domingo, 12 de octubre de 2025

Identifíquese

    Leo porque se me da bien. Con el tiempo le he cogido gusto, es lo bueno de la perseverancia (funciona en cualquier campo). Se empieza a leer para entretenerse, para soñar con otras vidas, para evadirse de esta; se acaba leyendo para seguir entreteniéndose pero también para aprender y para entender. O sea, para hacer lo contrario de evadirse.
    Los best sellers son libros que se han quedado en la primera fase de la lectura. A la larga, la bonita es la segunda, cuando lees para conocerte mejor y para conocer a los demás. En la adolescencia, la actitud habitual al leer un libro es la de identificarse con el personaje protagonista, o secundario si no hay otra cosa. Lees pensando que todo aquello te podía estar sucediendo a ti. O sabes que no te sucederá en mil años, pero disfrutas imaginándolo.
    En mi caso, ese mecanismo ha funcionado mucho más allá en el tiempo; de una manera instintiva, casi sin darme ni cuenta. Hasta que un día, que no recuerdo cuando fue, me encontré ante la idea de que, según algunas opiniones, leer identificándose con un personaje es un error. Vaya, me estaba gustando la literatura por las razones equivocadas.
    Nota: esto de “por las razones equivocadas” me suena a traducción literal del inglés: for the wrong reasons. Tiene que haber una forma más natural de decirlo en castellano.
    Esta especie de epifanía me dejó preocupado, pero lo he ido superando. Identificarse con el protagonista, o casi más con el autor, me sigue ayudando a disfrutar de un libro. Hay una cita que repite Leila Guerriero en un artículo sobre Madame Bovary, aka (anglicismo innecesario y broma al lector) la señora Bovary. Dice Guerriero que dice Vargas Llosa (en “La orgía perpetua”) que un libro se convierte en parte de la vida de una persona por una suma de razones que tienen que ver simultáneamente con el libro y la persona. ¿No implicaría esto algún grado de identificación entre ambos?

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