De mi bisabuela solo sé
el nombre, Olena y que murió cuando Yuri tenía tres o cuatro años.
Ignoro la causa de su muerte, pudo ser la guerra (la primera guerra
mundial), la enfermedad, la miseria o tal vez las tres cosas a la
vez. Calculo que sería 1915. Aquel año lo que hoy es el oeste de
Ucrania era escenario de encarnizadas batallas entre los ejércitos
austriaco y ruso.
Al morir Olena, Andrei
quemó todos sus papeles, cargó sus cuatro cosas en un carro y con
el pequeño Yuri al lado se alejó de la guerra y de sus recuerdos.
Nunca volvió a hablar de su esposa, que se convirtió en tema tabú
para Yuri. Durante los siguientes cinco años padre e hijo
deambularon por Centroeuropa sin un destino fijo, sobreviviendo a
base de trabajos ocasionales.
Uno de esos trabajos
fue de mozo de almacén en un comercio de Praga, donde aguantaron
todo un invierno. Yuri lo recordaba porque aquel invierno no pasó
tanto frío. Pudo ser 1917. Ese año le diagnosticaron la
tuberculosis a Kafka. Quiero decir que Andrei, Yuri y Kafka eran tres
de los habitantes de Praga en 1917. Pudieron cruzarse alguna vez.
En 1921 llegaron a
Lille, en el norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica.
Allí se quedaron. Yuri tenía diez u once años y prácticamente se
había saltado la infancia. Una vez le oi decir: “no sé que es la
nostalgia”. Andrei fue portero en una casa hasta su muerte en 1938.
Escribió en varios cuadernos la historia de su viaje, pero, lástima,
lo hizo en ucraniano. Yuri pasó a ser Georges y el ucraniano pronto
fue solo un eco lejano en su mente.
Con dieciocho años, en
un curso de mecanografía, conoció a una pizpireta chica francesa,
mi abuela Clothilde. Se casarían cuatro años después. Clothilde
era hija de un acomodado industrial que había inventado, no sé si
inventar es la palabra, una barrita de caramelo. La había llamado
Delibon. Nuestra abuela decía que aquel caramelo era como su
creador, duro por fuera y blando por dentro, y seguido, con voz
cantarina, repetía la frase publicitaria “Delibon, le délicieux
petit bar”.
En 1928 Yuri/Georges
entró de meritorio en la sucursal en Lille de Assicurazioni
Generali. Aunque él aún no lo sabía en esa misma compañía de
seguros había trabajado Kafka. Con los años esa pequeña
coincidencia y el hecho anterior de haber pasado un invierno en Praga
se convirtieron en una de las anécdotas que mi abuelo repetía de
vez en cuando. De niño estuve convencido de que un tal Kafka,
escritor famoso, había sido amigo de mi abuelo.
Georges fue ascendiendo
en la empresa y en 1934 le destinaron a una filial que abría
oficinas en una pujante ciudad al sur de los Pirineos. Allá se
trasladó, ahora como Jorge, con su esposa Clothilde y su primer hijo
André, mi tío Andrés. El nombre de la filial era “La Previsora
Bilbaina”.
Histoire de famille, dédié à Basile, Valérie et Yuri
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