lunes, 17 de agosto de 2020

Con el doctor Sueño

El doctor Sueño nos ha pedido que escribamos, como parte de la terapia. Dice que nos planteemos preguntas y las respondamos sin pensar demasiado, que no es un examen. Por qué estamos aquí, qué sentimos, qué queremos... preguntas. Estoy aquí porque me lo propuso el doctor Guijarro. Nombre curioso este, sugiere humildad, un simple guijarro. Más imponente sería un doctor Roca o un doctor Piedra. Esa respuesta ha sido estúpida por mi parte. Hace una semana que ingresé. Ingresar, ese verbo ya da pistas (y lo de la terapia de antes también). Estoy aquí por el insomnio, no estoy mal de la cabeza, lo único que me pasa es que no puedo dormir. No, inexacto; lo único que me pasa es que duermo mal, o muy mal. Por eso estoy aquí, y el doctor Sueño lo sabe de sobra (lo sabes de sobra, doctor Sueño). Me acuesto y me duermo en seguida, esa parte bien, pero luego, después de tener la sensación de haber estado horas dando vueltas, hecho un vistazo al reloj y apenas ha pasado una. Me quedo entonces tumbado boca arriba en la oscuridad, desvelado. Puedo pasarme así media hora, pensando en nada, hasta que me giro y el cambio de postura me relaja y me vuelvo a dormir... para repetir la misma secuencia. Luego durante el día estoy cansado y puede que a veces tenga algún momento malo, pero como cualquiera. La clínica está bien, además de la unidad del sueño hay otras más inquietantes como la de adicciones o la de psiquiatría. Las habitaciones son individuales, la comida buena (aunque la repetición cansa), hay jardines. Creo que es cara, suerte del seguro. Una cosa que hacen es la “cura de sueño”, pasas varios días “dormido” a base de medicación. Me niego en redondo, no quiero drogas, no me duele nada. Así que, en realidad esto son como unas vacaciones en un balneario, solo que sin tomar las aguas (ni las pastillas, espero que no me estén metiendo nada con la comida, me fijo a ver si noto algún sabor raro). Aquí duermo todavía peor que fuera, extraño la cama y me siento vigilado, como una cobaya. Durante el día paseo, observo y asisto a las reuniones de grupo, dos al día, mañana y tarde. Aparte están las sesiones individuales con el doctor Sueño. Dice que debe haber un motivo último, que charlando lo encontraremos, que hay que reconciliarse con uno mismo, bla, bla, bla. Tendrá razón (tendrás razón doctor Sueño), y hay que perdonarse, eso sí. Por otro lado, lo preocupante, me parece, es lo de los incautos que duermen de un tirón.

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