viernes, 2 de marzo de 2012

Hoy no voy a contar nada

O quizás nunca contamos nada y hoy no lo voy a contar por escrito en este blog. Antesdeayer di un tirón sin darme cuenta a los auriculares del móvil y se dejó de oir por uno de los lados. Ayer comprobé, mientras oía los deportes en la radio por el auricular superviviente, que tampoco funcionaba el interruptor que descuelga el teléfono. Bueno, estaba preparado. Tenía, tengo, unos auriculares de repuesto porque hace tiempo creí que los había perdido y compré otros en "la casa del teléfono". Así que hoy los he utilizado para oir música camino de la biblioteca. Estaba un poco reacio, negativo, ya que estos nuevos auriculares se conectan al teléfono de modo que el cable queda justo encima de la tecla de subir el volumen (y no te deja pulsarla cómodamente). Y también porque uno de los pinganillos tiene mucho más cable que el otro (y a mí me gusta la simetría). Y, bueno, como suele pasar, ahora estoy encantado (o contento a secas). Estos auriculares también tienen una pinza para sujetar en la solapa (de ahí que luego un cable sea más largo que el otro, la solapa siempre quedará más cerca de una de las orejas), y también tiene un potenciómetro para regular el volumen. Lo que hago (lo que he empezado a hacer) es poner al máximo el volumen desde el teléfono y luego jugar con el pot citado, que va con la pinza y queda muy a mano. Además me ha parecido que se oye mejor que antes. O puede que fuera que en el silencio de la biblioteca y con el volumen bajito se escuchaba razonablemente bien. Todas las canciones que han ido sonando, aleatoriamente entre las que tengo metidas en el teléfono, me han parecido prístinas creaciones minimalistas con sus voces limpias y su acompañamiento austero pero efectivo de guitarras, violines, percusión, lo que hiciera falta; en ningún momento era excesivo. He cogido un libro de Juan José Millás (Articuentos completos), y he leído allí mismo un par de páginas; sin dejar de oír música, tan agradable me parecía. Las palabras hilvanadas de Millás me han encantado (más que contentado) y me han entrado muchas ganas de escribir algo de su estilo. Pero sólo me ha salido ésto.

1 comentario:

Cristina dijo...

En un artículo de "La Vanguardia" admitía ser un "pesimista amable" que no había renunciado a encontrar el hueco, a colarse por una fisura, porque el pesimista amargado renunciaba a conocer. Cuando terminó de decirlo sonrió satisfecho y con un guiño dijo: "Es un hallazgo esto del pesimismo amable, mira lo voy a apuntar"... y lo apuntó.
Eso me llevó a recordar a otro escritor que reconocía ser un "tonto emocional"