Laraa, laralaralaaa, lo
sai, non e vero, che non ti voglio piu, me gusta esta canción,
Roberta, de Peppino di Capri (dedicada a su primera mujer). No he
conocido ninguna Roberta (de por aquí); sí, aunque parezca incluso
más difícil, una Ricarda. Hace años; el marido se llamaba Alfredo.
Ricardo es más común (hay dos en mi escalera). Mi abuelo se llamaba
Ricardo, nació a caballo entre los siglos diecinueve y veinte.
Fueron seis hermanos, cuatro chicos y dos chicas, él era de los
pequeños. Entonces las familias solían ser numerosas. Hace años
hice un rastreo de mi familia en los archivos del obispado.
Ahora están digitalizados pero entonces había que ir, pedir permiso
y buscar en los tomos que recogían los registros, escritos a mano
por el cura correspondiente, de nacimientos, bodas y defunciones. Y
encontré algo que me sorprendió. Por un lado, los muchos niños que
morían antes de cumplir el año. Por otro, en el caso de mi abuelo,
que hubo antes que él otros dos recién nacidos bautizados con su
nombre. Dos Ricardos que morirían en poco tiempo. Tal vez la
bisabuela Claudia, a quien no conocí, quisiera creer que era el
mismo ser que se empeñaba en vivir una y otra y otra vez. Y al final
lo consiguió.
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