lunes, 24 de julio de 2017

Don't hate the haters

¿Hay algo más tonto que un hater? ¿Hay algo más triste que un hater? Antiguamente los haters se refugiaban en los bares. Entonces aún no se les conocía como tales (quizás sí en países angloparlantes). Todos somos un poco haters, let's face it. Todos somos un poco tontos y un poco tristes; pero algunos más. Una buena razón para odiar a alguien en el día a día es que le nombren tu jefe en el trabajo. ¿Ves?, te pillé. Otra buena razón es que sea más alto, más guapo, más listo, más rico que tú/yo. Otra buena razón es que sea más feo, más bajito, más tonto (aunque esta condición es difícil de cumplir). El hater se siente reconfortado cuando berrea, es un desahogo a sus frustraciones. Es hater el que no puede ser otra cosa, el que se aburre. Y el envidioso, claro. Hay dos posibles soluciones para acabar con los haters: ganar la batalla del odio odiándoles tú más o intentar el truco de la educación. Esta segunda opción es mucho más trabajosa, pero a la larga resulta muchísimo mejor. Mientras tanto tampoco está mal que se pongan unas multas. Pero eso sí, es importante: don't ever hate the haters.

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