Digo yo que ese escudo franquista que está en lo alto de un edificio, grandilocuente y no exento de cierta belleza, no debería molestar a nadie. El franquismo, por suerte, ya pasó. Pronto se cumplirá medio siglo de la muerte de aquel dictador que por otra parte era bajito, rechoncho y de voz aflautada (para nuestra vergüenza, no la suya). Aquellos (casi) cuarenta años no van a desaparecer de la historia por muchos escudos que se quiten. El pasado lo que tiene es que no se puede cambiar, y contarlo distinto tampoco lo transforma.
Si el escudo está para caerse que lo desmonten, por supuesto, pero por lo demás que se quede ahí de recordatorio y por su valor artístico, si lo tuviera; algún mérito tendría el cantero que lo esculpió. Además, para empezar, ¿hay alguien que se fije al pasar por la plaza?, ¿mira alguien hacia arriba?, no parece.
Si hubiera que retirar las huellas de todos los gobernantes atroces que en el mundo han sido no quedaría en pie casi ninguna estatua. Por otra parte, ¿cuántos grandes hombres (también mujeres, pero muchas menos) que han brillado en las ciencias o en las artes han resultado ser, hechas las averiguaciones pertinentes, maltratadores de familia y subalternos? Maltratadores o cosas peores. Los mirlos blancos no existen (salvo que padezcan de albinismo).
Nuestra época tampoco está libre de culpa. Además del tirano clásico, que sigue existiendo aunque sea de forma más o menos camuflada, la moral cambia y lo que hoy es permisible mañana no lo será. Si nos empecinamos, en pocas décadas deberán quitar de la vista buena parte de los monumentos que se construyan ahora mismo, por no decir todos.
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