lunes, 2 de enero de 2012

Pesadilla libresca

¿Cuándo es la feria de Frankfurt?. O Francfort, o como sea. Debe ser en primavera, intuyo (y casi siempre intuyo mal). Como rebeldía contra la dictadura del dato preciso via internet, no lo miro. Sueño despierto que visito la feria del libro de esa ciudad alemana. Abrumado por adelantado por los miles de stands. Y comienzo a andar desapasionadamente a lo largo de un pasillo sin final aparente. Allá en la distancia se vislumbra un ventanal con la luz gris del exterior. Me acerco al azar a un puesto y repaso nombres de autores. Thomas Mann y Heinrich Bohl, pero sobre todo otros muchos nombres desconocidos. Sigo adelante y voy pescando aquí y allí apellidos familiares. Hemingway, Proust. Todos los libros están en alemán. Tiene su lógica. Tomo en mis manos uno al azar, lo abro por la mitad y recorro las líneas de prosa inextricable. Reconozco una palabra, "brot", pan. Entre todas las de la página entiendo esa palabra que delata al alimento básico de cada día. Al pan de la Biblia, donde cuando se habla del crujir de dientes seguramente es una forma poética de referirse al sonido de la prosa alemana. Pienso en cuantos libros de toda esta hilera de stands no contienen ni una sóla vez la palabra "brot". Me refugio en la posibilidad, que se me antoja mayor, de que al menos contengan la palabra "wasser", agua, imprescindible para la vida. Sigo caminando lentamente y de pronto salta a mis ojos un nombre que me parece rotundo, contundente: Antonio Muñoz Molina. Se me escapa un "¡ele tu gracia!" en voz baja. El título es "Sefarad". Lo cojo, lo abro al azar y se me nubla la vista ante la marea imparable de consonantes del texto. Ni tan siquiera un "brot" o un "wasser" donde agarrarme. Es cuando despierto en medio de un alarido.

No hay comentarios: