miércoles, 17 de abril de 2024

Sentado a la puerta de casa

    El tiempo lo cura todo, dicen, y es mentira. Es justo al revés, el tiempo lo mata todo, el tiempo es un asesino en serie. Dice el proverbio que si esperas sentado a la puerta de tu casa verás pasar el cadáver de tu enemigo; cierto, pero también pasará el de tu mejor amigo. Eso si no te mueres tú antes, claro.
    El tiempo pasa, esa es la única verdad. O es lo que parece, habría que entrar en el tema de la naturaleza del tiempo para aclararlo del todo y no tengo tiempo. No, lo que no tengo es capacidad intelectual, solo podría intentar elaborar alguna teoría conspiranoica. Otro día.
    Lo que quería comentar es un recuerdo que tengo de cuando era niño. Vivíamos en el tercero derecha; en frente, en el tercero izquierda, vivían nuestros primos. Un día pasamos a su cocina y, sorpresa, habían puesto una lámpara fluorescente; qué claridad, qué brillo, qué blancura. Al volver a casa la luz de nuestra bombilla me pareció triste, amarillenta, desangelada.
    Uno vive feliz con lo que tiene hasta que ve lo que tiene el otro. Debe de ser lo que pasa en los países más desafortunados cuando les llega la televisión de los países ricos. La luz de las lámparas fluorescentes, su milagro tecnológico, me deslumbró. Pero el tiempo pasa y al igual que el video mató a la estrella de la radio, las lámparas LED mataron a los tubos fluorescentes. Ley de vida, acción asesina del tiempo.
    La luz de las lámparas LED, otro milagro científico, diodos luminosos que entiendo aún menos, es más blanca, o es blanca porque la fluorescente no era blanca —ahora me entero— era más bien tirando a azul, fría como un paso subterráneo. Las lámparas fluorescentes ya no se fabrican, en Europa al menos, son un cadáver más que he visto pasar desde aquí, desde la puerta de casa.

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