viernes, 26 de abril de 2024

La ficción de la realidad (y2)

    Lo único que podemos escribir es ficción y, si lo piensas bien, toda ficción es auto-ficción: nunca se le va a ocurrir a nadie ninguna idea que, de alguna manera, no esté ya entre nosotros; aunque la disfracemos de unicornio. La ficción, despojada de esa exageración que es la fantasía — a eso iba—, es lo que más se acerca a la realidad; dentro de que queda lejísimos.
    La razón de que no podamos ver (toda) la realidad es su complejidad cuasi-infinita. La realidad incluye lo que se ve a simple vista pero de lo que un testigo solo percibe una pequeña parte y otros muchos aspectos: los pensamientos de las personas presentes (que solo podemos intuir), lo que siente un perro que estaba allí, la climatología, las reacciones químicas, la actividad bacteriana; todo lo que se te ocurra y más es parte de la realidad.
    La realidad (qué manera de sobar la palabra) tiende a infinito, nadie puede verla y entenderla en su totalidad excepto, según algunas corrientes filosóficas, Dios; o sea, excepto ella misma. Cualquier ser humano está muy lejos de tan siquiera atisbarla. La realidad es una nube etérea e insondable de la que a veces caen unas gotas de ficción. O dicho al revés; lo que escribimos, la ficción, es la lluvia que descarga, de cuando en cuando, ese cielo nublado que es la realidad. La ficción es nuestra forma parcial, inexacta y engañosa de asomarnos a la realidad; es el voluntarioso y fallido intento humano de explicarla.

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