jueves, 1 de marzo de 2018

Coincido con los poetas

Una palabra favorita, vieja amiga de los poetas: espadaña. Puede ser dos cosas, una planta herbácea o un campanario de una sola pared. Lo suyo es que la hoja de espadaña te produzca al cogerla un ligero corte en un dedo, ya que el nombre viene del latín spatha, espada. Un sonido favorito: el tañido de las campanas (también amado por los poetas). A veces oigo campanas y no sé donde, aunque no puede ser muy lejos. Siempre es en días festivos, miro la hora y nunca es la misma, así que no sé si llaman a misa o repican por el santo del día o porque se celebra una boda o porque de vez en cuando hay que voltearlas para comprobar su estado. Las espadañas en las pequeñas iglesias de los pueblos nos recuerdan que desde siempre los seres humanos hemos querido imaginar y sentir más allá de lo prosaico de la existencia. No me refiero solo al cristianismo, en todas las tradiciones hay equivalentes; por ejemplo en China tienen sus templos budistas y el gong, que no deja de ser una campana bidimensional.

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