miércoles, 3 de junio de 2020

Lentamente

Hay una novela de Martin Amis, “La información”, que termina de esta forma enigmática: “Y luego está la información, que no es nada, y llega de noche”. La novela salió en 1995, veinticinco años después sigo sin entender la frase. Habría que preguntarle a Amis, pero me gusta pensar que tal vez veía venir estos tiempos, nuestra sociedad de la información y la aldea global (acierto semántico y oxímoron). Sí, el mundo ha encogido, alguien se tira un pedo en Singapur y otro tipo se ríe en Vancouver (el humor de toda la vida). Todo se ha acelerado, la información llega de noche y de día y fluye como nunca, y no es nada (en casa tenemos una enciclopedia Larousse, qué desperdicio). Hubo una temporada que oía “caralibro” y “colgar en el muro” y pensaba, bueno, si es importante ya me enteraré; y un día caí, caralibro es facebook en castizo, acabáramos. Las redes sociales, que no sé si comunican o incomunican, el whatsapp, absorben los sesos. Lo que prima es la confusión, el vocerío, las opiniones arbitrarias y las fotos de gatitos; eso ya lo teníamos en el bar (quitando los gatitos). En la semblanza de un periodista leo: Por ser refractario a Twitter no tiene la más mínima repercusión en el mundo global. Aprecio la ironía y lo entiendo. Me hago un propósito: no seguir los cebos tipo “las diez series que no te puedes perder” o “la nueva Pamela Anderson”, ni visitar los sitios “recomendado para ti”; no mojarme más allá de las rodillas en ese pantano; hacerle caso a Aute cuando canta: quiero bailar un slow with you tonight; y luego, abundando, dream, dream, dream.

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