martes, 16 de marzo de 2010

Ahí viene la plaga

Imagina una cala mediterránea y los restos de una villa romana junto al mar. Imagina ahora la cala sin la villa romana. Mejor con las piedras, ¿no?. Según las últimas tendencias, no. Si los romanos hubieran tenido conciencia ecológica no hubieran construido la villa ahí. Y, bueno, es de entender. Si me hago un chalecito sobre el mar y, con la ayuda de mi cuñado, planto un pequeño embarcadero para trastear con mi chalupa; lo mismo cambian las corrientes de la zona y , marea va, marea viene, se seca la marisma, glups. Pero el problema no acaba de ser ese. No es que no debamos hacer casas a la orilla del mar. Por el mismo razonamiento no deberíamos hacer casas en un bosque, ni en ninguna parte. De hecho no imagino ningún lugar mejor para hacer una casa que la orilla del mar. El problema es, sencillamente, que somos muchos. Somos la plaga que se está apoderando del planeta; que se lo está comiendo, casi literalmente. Los chinos ya intentaron no ser tantos, sin mucho éxito, así que mala solución tenemos. Digo yo.

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