domingo, 28 de octubre de 2018

Medida profiláctica

La primera guerra mundial causó la muerte de unos veinte millones de personas. La gripe que vino seguido lo hizo con unos treinta millones (como a todo hay quien gane veintitantos años después la segunda guerra mundial acabó con unos setenta millones). Considerar así, a millones, a los seres humanos me recuerda a esos analistas que vigilan el tráfico de datos, ¿big data?, sobre el mapa del mundo. Si aumentan de modo anormal las comunicaciones en un área específica es que algo se está tramando. Es irrelevante lo que se diga en cada intercambio, igual que un ser humano es irrelevante en una guerra o en una epidemia de gripe. Pero bueno lo que quería resaltar es la ironía, paradoja o broma cósmica que supuso que una enfermedad matara más que la estupidez humana (es histórico el júbilo patriótico con que se celebró en toda Europa la declaración de la guerra). Hasta para eso somos pequeños. Hoy me he enterado de un curioso dato, o hecho poco conocido, referente a las medidas que se tomaron para combatir aquella epidemia de 1918. En algunas ciudades se prohibió a los parroquianos sentarse en las tabernas. A beber de pie, nada de molicie. Lo que se buscaba era evitar los agrupamientos de personas que pudieran propiciar el contagio. Alguno dirá que más daño ha hecho el vino de las tabernas que sus humildes bancos (y que la propia gripe). Me imagino a la pareja de la guardia civil entrando al local y diciendo, "¡no se sienten!, ¡coño!".

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