familiares. Hemingway, Proust. Todos los libros están en alemán. Tiene su lógica. Tomo en mis manos uno al azar, lo abro por la mitad y recorro las líneas de prosa inextricable. Reconozco una palabra, "brot", pan. Entre todas las de la página entiendo esa palabra que delata al alimento básico de cada día. Al pan de la Biblia, donde cuando se habla del crujir de dientes seguramente es una forma poética de referirse al sonido de la prosa alemana. Pienso en cuantos libros de toda esta hilera de stands no contienen ni una sóla vez la palabra "brot". Me refugio en la posibilidad, que se me antoja mayor, de que al menos contengan la palabra "wasser", agua, imprescindible para la vida. Sigo caminando lentamente y de pronto salta a mis ojos un nombre que me parece rotundo, contundente: Antonio Muñoz Molina. Se me escapa un "¡ele tu gracia!" en voz baja. El título es "Sefarad". Lo cojo, lo abro al azar y se me nubla la vista ante la marea imparable de consonantes del texto. Ni tan siquiera un "brot" o un "wasser" donde agarrarme. Es cuando despierto en medio de un alarido.