Obsceno, según el diccionario, es ofensivo al pudor; y pudor es honestidad, modestia, recato. La guerra ofende a todo pero no en especial al recato; sí, tal vez, a la modestia y definitivamente lo hace en grado sumo a la honestidad. El sexo, por su parte, ofende al recato y puede que a la modestia —no estoy seguro— pero no veo por qué iba a ofender a la honestidad. Sexualidad y honestidad son conceptos independientes que solo se comunican por vericuetos eclesiásticos.
Dicho esto y después de dar las gracias a la RAE, nos podemos preguntar por qué esa obsesión de relacionar sexo y obscenidad y esa otra de lamentar los males de la guerra pero aceptar su existencia como inevitable e incluso necesaria. La sombra de la religión sigue siendo alargada. La doctrina dice que fuera del matrimonio, y según como también dentro, el sexo es obsceno, además de pecado.
Woody Allen a la pregunta de si el sexo es sucio, respondía que sí, cuando se hace bien. Ese aspecto lúdico es importante. En la película “Love and Death”, “Amor y muerte”, una parodia-homenaje de “Guerra y paz”, Diane Keaton le decía a Woody que el sexo sin amor es una experiencia vacía; y él respondía que sí, pero que como experiencia vacía es una de las mejores.
En cuanto a la guerra su personaje en "Annie Hall" había sido declarado apto únicamente para ser rehén. ¿Es la guerra obscena? Pues sí, además de otras muchas cosas. ¿Y el sexo, es obsceno? No, en principio. La diferencia entre el sexo y la guerra es que mientras en el sexo la práctica es mejor que la teoría, en la guerra lo recomendable es quedarse en el plano teórico y evitar a toda costa el práctico. Resumiendo: el sexo es necesario, la guerra no.
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