miércoles, 30 de abril de 2025

Estupefacción

    Es dudoso que el dinero dé la felicidad, lo que es innegable es que quita el hambre. Mientras haya alimentos, se entiende. Siento cierto desapego hacia el dinero, aunque sospecho que se debe a que nunca me ha faltado. En casa, en mi infancia, tampoco sobraba. Fue más tarde cuando me di cuenta de que me había criado en la austeridad, como la mayoría de la gente entonces. A la larga me ha venido bien y, por suerte, sigo siendo más austero que otra cosa.
    Hay algo obsceno en la ostentación de la riqueza. Por ejemplo, ese cliché de las vacaciones en hoteles de lujo de lejanos y exóticos países. No acabo de verle la gracia. Además, como le he leído a Pessoa, un ocaso (puesta de sol) es un ocaso en cualquier parte; para ver uno no hace falta ir a Constantinopla.
    Digo esto por la espeluznante inversión de valores que encarna ese presidente americano cuyo nombre no quiero escribir, como gesto de protesta (inane) y también un poco por miedo a que el algoritmo me señale. Me asombra, para mal, una frase que repite a menudo, una frase que demuestra que se puede llegar a viejo sin haberse enterado de nada. Es esta: vamos a ganar mucho dinero.
    Que para un presidente, supuesto líder mundial, sea esa la prioridad le debería de descalificar ipso facto para el cargo. Sin embargo ahí sigue, repitiéndola para consternación de todo ser humano que tenga dos dedos de frente. Vamos a ganar mucho dinero, vamos a hacer grandes negocios. A quién le importan la solidaridad, la educación, la salud, la convivencia, la justicia, la ecología; a quién le importa nada salvo ganar dinero, mucho dinero. A mí ya me está dando miedo.

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