Cuando leas esta carta
estaré muerto. Estaba condenado desde el principio pero... tenía
una familia y me metí en líos, para decirlo suavemente. El azar
quiso que nos reencontráramos. No esperaba gran cosa de ti en el
instituto, aunque al principio te vi potencial y así se lo dije a tu
madre. Luego te convertiste en un vago adicto a la marihuana. Fue una
sorpresa que te graduaras. Tenías buen corazón y una cierta
inocencia y a pesar de todo lo que hemos pasado, no me explico cómo
pero sigues siendo así. Una vez me dijiste fumado que este lugar,
Albuquerque, se había gafado el día que perdió la otra erre.
Entonces me pareció una frase absurda, pero ahora le veo sentido.
Albuquerque perdió una erre, yo mismo perdí una erre, casi todo el mundo con el tiempo pierde una erre, menos tú. Te envidio ese fondo
noble que resulta que yo no he podido, o no he sabido, conservar. Aún
eres joven Jesse, vete de aquí, vuelve a estudiar, por qué no
química, se te da bien. Olvidándote de la meta, claro. Pero no te
escribo para sermonearte, sino para decirte que lo siento. No tuve
paciencia contigo. En especial siento lo de Jane. No tengo toda la
culpa, estabais más muertos que vivos, recuerda. Aún así actué
mal y no solo esa vez. No estoy orgulloso de todo lo que he hecho.
Por la familia... ¿de verdad eso me justifica? Ahora ya es tarde, la
naturaleza o los hombres acabarán pronto conmigo. Le dejo al señor
Goodman esta carta e instrucciones para que dispongas de algo de
dinero. No mucho, pero suficiente para empezar en otro sitio. El
sueño americano Jesse. Te imagino conduciendo hacia nuevos
horizontes, por carreteras polvorientas, escuchando y tarareando esa
canción que te gustaba, “sharing the night together, woh oh, yea
eah”, vaya redundancia, compartiendo la noche juntos, pero bueno,
es bonita. Encontrarás una chica, o ella te encontrará a ti, en
California, o en Alaska, o en Nueva Zelanda. Cuídate Jesse, te
aprecio.
Firmado: El señor White.