miércoles, 15 de enero de 2020

Finales pausados

Casi todos los cuentos del libro coincidían en cierta atmósfera final, una ralentización, una quietud, la llegada a un lugar de reposo. Me fui convenciendo de que era un efecto buscado. Diciendo cuentos quiero decir relatos, historias breves, estampas. Narraciones que acababan en un extraño punto muerto. Me preguntaba qué quería decir el autor. Me imaginaba renglones de escritura uniforme, caligráfica, que vista un poco más de lejos asemejaba un alfabeto de letras redondeadas, muy parecidas unas a otras. Había visto ese tipo de letra, no recordaba a qué lengua pertenecía. Lo contrario, en cuanto a la estética, sería el coreano, cuyos signos me parecen monigotes angulosos dibujados por un niño. Esos finales pausados me inquietaban. ¿Era paz o era derrota? La ausencia de movimiento estaba generando frío, desolación. ¿Era una alegoría, una metáfora del lugar designado para uno en la vida? Me vino a la cabeza la cara norte del Eiger. Cualquiera preferiría estar en la cara este, donde al menos los días despejados daría el sol por la mañana. Pero a algunos les toca la cara norte. La cara norte del Eiger.

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