miércoles, 25 de noviembre de 2020

Me viniste a ver

Me viniste a ver y no estaba.
Me dio pena, te hubiera invitado a la sala de estar,
con la luz de la tarde suavizada por las cortinas.
Te he traído el sol y la lluvia, me dirías,
y yo te ofrecería un café, o un té si lo prefieres.
Luego voy a la cocina a prepararlo,
y al volver con la bandeja,
estás junto a la ventana, ojeando un libro.
Sacaría del aparador las tazas y los platillos,
con sus figuras de flores y su tintineo.
Tú, moviéndote suave, me ayudas a disponer la mesa.
Colocarías, cómplice, las cucharillas, las servilletas, el azucarero.
Te sirvo el café, o el té si fuera el caso,
y un breve chaparrón repiquetea en los cristales.
Beberíamos a pequeños sorbos,
mientras nos sonreímos sin saber bien por qué,
diciendo poco o no diciendo nada.
Saldría de nuevo el sol
y hasta puede que, a través de la ventana, luzca el arco iris.
Solo entonces, despacio, te doy un beso que sabe a queso;
no por nada, solo por el gusto de tu compañía y de las palabras rimadas.

No hay comentarios: