Antes de nada quiero reivindicar el fondo de honestidad, en cuya existencia confío, que me impide, cuando escribo, falsear nada a sabiendas. Claro que puede que haya temas que evite tocar; que aún sin pensarlo, inconscientemente, o casi, maquille detalles e intente poner mi perfil bueno, si es que lo tengo. En resumen, no soy del todo yo; supongo que nadie lo es cuando escribe.
La paradoja es que ese que escribe es un yo sublimado, más intenso, con una concentración de yoedad que —y esta es una clave— podría resultar tóxica en la vida real. La escritura también es vida real, claro, pero de otra forma. Es como moverse en un plano astral, o en otra dimensión; la cuarta o la quinta, depende del tiempo (depende de si el tiempo es la cuarta). Escribir es llevar una segunda vida secreta que aprovechamos para expresar algunas inquietudes para las que no suele haber sitio en la vida cotidiana. Cosas que no encajan del todo, que incluso pueden provocar situaciones incómodas.
(To be continued once again)