viernes, 12 de enero de 2018

Vigencia de la paradoja

Cambiar de opinión es lo correcto. Acabo de formular una paradoja, creo. Mi impresión es que en la educación los docentes intentan con más o menos fervor que aprendamos (que aprendan) hechos y conceptos que se dan por indiscutibles y también que distingamos (que distingan) en lo posible el bien del mal, en lo que, con fines didácticos, también se procura que haya pocas dudas. Así que se diría que una vez "educados" no habría por qué cambiar de criterio, y soy el primero en admirar a esas personas íntegras que viven fieles a sus valores y serenamente se posicionan en los conflictos y toman partido si lo ven necesario (a veces la excelencia está en mantener la neutralidad). Pero claro, las cosas no son tan sencillas, el viento cambia de dirección y la lluvia nunca contenta a todos. Lo bueno, lo aconsejable ante un conflicto es verlo de pronto (o paulatinamente) de otra forma, y decir un día que lo que hasta ayer era blanco, un gris claro en realidad, hoy lo estoy viendo cada vez más negro (sin querer me ha salido pesimista el ejemplo). No contradecirse nunca es un síntoma preocupante, un síntoma de que no estamos avanzando nada, y lo sano es hacerlo. La conclusión a la que voy llegando, a la que quería llegar, es que no hay una forma correcta (digamos canónica) de encarar un problema. Para ser un poquito más sabio hay que contradecirse, hay que cambiar de opinión. Aunque por mi parte opiniones, lo que se dice opiniones, tengo pocas, y cada vez más tiro de los comodines "tal vez", "quizás", "me parece", "dicen"... Resumiendo, detrás de casi todo late una paradoja. Si no la detectas, sospecha.

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