lunes, 28 de junio de 2021

Tendedero

    Una escena recurrente en el cine es la de las sábanas tendidas a secar en el patio detrás de la casa o, ya en modo onírico, en un prado. Hace viento y hay una muchacha que las está sujetando con pinzas, o quizás las está descolgando, o solo baila escondida entre las hileras de ropa colgada, ¿lo estás viendo? Todo etéreo, las sábanas blancas trepidando como velas al viento, la falda larga de la muchacha y su pelo, el sol y sus reflejos cegadores, el verde de la hierba ondulante.
    La cuerda de tender la ropa. En mi familia siempre se ha dicho colgar la ropa, poner a secar, no tender. De pequeños nos mandaban a la cama diciendo que íbamos al cine de las sábanas blancas. El tendedero está en la parte de atrás de la casa. Son tres postes con forma de t, puestos a intervalos de unos tres metros, el del medio está para dar consistencia al tinglado. Tres tubos que se hunden en la tierra, ¿medio metro?, y acaban arriba en sendos travesaños. Alguien tuvo que cortar los tubos y soldarlos para formar las tes. La altura será, calculo, de un metro ochenta.
    Los travesaños sostienen tres alambres (no cuerdas) que cuelgan de los dos postes externos y corren en paralelo atravesando el travesaño intermedio a través de agujeros practicados al efecto. La capacidad del tendedero es, sacamos las cuentas, de unos dieciocho metros de ropa tendida. Los postes, las tres tes, están pintados de verde y en buen estado, en apariencia.
    Hoy, sin embargo, me he fijado en que en uno de los extremos, por la parte de abajo del travesaño, hay algo de musgo. Eso es, musgo, ahí arriba sobre un tubo metálico, por muy raro que parezca. El comienzo de algo, vida vegetal que ha surgido en la zona más sombría y húmeda; o el comienzo del fin, la pátina del tiempo.

viernes, 25 de junio de 2021

Oído en una serie

    Las series están ahí, existen, y la gente las ve.También yo, cómo no. No es que esté a la última pero me defiendo. He visto “Mare of Easttown”. La clave es Brad Ingelsby, el creador; y luego está Kate Winslet, claro.
    Hay dos aspectos a diferenciar. Por un lado el thriller; la historia de un crimen, la investigación, los sospechosos, las sorpresas al final de cada capítulo. Esa parte, que está bien, es más o menos como en tantas otras series del género. El escritor, Ingelsby, ha decidido, como también suele ser habitual, que pase de todo; no habrá complicación que quede fuera del guión (con más giros que el circuito de Mónaco).
    El segundo aspecto es el que hace distinta la serie. Me refiero al dibujo de los personajes, con Mare/Kate a la cabeza, y de la vida cotidiana en esa pequeña comunidad donde todos se conocen. Una comunidad católica con bastantes niños y bebés y donde, según una escena del último capítulo, todos van a misa el domingo; todos. No sé si eso pasa en algún sitio, aunque sean de ascendencia irlandesa y vivan en un pueblo cerca de Filadelfia. Para darle de comer aparte el personaje de Mare, fascinante.
    Hay una escena, también del último capítulo, en la que Mare visita a un hombre mayor que lleva algún tiempo viudo. Este le cuenta sus penas, no consigue superar la falta de su esposa. Mare le comenta que esas cosas no se superan nunca pero que con el tiempo se adapta uno a la vida diaria, que consiste básicamente en “llenar la despensa, pagar el recibo de la luz y lavar las sábanas”. Qué gran verdad, si te fijas eso lo resume todo, esa es la vida práctica: llenar la despensa, pagar las facturas y lavar las sábanas. También se conoce como “tirar palante”
.

martes, 22 de junio de 2021

¡Yo qué sé!

    Los griegos, qué tíos, ya lo habían dicho antes. ¿El qué?, cualquier cosa que se te ocurra. Por ejemplo, la duda (que nos corroe). A Pirrón de Elis, siglo IV antes de Cristo, se le considera el primer escéptico. Hay que dudar, sin duda; yo dudo mucho.
    Me he enterado de esto del pirronismo por Montaigne; el Señor de Montaña, que le llamaba Quevedo. Cuenta que ante cualquier argumento los escépticos, como ejercicio de su duda metódica, razonaban la posición contraria. Si el interlocutor cambiaba de perspectiva ellos se acomodaban a su vez, siempre a la contra; tampoco es eso.
    El espíritu de Pirrón sigue vivo, en cine quedó inmortalizado por Groucho Marx cuando interpretó “I’m Against it” en la película “Plumas de caballo”. La letra decía: “ignoro lo que tengan que decir, en todo caso no importa, sea lo que sea, estoy en contra”. Es broma, ese no es el espíritu escéptico; la duda es saludable, ir siempre a la contra es insano. Es lo que quería señalar; ahora mismo tampoco faltan, como era de esperar, los que siempre se manifestarán en contra de cualquier tesis más o menos oficial a cuenta del tema que sea. Tú ya sabes a qué me refiero.
    La causa última de este comportamiento es un fallo en el desarrollo psico-cognitivo. Sucede cuando tras la asunción en la más tierna infancia del “no” como respuesta preferente a cualquier estímulo exterior hay un estancamiento en la evolución personal que impide completar aquel “no” inicial y formar la frase “no sé”. Algunos no lo consiguen nunca.
    Me adhiero al lema del gran Montaigne, “Que sais-je?”, ¿Qué sé yo?, (por no saber, no sé ni francés), pero intentaría una pequeña variante; cambiaría los signos de interrogación por otros de admiración, “¡qué sé yo!”, o en plan trilero, moviendo los cubiletes, “¡yo qué sé!”.

sábado, 19 de junio de 2021

De la humildad

    Soy un ladrón de frases. Le he birlado una a un columnista del periódico. No lo nombro porque al fin y al cabo la frase tampoco es suya, y también por un poco de envidia que le tengo. Él atribuye la frase a Mao, dice que viene en “El Libro rojo”. “El Libro rojo” en realidad se titulaba “Los pensamientos del presidente Mao”. Como era Mao escribía lo que le daba la gana, su revolución había triunfado y lo que decía iba a misa (y el pueblo lo leía y se lo aprendía de memoria). Basta de suspense, la frase es, más o menos, esta: “No exageres tu humildad, no eres tan importante”.
    Fue leerla y acordarme de Borges. Borges era un ejemplo de humildad exagerada; lo estoy viendo sonriendo de oreja a oreja, abrumado por los elogios. Claro que en su caso no se le podía reprochar, él sí era importante.
    He ojeado el libro y no he encontrado la frase. No la he encontrado, en general, por ningún lado, ni atribuida a Mao, ni atribuida a nadie; a ver si va a ser del columnista envidiado. En lo que sí insiste Mao es en condenar la arrogancia y en aconsejar la humildad. Bueno, entre líneas lo que se entiende, de acuerdo con el espíritu del libro, es que si no eres humilde, si eres arrogante, el ejército del pueblo hará muy bien en ponerte en tu sitio, sin descartar en principio el fusilamiento.
    Me gusta la frase, sibilina como es. Por un lado apunta al hecho de que cuanto más reconocido (por sus obras) es alguien, más probable es que se muestre humilde (y menos mérito tiene que lo sea). Pero la máxima solo es válida si nos la aplicamos a nosotros mismos. Aplicada a un prójimo es un doble insulto, es ponerse faltón; le venimos a decir que su humildad no es sincera y que se cree más importante de lo que es. Auto-aplicada nos recuerda que hay que ser humildes y a la vez discretos; y que no somos nada importantes, eso desde luego.

miércoles, 16 de junio de 2021

Apicultor

    Estaba con I. Era extraño porque I. murió hace cosa de un año. En el sueño era consciente de ello y me decía que era una suerte estar con él, porque así podía expresarle mis buenos sentimientos, algo que no le había transmitido lo suficiente en vida. Nos estábamos sonriendo y pensaba que él no era consciente de que aquella sería la última vez que hablaba conmigo, porque iba a morir pronto, o porque en realidad ya estaba muerto.
    Le pregunté si seguía con las abejas recordando que había tenido unas colmenas y como embotaba la miel en tarros con una etiqueta que había diseñado él mismo. Estábamos en un bar, en el comedor, de pie. No en la ciudad de I. sino en otra cercana. I. me sonreía y yo le quería expresar ese cariño que digo cuando llegaba otra gente, amigos de I. Parecía que tenían una cena o algo así. No quería comentar nada delante de ellos, era algo íntimo entre nosotros; así que le hacía señas para salir un momento a hablar fuera.
    Salíamos a la calle y aunque no había palabras concretas nos abrazábamos. Me sentía lleno de afecto hacia I. y feliz de abrazarle, pero al mismo tiempo consciente de estar abrazados en plena calle. Al cesar el abrazo resultaba que la que se separaba de mí era una mujer. En el momento no me sorprendió.
    Con el abrazo se cumplía mi propósito. Ahora no veía a I. por ningún lado, debía haber entrado de nuevo al bar, reconfortado, suponía yo, por el abrazo y la corriente de simpatía mutua. La mujer por su parte se alejaba por la calle como si nada. Me quedaba solo e intentaba orientarme en aquella ciudad que conocía vagamente. Me daba cuenta entonces de que había sido raro lo de la mujer y me preguntaba si debería deducir alguna enseñanza sicológica de aquello.

domingo, 13 de junio de 2021

Ampliación

    He encontrado una recomendación referente a la levitación en una página evangélica: no hay que darle más importancia de la que tiene. Muy buen consejo. Evangélica me ha parecido, no he indagado más; no porque esté por encima de esas cosas sino por lo contrario, porque estoy por debajo.
    Y como dijo el otro, si no creo en la religión católica, que es la verdadera, a buena hora iba a creer en cualquier iglesia evangélica. No, no, esto lo he escrito para hacer gracia; ni creo, ni dejo de creer, ni opino, ni dejo de opinar (estoy por debajo de todo eso). Sospecho que si le preguntaran a un experto católico sobre el tema (la levitación) contestaría algo parecido, le quitaría importancia. El caso es que cualquier creyente ha de aceptar como inevitable que la levitación es factible, como también sería posible que se hubiera decidido, por nuestro bien, que no lo viéramos aquí en la Tierra.
    Una actividad relacionada con la levitación es la práctica, poco extendida me parece, de caminar sobre las aguas. El agua, ese líquido tan común, ese milagro de la naturaleza. Decía Mary Oliver, poeta, que no hay invento de la humanidad que haya superado a la lluvia, al fenómeno natural de las gotas de agua cayendo del cielo. Y lo piensas y es verdad. El agua, además, es muy versátil. El hielo es agua, eso sí lo hemos comprobado. Las nubes también son agua, dicen.
    Andar sobre las aguas, a pelo, tampoco lo he visto hacer. No es levitar pero no queda lejos, tendría su mérito. Imagino un lago un día sin viento, la superficie lisa, como un espejo. Estoy en la orilla y me veo reflejado, perfecto (perfecto el reflejo, no yo, que soy notablemente imperfecto). Me dispongo a dar un paso sobre el agua y la imagen de mi pie hace lo mismo desde abajo, o eso parece. Cuando poso la planta del pie en la superficie mi reflejo hace lo mismo desde el otro lado. Lógicamente las fuerzas se contraponen, se equilibran y camino sobre el lago. Camino sobre la superficie helada del lago, o ya pensabas que estaba desvariando.

jueves, 10 de junio de 2021

Párate y toca los pétalos

    No me avisaban y entré en la web de Sanidad. Me encontré con que podía pedir cita previa para la vacuna. Me la dieron para el domingo a primera hora, pero no en el vacunódromo más cercano sino en el hospital comarcal, a 25 kilómetros de casa.
    En ese pueblo vive T., compañero de muchos años en el trabajo, incluso le conocía de antes, de cuando estudiábamos. Una vez estuvimos juntos en un cursillo en Alemania. Dando una vuelta por Hamburgo nos abordó uno con toda la pinta de querer vendernos algo, marihuana o así. T. era moreno de tez y el vendedor le tomó por magrebí mientras a mi, que llevaba barba, me preguntó si era canadiense. Me hizo gracia.
    Igual podía saludar a T. Por lo que sabía su familia había tenido una taberna. Me había hecho a la idea, puede que equivocada, de que esa taberna estaba en la última casa en una de las salidas del pueblo, cerca del nuevo hospital. Había pasado muchas veces por delante de esa casa, en coche o en bicicleta, pero sin detenerme. No estaba seguro de que el bar siguiera en marcha. Lo que sí me parecía probable era que la casa fuera aún de la familia.
    Fui con tiempo, con la idea específica de echar un vistazo. Seguía habiendo bar. A esa hora aún estaba cerrado pero se apreciaba actividad. Por una ventana abierta se oía una radio, habían pasado la fregona y las sillas estaban boca abajo sobre las mesas. En la entrada un cartel informaba de que se ponía el sello del camino de Santiago.
    Me quedé un rato rondando, mirando también a las ventanas de arriba. Tenía preparada la pregunta, perdona, ¿no vivía aquí la familia E.? (E. por el apellido), pero no apareció nadie. Por la parte de atrás se adivinaba, más que se veía, un jardín o huerto y sobre un muro antiguo de piedra de poco más de un metro rebosaba un rosal, todo hojas verdes y flores blancas.
    Acaricié algunos pétalos y me acordé de la frase “stop and smell the roses”. Se me quedó grabada de los Soprano. Junior, el impresentable Corrado Soprano, el tío de Tony, la dice dos o tres veces, “párate y huele las rosas”. El consejo es bueno pero con la mascarilla se me complicaba seguirlo. Dejémoslo en stop and touch the petals, pensé para mí.

lunes, 7 de junio de 2021

Levitar

    De dónde habrá salido la idea de levitar, la idea de que un cuerpo se eleve en el aire sin intervención de ninguna fuerza física. ¿Por qué se le ocurriría a nadie? Vivimos pegados a la tierra, los seres humanos, porque hay animales que vuelan, vuelan pero no levitan. Soñamos con volar, dormidos digo, pero no con levitar, volar es natural, levitar no. Levitar entraría en la categoría de milagro.
    Mi impresión es que nadie ha levitado nunca, yo no lo he visto desde luego. Estaba tumbado en la cama esta mañana y me he dicho, por intentarlo que no quede, y me he concentrado en levitar. No he sido capaz, el peso de mi cuerpo se seguía distribuyendo sobre el colchón como de costumbre, con el centro de gravedad permanente, el punto más bajo, localizado en la zona de las posaderas, vulgo culo.
    No deja de ser absurdo que existan las palabras (levitar, levitación, levitante) para algo que parece imposible. O igual es posible, no pongo la mano en el fuego. Por cierto, esto de poner la mano en el fuego, sin quemarse se entiende, igual sí es posible. Yo no la he puesto nunca, pero igual tú sí y no eres consciente. He visto muchas veces, bueno algunas, en películas apagar una vela con los dedos. A mí que no me digan, eso es poner la mano en el fuego. Así que por esa regla de tres puede que alguna vez alguien, Mr Vértigo por ejemplo, haya levitado.
    La levitación debe de ser un acto levítico, algo que tiene que ver con los ritos, los sacrificios, la asamblea de fieles. O solo es una palabra que viene de leve, de ligero. Si no hay una fuerza física que impulse al presunto levitante, la opinión más extendida es que esa fuerza necesaria procedería de la mente. Un santón, en la posición de Buda, habría que fijarse bien, puede que esté levitando, digamos un milímetro. Visto desde arriba no se aprecia, además los pliegues de la ropa la ocultarían (la levitación).
    La lógica de la física que conocemos, que conocen los físicos, dice que levitado un milímetro, levitado un metro; una vez perdido el contacto con el suelo que más da la altura. O sí da, otra lógica dice que para levitar hasta un metro de altura haría falta una fuerza de la mente mil veces mayor que la necesaria para levitar un milímetro. Y para levitar una micra, una fuerza mil veces menor. Una micra, intentemos levitar una micra, total si lo consiguieras nadie se iba a dar cuenta.

viernes, 4 de junio de 2021

¿Qué hora es?

    Llevo el reloj atrasado, qué desastre. Llevar reloj en sí mismo está atrasado, quiero decir anticuado; a quién le hace falta si ya tenemos la hora en el móvil, y además sincronizada con Greenwich mediante esos satélites que de paso nos espían. La marca del reloj es Jaguar, una de las del grupo Festina. “Festina lente” era, según Suetonio, uno de los dichos favoritos de Augusto (el emperador romano). “Apresúrate lentamente” es la traducción, o sea el “vísteme despacio que tengo prisa” que le dice el gentilhombre a su ayuda de cámara. En mi imaginario particular Festina era una marca italiana de relojes de mujer. No es italiana, es suiza de origen. Visto el significado, “apresúrate”, no me parece un buen nombre para un instrumento de medición.
    Llevo reloj y está atrasado, vivo en una hora errónea. La de vivir al margen del presente es una impresión que he tenido a veces; o siempre, no sé. Ahora puedo confirmar que vivo en el pasado, vivo hace 24 horas. Ese es el truco, las 24 horas de desviación; si no me fijo mucho mi reloj me sigue diciendo la hora exacta, aunque sea en realidad la de ayer.
    Le tengo cariño a este reloj que ya tiene sus años y algún que otro achaque. Hace tiempo que la corona está medio atascada. Me avisó un relojero, cuidado, se puede romper. Desde entonces ni la toco. De ello se han derivado dos circunstancias, una buena y otra mala. ¿Por cuál empiezo? Empezaré por la buena. La buena es que este reloj va como un ídem. O sea que ni atrasa ni adelanta, algo que hay que reconocer que es estupendo, tratándose de un reloj. La mala es que los últimos tres años he pasado los inviernos con mi reloj en horario de verano, una hora adelantado (o atrasado, me hago un lío).
    Hoy me he levantado pensando que el reloj es uno de esos inventos con los que los humanos hemos querido desafiar a los dioses. Pretender medir el tiempo, una desfachatez, mucho abarcar sería eso. Los relojes, en todo caso, deben de ser un chiste para Crono, o Eón, o cualquier otro dios del ramo; supongo que les haría gracia saber de su existencia. A cuenta de esto me he detenido a observar el mío. No tiene números, solo rayas; hay que deducir la hora por la posición de la esfera en la muñeca. Aparte del logo y de la marca, en la parte de abajo aparece la palabra “Friendship”, “amistad”, qué bonito; y a la altura de las tres hay una ventana, una ventanita, con un número que correspondería al día del mes. Pero es incorrecto, el número que aparece es el del día de ayer. No me fijaba en ese detalle pero me ha venido bien darme cuenta; me ha recordado que el tiempo es inaprensible, que lo ignoro todo sobre su naturaleza, que no está ni mucho menos de mi lado el muy traidor.