lunes, 3 de octubre de 2011

Sucedáneo

Se me ha pasado septiembre sin escribir, será porque ha hecho tan bueno. Y hoy he recordado un sueño. La impresión que tengo es que he estado soñando lo mismo toda la noche, al menos tres veces. Hay un preámbulo confuso en el que me movía por unas ramificaciones o túneles y pensaba que tenía que recordar el camino para poder regresar con los sueños del final. Parece que lo he conseguido. El sueño era que estaba en un bar sentado en una mesa junto a la puerta de cara a la barra y entraban dos hombres, dos hombretones, y uno de ellos, de rasgos algo achinados y con una pequeña coleta, se acercaba al dueño que estaba tras la barra y le tiraba encima el contenido del vaso que llevaba en la mano. En las versiones previas del sueño lo que le tiraba era un vaso de whisky u otra bebida alcohólica, pero en el último sueño (el corte del director del sueño recurrente de esta noche) era un refresco de naranja. No zumo exactamente como se verá en seguida. Y es que los dos tipos salían del bar y el barman hacía el ademán de seguirles. Pero yo mismo u otros presentes le decíamos o le gritábamos en silencio (ya que no se pronunciaba palabra) que no fuera tras ellos, que no pidiera explicaciones, ya que intuíamos que eso sería contraproducente, que originaría más violencia, que resultaría herido. Yo estaba asustado y me daba cuenta de que tenía miedo, de que en ese momento resultaría de lo más conveniente ser invisible. Entonces el hombre del vaso entraba de nuevo y le decía al barman (que era el dueño): "Queríamos beber zumo de naranja, no esta puta mierda". Caramba, pensaba yo, si que le ha sentado mal que le dieran ese sucedáneo. Es que esos refrescos dulzones baratos, de naranja no tienen más que el color.

1 comentario:

Elly dijo...

Entiendo que se cabrease el hombre. Si pido algo es porque quiero ese algo, como cuando pides una coca-cola y te sirven pepsi o pides cola-cao y te ponen neskuik (me valen los ejemplos al contrario). Son pequeños detalles que la gente normal no aprecia, pero que personas sí.
Es lo que diferencia al mundo: los perfeccionistas que saben lo que quieren, a los que aceptan lo que venga adaptándose a ello.