Perogrullo debió de ser pariente mío, uno de mis ancestros. Lo digo porque muchas de las ideas que se me ocurren parece que llevan su sello. Que quede claro que no se me ocurren tantas, alguna de vez en cuando, sin más; y nunca, o casi nunca, a partir de mis propias reflexiones. Es escuchando a los demás o leyendo cuando caigo en algo que me parece novedoso, aunque nunca lo es (de este nunca estoy seguro). Así con esto que cuento hoy, la idea de Dios.
Los filósofos, esos raros, se empeñan en formular preguntas, seguramente porque es más fácil que responderlas. Este puede ser su razonamiento: las respuestas ni las sabemos ni las conoceremos nunca así que concentrémonos en hacer las mejores preguntas, lo único que está a nuestro alcance, al alcance de la criatura humana.
En cuanto a Dios la pregunta clásica sería ¿existe Dios? Pregunta tonta donde las haya. Ni lo sabemos ni lo podemos saber; hay que cambiar la pregunta. Segundo intento: ¿qué es Dios? Ahí ya me parece que podemos filosofar más a gusto, la idea de Dios, o en plan profano, la idea de un dios.
Pero hay muchas más (de ahí los kilómetros de tesis doctorales en la materia): ¿por qué Dios?, ¿cómo es?, ¿para qué?, ¿desde cuándo?, etcétera. Dando un par de vueltas al tema (un par, no más) me ha venido esta frase digna de mi probable pariente Perogrullo: La existencia de Dios es la tranquilizadora respuesta a todas nuestras preguntas, la explicación de todos los misterios: en el principio era Dios, Dios creó el mundo, cualquier cosa que no entiendas, tranquilo, ahí está Dios que cuando sea menester te lo explicará y lo entenderás a la primera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario