domingo, 30 de agosto de 2020

Discurso sincero

La verdad no se puede decir. “Di la verdad” es una proposición indecente, por lo imposible del encargo. “Sé sincero” es lo máximo que podemos pedir. Ser sincero, por supuesto, no garantiza nada. Podemos ser sinceros y estar equivocados por completo. Nos pasa el cincuenta por ciento de las veces (seamos optimistas). A grandes rasgos se deduciría que la mitad de las veces decimos la verdad, aunque casi siempre somos sinceros. Casi siempre, hay que dejar un margen a la duda y a la mentira. Un escritor no puede decir mentiras, o si las dice tienen otro nombre. Un escritor cuenta algo que le ha pasado y lo mismo le ha pasado a otro. Hay un columnista que a menudo intercala una anécdota y empieza “me acuerdo de una novia que tuve...”. No pudo tener tantas novias, es un recurso que utiliza, no es que mienta. O lo que cuenta fue lo contrario de lo que pasó, porque hubiera sido tan bonito así. El escritor, en definitiva, piensa que está creando. Eso creía yo también hasta que he leído una opinión de Julio Ramón Ribeyro (la i griega en la segunda i, acuérdate). Dice, escribe, algo así: “Algunos escritores piensan que están creando, cuando lo que hacen es discurrir”. Discurrir es como lo de ser sincero, no garantiza nada. Con total sinceridad lo digo, lo que estoy haciendo ahora mismo, lo que hago casi siempre, mal que bien, es discurrir. 

No hay comentarios: