viernes, 8 de septiembre de 2017

Esto no es un sermón

Cuando Saulo de Tarso se cayó del caballo, menuda costalada se debió de dar. Caerse es serio y de un caballo, uf. No especifican los evangelios si el golpe fue en la cabeza... solo se indica que le rodeó una luz venida del cielo y cayó... vamos que ni tan siquiera se dice que fuera a caballo. Un deslumbramiento, y desde entonces se asocia el ver claro algo que hasta entonces estaba de lo más oscuro con ver la luz. Y si el cambio de opinión implica volverse atrás de un empecinamiento muy persistente, se utiliza el símil de caerse del caballo (¿pero qué caballo?) Tenía yo hasta esta mañana una idea limpia, inocente, positiva, de aceptación universal. Pensaba que para acabar con la violencia bastaría con que todos viviéramos en paz, respetándonos, tolerándonos al menos si no pudiéramos llegar a amarnos. Y esta mañana, sin caballo mediante, sin luz repentina desde el cielo (salvo los habituales y sin embargo nunca suficientemente valorados rayos del sol) me he dado cuenta de que  no, así nunca lograremos la paz mundial. O no así solo. Hace falta más, mucho más. Hace falta que si matan a tu hermano tú no hagas nada, no intentes matar al homicida, a poder ser ni le mires mal. Parece difícil, sí. No se ha conseguido hasta ahora. Hay indicios positivos en Noruega. Me refiero a Breivik, claro... Ahora, que si me lo dejaran a mí... ¡Es broma!

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