domingo, 21 de junio de 2020

Quiero vivir

Laraa, laralaralaaa, lo sai, non e vero, che non ti voglio piu, me gusta esta canción, Roberta, de Peppino di Capri (dedicada a su primera mujer). No he conocido ninguna Roberta (de por aquí); sí, aunque parezca incluso más difícil, una Ricarda. Hace años; el marido se llamaba Alfredo. Ricardo es más común (hay dos en mi escalera). Mi abuelo se llamaba Ricardo, nació a caballo entre los siglos diecinueve y veinte. Fueron seis hermanos, cuatro chicos y dos chicas, él era de los pequeños. Entonces las familias solían ser numerosas. Hace años hice un rastreo de mi familia en los archivos del obispado. Ahora están digitalizados pero entonces había que ir, pedir permiso y buscar en los tomos que recogían los registros, escritos a mano por el cura correspondiente, de nacimientos, bodas y defunciones. Y encontré algo que me sorprendió. Por un lado, los muchos niños que morían antes de cumplir el año. Por otro, en el caso de mi abuelo, que hubo antes que él otros dos recién nacidos bautizados con su nombre. Dos Ricardos que morirían en poco tiempo. Tal vez la bisabuela Claudia, a quien no conocí, quisiera creer que era el mismo ser que se empeñaba en vivir una y otra y otra vez. Y al final lo consiguió.

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