lunes, 25 de enero de 2010

Confesión

Nunca he sabido hablar en público. Mi número ideal de oyentes es uno. Con dos diría que bajo mis prestaciones a la mitad. Voy perdiendo fluidez, pronunciación, coherencia en los razonamientos y expresividad proporcionalmente al número de, generalmente desinteresados, interlocutores. Así que más o menos estoy tomando la determinación de hacer como el futbolista limitado en un partido de alto nivel: Ser lo más efectivo posible con el mínimo de participación en el juego. Si hablo, que sea una frase corta, con un contenido preciso, fácil de entender y a ser posible que resulte amable y optimista. No se deben desaprovechar las buenas ocasiones de quedarse callado; son, volviendo al símil futbolístico, como las ocasiones de gol perdidas que luego te cuestan el partido. Y ya lo dejo, porque tengo la sensación de que estoy escribiendo de más...

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