jueves, 12 de noviembre de 2020

Metempsicosis

    Me gusta trabajar en Urgencias, por lo menos ahí se conocen hombres. Hombres de verdad, héroes. Y mujeres de verdad; héroes también, no me gusta “heroína”, ni “poetisa”; son palabras que, de alguna manera, nos hacen de menos. En mi caso; “médica”, “médico”, las dos son aceptables. Urgencias es un punto de convergencia del sufrimiento; un campo de Marte donde, si te fijas, verás héroes con bata y también héroes postrados.

    Me acabo de sentar con un café de la máquina cuando mi compañera Blanca viene con un aviso.

    —En camino un posible infarto con insuficiencia respiratoria, he sacado el historial.

    Le echo un vistazo; mujer, 83 años, varias patologías, media docena de medicamentos habituales.

    —Espera, este nombre lo conozco, la dirección coincide. Es Nina, mi profesora de Lengua.

    ¿Nina?, pero el nombre es Ana.

    Sí, pero le llamaban Ana Karenina, y luego ya Nina.

    Apoyo los codos en la mesa y me cubro la boca con las manos entrelazando los dedos. Nina...

    El primer día de clase entró en el aula y, en medio del guirigay, se puso a escribir en la pizarra: “LA LITERATURA”, el jaleo se hizo murmullo, “ES LA MEDICINA”, ya solo se oía el rascar de la tiza, “DEL ALMA”. Sentí que el mensaje era para mí. Yo quería ser médico y ese verano había leído “Cuerpos y almas”. Mis héroes, Nina fue una de ellos.

    Cuando llega estoy con otro paciente. Termino y Blanca me indica un box y me dice en voz baja:

    —Tu profesora está muy malita.

    Entro y reconozco sus rasgos en un cuerpo consumido, pequeña en la camilla, un ser humano a merced del tiempo. El box tiene una ventana, arriba, pegada al techo. Está entreabierta y se ve un rectángulo de cielo. Por ahí se irá el alma; aparecerá una alondra y el alma de Nina transmigrará, y saldrá volando. Ha sido un pensamiento reflejo; he asociado el recuerdo de cuando leímos en clase un fragmento del Ulises de Joyce y aprendí esa palabra, metempsicosis.

    Nina ha abierto los ojos. Le cojo la mano, le sonrío y le digo:

    Nina, Ana, eres una de mis héroes. ¿Recuerdas cuando escribiste “La literatura es la medicina del alma”? Fue maravilloso.

    *Agradecimientos: a Lucia Berlin, Íñigo Larroque y el taller de escritura.


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